"La paz s¨®lo la haremos los que libramos la guerra"
En alg¨²n lugar de la serran¨ªa, a menos de 200 kil¨®metros de Santa Marta, capital del departamento colombiano del Magdalena, tras un viaje en camioneta y a pie, por paraje de trochas pero no inabordable, nos recibe Carlos Casta?o, jefe de todas las fuerzas contraguerrilleras de Colombia, al que rodean seis lugartenientes y una tropilla de medio centenar de hombres que evolucionan por los alrededores con encomiable seriedad militar para beneficio del fot¨®grafo que me acompa?a.
La contra se considera un movimiento patri¨®tico que combate, sobre todo, a las dos principales fuerzas insurrectas, las FARC, marxistas en su ret¨®rica tradicional, y el ELN, de ideolog¨ªa ca¨®tico-cristiana. Pero, cualesquiera que sean sus mejores intenciones, los hechos la convierten en factor de estabilizaci¨®n antisindical y de reglamentaci¨®n latifundista de la tierra. Casta?o no miente, sin embargo, cuando afirma que su fuerza representa a sectores cada vez m¨¢s amplios de la sociedad, "ganamos legitimidad d¨ªa a d¨ªa", y que dirige un movimiento pluriclasista. En estos d¨ªas en que balbucea el inicio de un di¨¢logo gubernamental con la guerrilla, la contra no quiere perder el tren de las conversaciones.
Casta?o cuenta para ello con convertir un d¨ªa a sus irregulares "en un partido pol¨ªtico, levemente girado al centro-izquierda porque no somos de extrema derecha por el hecho de que combatamos a la izquierda radical". En esa negociaci¨®n, que deber¨¢ comenzar el pr¨®ximo 7 de noviembre en cinco zonas despejadas de Ej¨¦rcito, de m¨¢s de 40.000 kil¨®metros cuadrados, entre el Gobierno del presidente Andr¨¦s Pastrana y las FARC, Casta?o quiere estar, antes o despu¨¦s, en una mesa paralela para obtener "lo mismo que se le ofrezca a la guerrilla" y vigilar un proceso "que pod¨ªa llevar a la balcanizaci¨®n del pa¨ªs".
Limitaci¨®n de privilegios
Casta?o, en un copioso ejercicio de moderaci¨®n, comprende que "se reconozcan ciertos privilegios a la guerrilla para lograr la paz, como cargos electivos -que la autoridad del Estado la ejerzan ellos, all¨ª donde se?orean-, pero no cesi¨®n de soberan¨ªa, territorio, ni ej¨¦rcito propios". El Congreso colombiano ha comenzado a discutir la semana pasada una prolija ley de reforma pol¨ªtica, de la que lo que cuenta a corto plazo es la concesi¨®n de facultades extraordinarias al presidente del Partido Conservador para que interprete con flexibilidad la Constituci¨®n en las inminentes negociaciones; es decir, probablemente para que, de poder a poder, autorice un canje de unos 250 soldados en manos de las FARC por presos convictos de la organizaci¨®n para que la guerrilla se avenga a discutir asuntos sustantivos como la erradicaci¨®n de la coca a cambio de ya veremos qu¨¦.
Para Casta?o es, sobre todo, b¨¢sico que la comunidad internacional supervise el proceso "para evitar que una guerrilla, que ha usado di¨¢logos anteriores para cobrar fuerza, hace falta que el mundo lo vea y sancione a quien no cumpla su palabra". ?Qui¨¦n es el mundo? En un particular Gotha de las relaciones internacionales, Casta?o enumera: "Estados Unidos, que es el imperio, nuestro socio principal, un pa¨ªs serio, y luego Alemania, Espa?a, Suiza...". ?Por qu¨¦ cree el comandante que las FARC, hoy con cuatro veces m¨¢s hombres en armas -cerca de 15.000- y territorio que hace 10 a?os, van a querer la paz?
"Han anacronizado la guerra. Ya no son los mesi¨¢nicos, los rom¨¢nticos de antes; y aunque dominen el sur del pa¨ªs, ¨¦se no es el pa¨ªs activo; han llegado ahora a su tope m¨¢ximo, sobre todo porque nosotros hemos convertido el conflicto en una guerra de alta intensidad y los presionamos empuj¨¢ndoles hacia la paz". En esa lucha "somos m¨¢s flexibles que el Ej¨¦rcito, nuestras bases est¨¢n m¨¢s pr¨®ximas al pueblo y podemos hacer cosas que los militares no pueden". Pagamos los fusiles que nos entregan los desertores de la guerrilla, y damos semillas para cultivar a los que se rinden. En el campo de batalla somos m¨¢s efectivos porque combatimos como irregulares. Yo aprend¨ª el arte de la guerra en la guerra, y peliamos como ellos". Y todo eso cuesta una plata. "Somos m¨¢s pobres que la guerrilla; nuestros sastres confeccionan los uniformes, contamos con m¨¦dicos de campa?a, a los que tengo p¨¢nico porque lo que mejor hacen es amputar, aunque son todos unos grandes profesionistas; muchas de nuestras armas las tomamos al enemigo [aunque la maquinaria a la vista es muy uniforme, nada improvisada a la fortuna, sino como adquirida en unos grandes almacenes de la muerte] y solamente pagamos a especialistas, como operadores de radio o expertos en inform¨¢tica, que cobran un m¨¢ximo de 800.000 pesos mensuales [75.000 pesetas]". ?Pero qui¨¦n paga? "Nos autofinanciamos. Los propietarios y gentes pudientes de la zona pagan una cuota, tanto si les gusta como si no, y si eso se llama extorsi¨®n, lo siento. Les damos protecci¨®n. Hay, adem¨¢s, una cuenta secreta a la que llegan suscripciones hasta de millones de pesos, que no sabemos qui¨¦n las hace". La evidencia de que si fuera secreta nadie podr¨ªa comprar su bono no parece impresionar al l¨ªder de la contra.
Errores del pasado
Acusados de cometer atrocidades para forzar al campesino a la sumisi¨®n, y de vivir de las cuotas de los cocaleros y de sus jefes, los narcos, Casta?o lo niega todo, pero no sin la habilidad de quien da un paso atr¨¢s para saltar dos hacia adelante. "Hemos cometido errores en el pasado, ha habido injustificables matanzas de campesinos. Son las caracter¨ªsticas del combate las que hacen que matemos dentro y fuera de la lucha; antes atac¨¢bamos a los colaboradores civiles de la guerrilla, pero eso se ha acabado. Y con la coca, igual, yo jam¨¢s he protegido a los narcos". En un abrupto ejercicio de objetividad, Casta?o muestra tambi¨¦n una cierta admiraci¨®n por sus adversarios. "Si la guerrilla no hubiera matado a mi padre en 1982, yo ser¨ªa hoy un guerrillero, aunque frustrado por el abismo que hay entre lo que dicen y lo que hacen, porque tienen, ?carajo!, un discurso que enamora. ?Por qu¨¦ nos estamos matando cuando lo que buscamos se parece tanto? No podemos aceptar su discurso promesero, pero sabemos que ellos son la consecuencia de la corrupci¨®n del Estado, como nosotros somos consecuencia de que ellos existan. Por eso yo ser¨ªa capaz de pedir a FARC y ELN que hici¨¦ramos una propuesta conjunta al Gobierno, porque ni ellos ni nosotros somos enemigos del pueblo. La paz s¨®lo la haremos los que libramos la guerra: ellos, nosotros y el Gobierno".
Casta?o no ignora, sin embargo, que la guerrilla antes ce?ir¨ªa el cilicio del anacoreta que aceptar una propuesta de los paras, puesto que exige su desmovilizaci¨®n como parte de la agenda de negociaciones.
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