Estrategia a la contra
Es posible que la urgencia por movilizar a un sector del electorado tradicionalmente pasivo o ausente haya aconsejado a los socialistas el empleo de todos los recursos agresivos que nos resulta ya tan familiar en periodo electoral. Los partidos de ¨¢mbito estatal, y muy especialmente el socialista, obtienen discretos resultados en Euskadi cuando se trata de elecciones generales; pero la ca¨ªda de participaci¨®n les resta una buena tajada de su clientela habitual en las auton¨®micas. Tal vez sacudiendo con gruesas palabras y despliegue de figuras a ese electorado de su abulia, puedan ahora recuperar el terreno normalmente cedido en este tipo de convocatoria electoral. Para lograr ese prop¨®sito, los socialistas han decidido presentar las elecciones del pr¨®ximo domingo como algo m¨¢s que unas simples auton¨®micas, pues si no fueran m¨¢s que eso su resultado podr¨ªa darse por descontado: neto triunfo para el PNV y lucha entre todos los dem¨¢s por asegurar la segunda posici¨®n. Eso lo sabe tambi¨¦n, naturalmente, el PNV, que despu¨¦s de amagar con que en las elecciones estaba en juego nada menos que el mel¨®n constitucional y el derecho de autodeterminaci¨®n, retir¨® r¨¢pidamente esa carga de profundidad contra su propia l¨ªnea de flotaci¨®n y se apresur¨® a tranquilizar al p¨²blico asegurando que ahora se trata no m¨¢s que del Parlamento vasco y que luego, all¨¢ por el 2000, habr¨¢ tiempo de discutir el dise?o del futuro, sin prisas.
El PSOE, sin embargo, por no caer al cuarto puesto de la clasificaci¨®n, se ha tomado las cosas con menos calma y ha montado una campa?a electoral en la que sus diversos l¨ªderes -y cuenta con muy variado surtido- se presentan como ¨²nicos garantes de la Constituci¨®n y defensores ac¨¦rrimos de la unidad de Espa?a. Es una apuesta arriesgada y una t¨¢ctica peligrosa porque les obliga a enfrentarse, por un flanco, a los nacionalistas en el terreno marcado por ellos, devolviendo declaraci¨®n por declaraci¨®n e insulto por insulto y entrando en la est¨²pida puja de lo que sea o deje de ser una naci¨®n; y, por el otro, al Gobierno, acus¨¢ndole de blandura con los nacionalistas, de mirar al techo, de que a su presidente "no le preocupa la cohesi¨®n de Espa?a" y otras ocurrencias por el estilo.
Arremetiendo simult¨¢neamente contra los nacionalistas y contra el Gobierno, los socialistas, adem¨¢s de quedarse solos con los suyos, no pueden evitar la impresi¨®n de que siguen a la defensiva, empecinados en una estrategia a la contra. Mientras el Gobierno, que juega ahora con todo el capital producido por la ¨²nica pol¨ªtica antiterrorista mantenida con coherencia y tes¨®n en los ¨²ltimos veinte a?os, puede mostrar una cara amable y marcar sin perder los nervios los tiempos de sus respuestas; y mientras los nacionalistas pueden volver ufanos a su habitual juego de la ambig¨¹edad, del que tantos r¨¦ditos siempre han obtenido, a los socialistas no les queda m¨¢s que el gesto bronco y la frase airada, las armas menos adecuadas para los tiempos que se avecinan.
Pues la cuesti¨®n es que el futuro de la pol¨ªtica vasca y espa?ola depender¨¢ de la capacidad de negociaci¨®n y pacto y, por tanto, de la firmeza y flexibilidad que muestren el Gobierno del Estado, sea cual fuere su signo, y el conglomerado de fuerzas nacionalistas, sea cual fuere la que se alce con la hegemon¨ªa en ese mundo. Para desempe?ar un papel activo en esa negociaci¨®n, la oposici¨®n socialista no tiene m¨¢s remedio que normalizar sus relaciones con el Gobierno y no derribar del todo los puentes que despu¨¦s de una larga historia aseguraban su comunicaci¨®n con los nacionalistas. Pero presentarse como el principal baluarte contra el nacionalismo y el implacable enemigo del Gobierno y plantear las elecciones del pr¨®ximo domingo como si lo que estuviera en juego fuera la unidad de Espa?a o la vigencia de la Constituci¨®n, s¨®lo redundar¨¢ en ventaja para el partido que hoy ostenta el Gobierno sin erosionar en nada las bases que sostienen a los partidos nacionalistas.
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