L Dos toques de humor [HH] negro
A medida que avanza la competici¨®n, empiezan a verse filmes en los que, a falta de una obra redonda, se apuntan algunas virtudes. Si anteayer una pel¨ªcula marroqu¨ª impactaba por la dureza de sus planteamientos, ayer fue el humor el protagonista en dos de las tres cintas a concurso. De Israel nos lleg¨® una ins¨®lita propuesta, Los 92 minutos de Mr. Baum de Assi Dayan. Una broma de poco m¨¢s de una hora que se toma un tema como el de la muerte con notable sentido del humor. Un hombre acude a la consulta de un exc¨¦ntrico m¨¦dico que le pronostica, con exasperante precisi¨®n matem¨¢tica, solamente 92 minutos de vida. Como si esa noticia le hubiera hecho el mismo efecto que una alta dosis de drogas alucin¨®genas, el futuro finado inicia un extra?o viaje en el que recaba las reacciones de sus allegados. Este particular periplo acaba resultando un divertido entretenimiento para el espectador si no se para a pensar que, en este macabro juego, se est¨¢ riendo de la muerte. Tambi¨¦n el humor forma parte del men¨² de Prisi¨®n a domicilio, el primer largometraje del franc¨¦s Christophe Jacrot, un brillante ejercicio de puesta en escena al servicio de una mordaz cr¨ªtica al sistema penitenciario galo. Un preso es sometido a un innovador experimento al ser adoptado por una familia de clase media que vive en un apacible pueblecito norte?o. El problema surge cuando se descubre que, por un error burocr¨¢tico, el penado resulta ser un sanguinario criminal y no un raterillo de poca monta. Con esos ingredientes, Jacrot adereza una ensalada de g¨¦neros en la que caben desde la comedia hasta el drama, pasando por el terror y el cine pol¨ªtico. Y no le sale nada mal. Aunque, en ocasiones, recuerde demasiado en sus esquemas a Eduardo Manostijeras, el filme se interna en cuestiones tan espinosas como los esc¨¢ndalos pol¨ªticos o la implantaci¨®n de la extrema derecha en la Francia profunda. De tan arriesgado collage sale airoso para componer una obra que, pese a algunas lagunas, destaca por su frescura visual y su aplomo. No se puede decir lo mismo de la tercera de las pel¨ªculas presentadas ayer, la tunecina Keswa, el hilo perdido. Obra de otra debutante, Kalthoum Bornaz, cuenta la historia de una joven que, al volver a su casa, es convencida para que lleve un rid¨ªculo traje tradicional para asistir a la boda de su hermano. El traje de marras (el keswa tunecino) es uno de esos vestidos que pesan m¨¢s de 30 kilos y que la protagonista va perdiendo, hilo por hilo, en su viaje hasta llegar a la ceremonia. Tan pesado como la indumentaria es el propio filme, un aburrido relato, con ¨ªnfulas de par¨¢bola pol¨ªtica, en el que la torpeza de su desarrollo es directamente proporcional al inter¨¦s que despierta su historia en el espectador. La sensaci¨®n que le queda, tras su visionado, es la de no tener muy claro cu¨¢l es peor castigo: si cargar con el plomizo traje o haber aguantado toda la proyecci¨®n.
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