En la Rusia del colapso
El 17 de agosto marc¨® el final de una ¨¦poca en Rusia. Ese d¨ªa, la imponente pir¨¢mide financiera erigida por los sucesivos gobiernos de Bor¨ªs Yeltsin para tapar los agujeros del Estado se hundi¨®, sepultando bajo sus escombros a la elite dirigente neoliberal y al sistema bancario del pa¨ªs. De la noche a la ma?ana, los bancos se encontraron con unas obligaciones del Tesoro, calculadas en cientos de miles de millones de rublos, cuyo reintegro ha sido aplazado hasta el d¨ªa del juicio final. Adem¨¢s de su insolvencia frente al extranjero, tambi¨¦n han declarado su incumplimiento para pagar a sus depositarios rusos. Los fondos de inversi¨®n y bancos occidentales, que durante los dos ¨²ltimos a?os prosperaron en el mercado ruso, "el m¨¢s prometedor de los pa¨ªses emergentes", han perdido la apuesta. De creerles, sus p¨¦rdidas se elevan a 100.000 millones de d¨®lares (14 billones de pesetas). As¨ª pues, la numerosa comunidad internacional ha empezado a hacer las maletas, despidiendo a unos 200.000 de sus empleados rusos. Yeltsin anul¨® sus charlas radiof¨®nicas semanales y no consider¨® ¨²til dirigirse al pa¨ªs por no saber explicar "el colapso". En ruso, hundimiento se dice coval, pero todo el mundo prefiere la palabra inglesa collapse para subrayar que el origen de la cat¨¢strofe del 17 de agosto era anglosaj¨®n, fruto de una pol¨ªtica dictada por el FMI y d¨®cilmente llevada a cabo por sus ¨¦mulos rusos, los "j¨®venes reformadores". Tras el colapso, el centro de Mosc¨², bellamente restaurado, lleno de tiendas de lujo, escaparate iluminado de la nueva Rusia, parece una ciudad balnearia en fin de temporada. Cada d¨ªa cierran varios comercios. Por doquier hay rebajas del 30%, 50% e incluso 70%, pero el cliente es un especimen raro. La gente visita el centro comercial de la plaza del Carrusel -cuatro plantas bajo tierra- para ver la obra fara¨®nica del alcalde de Mosc¨², Yuri Lujkov, pero las mercanc¨ªas de las grandes marcas occidentales ya no tienen compradores. En los hoteles de tres, cuatro o cinco estrellas, los precios bajan junto a los servicios. En el vest¨ªbulo, cada ma?ana hay una pila de Financial Times e International Herald Tribune para distribuir gratuitamente que por la noche siguen intactas. A todas luces, los escasos clientes ya no pertenecen al mundo financiero.
El espect¨¢culo es a¨²n m¨¢s desolador en los 90 casinos de Mosc¨² y en los restaurantes de lujo. Se dir¨ªa que los ricos moscovitas se esconden en sus casas, que ya no salen. ?Hay algo m¨¢s desolador que un gran restaurante en el que seductores cantantes y bailarinas c¨ªngaras se exhiben ante cuatro o cinco clientes? Estos artistas no permanecer¨¢n all¨ª por mucho tiempo. Seg¨²n un amigo bien informado, hay unos 1.500 despidos diarios. La venta de autom¨®viles ha bajado en un 90%. Corre el rumor de que los proveedores occidentales ya no entregan sus mercanc¨ªas y que pronto las tiendas estar¨¢n vac¨ªas. Por si esto fuera poco, los meteor¨®logos anuncian un invierno a¨²n m¨¢s riguroso que el de 1941, que tan duramente castig¨® al Ej¨¦rcito alem¨¢n.
Desde el 11 de septiembre, Eugeni Primakov, ex jefe del contraespionaje y posteriormente ministro de Asuntos Exteriores, se ha hecho cargo de la abrumadora tarea de sacar al pa¨ªs del abismo. Pragm¨¢tico, quiere resolver los problemas uno a uno, empezando por poner orden en el sistema bancario, indispensable para la reactivaci¨®n de la econom¨ªa. Se ha reunido varias veces con los principales banqueros, considerados unos "oligarcas" por ser los que hac¨ªan y deshac¨ªan en el Kremlin. Cuatro de ellos quieren ahora que su banco sea nacionalizado; cinco prefieren vender a los extranjeros y s¨®lo dos creen poder volver a salir a flote tras "el colapso". Un prestigioso economista, consejero de Primakov, me explic¨® con serenidad que el Gobierno no tiene ni las ganas ni los medios de hacer regalos a estos especuladores. Tampoco conf¨ªa en sus informes de actividad porque mientras se lamentan de su desgracia, esconden sus d¨®lares y siguen export¨¢ndolos al extranjero. "?No se puede impedir?". "Por el momento, no. Todos tienen una contabilidad doble o triple y est¨¢n estrechamente ligados a los servicios que supuestamente deben controlarlos. Pero al ser peticionarios, terminar¨¢n por aceptar la transparencia de sus cuentas".
Seg¨²n su opini¨®n, el sector bancario ruso est¨¢ tan desacreditado que en un futuro pr¨®ximo no podr¨¢ administrar los dep¨®sitos de la poblaci¨®n. En efecto, un nuevo dicho ruso proclama que "m¨¢s vale un rublo en el bolsillo que tres en un banco". La soluci¨®n ser¨ªa atraer a algunos grandes bancos de dep¨®sitos occidentales y autorizarles a abrir agencias a lo largo del pa¨ªs. Gracias a la confianza que inspiran, podr¨ªan reunir entre 20.000 y 60.000 millones de d¨®lares (de 2,8 a 8,4 billones de pesetas) que los rusos guardan en un calcet¨ªn. "Un aut¨¦ntico fil¨®n para invertirlo en nuestra industria", afirm¨® sonriendo, pero rectific¨®: "Tras el colapso, la gente desconf¨ªa tanto de nosotros que ni los bancos que solicitaron sin ¨¦xito instalarse en Rusia querr¨¢n hacerlo hasta que pase cierto tiempo". Para no terminar con una nota pesimista, a?adi¨® que en gran parte depender¨¢ de la habilidad de V¨ªctor Guerachenko, nuevo director del banco nacional, que en la ¨¦poca de la URSS supervisaba los bancos sovi¨¦ticos en el extranjero y conserva muchos amigos en los medios bancarios internacionales.
Si la situaci¨®n en la c¨²spide no es boyante, a¨²n es m¨¢s triste en la base. Mi amiga Victoria, una m¨²sico de unos 40 a?os, vive a 40 minutos del centro en metro, pero su barrio parece pertenecer a otro mundo. All¨ª, el alcalde de Mosc¨² no ha invertido nada en alumbrado. Tampoco se ha hecho nada para que la numeraci¨®n sea inteligible. La casa de Victoria tiene el n¨²mero dos, pero se encuentra en el centro de la calle. Sin la ayuda de una decena de transe¨²ntes resulta imposible de encontrar. Victoria es una de las "peque?as v¨ªctimas" del colapso. Su cuenta en d¨®lares en el Inmobank, uno de los m¨¢s prestigiosos del pa¨ªs, fue congelada el 17 de agosto. La misma suerte tuvieron 7,5 millones de rusos, de los que un tercio se qued¨® sin d¨®lares, y el resto, sin sus rublos. Para salvar lo que a¨²n puede salvarse, Primakov les aconsej¨® transferir sus cuentas al Sbierbank (la caja de ahorros), donde, a partir del 29 de noviembre, podr¨¢n disponer de su dinero. Victoria, divorciada y con un hijo que estudia a su cargo, sigui¨® la consigna del Gobierno, pero el 29 de noviembre s¨®lo sabr¨¢ en qu¨¦ agencia del Sbierbank se encuentra su cuenta. Y lo que es peor, sus d¨®lares ser¨¢n convertidos en rublos de acuerdo con la cotizaci¨®n del 1 de septiembre, es decir 9,33 rublos por d¨®lar, mientras que ¨¦ste vale ya entre 15 y 16 rublos. "Es un expolio", afirm¨® mientras pon¨ªa la mesa. A continuaci¨®n ech¨® la culpa a Yeltsin, ese merzaviets (cerdo) que le arranc¨® su voto en las elecciones de 1996. "Su lema preferido era: "Si no me votas, ser¨¢s t¨² el que perder¨¢"; hoy vemos el resultado", casi le dar¨ªa risa si el conjunto del pa¨ªs no estuviera minado por el colapso y otras desgracias. "Hemos vuelto a la ¨¦poca de Lermontov: "Rusia, pa¨ªs de esclavos, pa¨ªs de amos". ?Y qui¨¦nes son nuestros amos? En una entrevista a principios de septiembre, Anatoli Chub¨¢is -a¨²n era vicepresidente- dijo sin rubor que "my kinuli" a los occidentales por 20.000 millones de d¨®lares (2,8 billones de pesetas). Kinuli no viene en el diccionario; pertenece a la jerga de los ladrones y significa embaucar, atracar, estafar. ?Es normal que el vicepesidente de Rusia hable como un ladr¨®n y se jacte desvalijar al pr¨®jimo? Vuestros gobiernos y banqueros, ?no comprendieron de qu¨¦ estaba hecha la elite yeltsiniana?"
Victoria tiene cuentas pendientes con los comunistas porque, en tiempos de la URSS, en sus mejores a?os como artista, le impidieron viajar a Occidente. Pero defiende a Primakov e incluso a sus ministros que pertenecen al Partido Comunista o al Partido Agrario. Porque se interesan por los que sufren, no cobran los salarios o las jubilaciones. "Estamos hartos de los discursos de los j¨®venes reformadores sobre esa Rusia que necesita ricos. Gracias a Primakov, ya no o¨ªmos esta est¨²pida cantinela". Su hijo, un mocet¨®n de aspecto t¨ªmido, interrumpe de pronto: "Mam¨¢, no hay que permitir que esos ladrones salgan tan bien librados. Hoy he le¨ªdo que vendieron por 7.000 millones de d¨®lares unas empresas que, por lo bajo, val¨ªan 200.000 millones . Alguien debe responder por ello, ?o no?". Sacha tiene una beca de 80 rublos al mes y gana 100 trabajando dos o tres horas en una radio. Pero una entrada para el partido de f¨²tbol Francia-Rusia cuesta como m¨ªnimo 200 rublos. "S¨®lo por esto, enviar¨ªa a los j¨®venes reformadores al Kolima ", dijo riendo.
Eugeni Primakov tambi¨¦n es un apasionado del f¨²tbol. Durante dos semanas seguidas, con motivo de partidos internacionales, acudi¨® al estadio Luzniki y al anunciarse su llegada el p¨²blico le ovacion¨®. Ning¨²n otro primer ministro, ni sobre todo Yeltsin -profusamente silbado el a?o pasado- ha tenido tanto ¨¦xito. M¨¢s a¨²n: durante la jornada de protesta nacional del 7 de octubre, en la que participaron 35 millones de rusos, pr¨¢cticamente no hubo consignas contra Primakov. Muchos rusos quieren que tome el relevo de Yeltsin no por tres meses, en caso de marcha de este ¨²ltimo, sino por cuatro a?os, como su sucesor electo. S¨®lo son especulaciones poco realistas, porque ha superado la edad prevista por la Constituci¨®n para ser candidato. Nadie sabe explicar racionalmente la popularidad de este hombre de 67 a?os que no tiene en su haber ning¨²n logro pol¨ªtico y que incluso ahora avanza a ritmo de caracol. Pero el pa¨ªs, asqueado de los j¨®venes doctrinarios monetaristas y de su moribundo presidente, necesita un pragm¨¢tico que quiera reparar, pieza a pieza, la m¨¢quina semidestruida del Estado y de la econom¨ªa rusos. Queda por saber si este capital de confianza puede durar. Lo sabremos durante el invierno, primera gran prueba para Eugeni Maximovich, "hombre del pueblo" al que los taxistas a menudo llaman familiarmente "Genia".
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