El p¨¦ndulo de Al¨¢
Cuando hace unas semanas fue hecha p¨²blica por los talibanes la noticia de la muerte de los diplom¨¢ticos iran¨ªes apresados en Mazar-i-Sharif, el pa¨ªs pareci¨® al borde de la guerra. El gu¨ªa supremo de la Revoluci¨®n, ayatol¨¢ Jamenei, anunci¨® tres d¨ªas de luto nacional y ofreci¨® sus condolencias a toda la naci¨®n y a las familias de los asesinados. Pero ante todo dio su p¨¦same al Imam Oculto, el duod¨¦cimo imam descendiente de Al¨ª, califa yerno del profeta, el cual seg¨²n la creencia shi¨ª desapareci¨® voluntariamente el a?o 874 y que alg¨²n d¨ªa volver¨¢ a la tierra para implantar definitivamente el reinado de Al¨¢. Las palabras de Jamenei en d¨ªas sucesivos, en especial su imponente discurso pronunciado el d¨ªa 15 ante los enardecidos guardias revolucionarios, suger¨ªan el desencadenamiento de esa misma guerra, incluyendo adem¨¢s una proyecci¨®n interior contra quienes abusan de la libertad de prensa. Los adversarios interiores y los exteriores se fund¨ªan en la misma acusaci¨®n: "El enemigo se ha embarcado ahora en un asalto contra la fe del pueblo y por desgracia algunos grupos descarriados ayudan al enemigo en el cumplimiento de ese fin. Aquellos que no tuvieron una presencia activa en la sagrada defensa, la guerra de 1980-1989 por la invasi¨®n iraqu¨ª, desarrollan hoy una peligrosa acci¨®n cultural para borrar la memoria de la sagrada defensa del pa¨ªs". El espectador de la televisi¨®n iran¨ª ten¨ªa la impresi¨®n de que la acci¨®n militar contra los talibanes era s¨®lo cuesti¨®n de horas y que la crisis b¨¦lica ser¨ªa aprovechada para limpiar la casa de todo residuo de pensamiento laico. Todo ello legitimado por la sangre de los m¨¢rtires, componente tradicional de la mentalidad shi¨ª. Sin embargo, no fue as¨ª. Sobre los muros de cualquier ciudad iran¨ª puede leerse la consigna de que "obedecer a Jamenei es obedecer a Jomeini", pero ser¨ªa err¨®neo pensar que el actual liderazgo religioso dispone de los mismos resortes de mando absoluto que obtuvo el fundador de la Rep¨²blica isl¨¢mica. No todo es obediencia a la hierocracia que encarnan los altos jerarcas religiosos y tal vez por eso la crisis de Afganist¨¢n se encamina hacia una salida opuesta a la prevista inicialmente de car¨¢cter b¨¦lico, apuntando hacia una creciente integraci¨®n de Ir¨¢n en el orden internacional. El levantamiento de la fatwa condenatoria de Shalman Rushdie ser¨ªa la expresi¨®n m¨¢s clara de esa voluntad: preservar el car¨¢cter isl¨¢mico de la Revoluci¨®n no debe equivaler a una restauraci¨®n en nuestro tiempo de los procedimientos que en la Edad Media patentaran los asesinos, seguidores del "viejo de la Monta?a", para la ejecuci¨®n de los adversarios.
Con todas las cautelas que siguen inspirando los valores culturales de Occidente y el recelo ante Estados Unidos, cobra forma en medios oficiales iran¨ªes la idea de que su visi¨®n del Islam ha de llevar el sello de la tolerancia por contraste con la intransigencia sunnita que inspira el wahabismo de la Arabia Saud¨ª y que en Afganist¨¢n se est¨¢ consolidando a sangre y fuego merced a la victoria de los talibanes. Por mucho que ello pueda sorprender al lector occidental, la prensa iran¨ª contrapone en estos d¨ªas el reconocimiento del status jur¨ªdico de la mujer y el rechazo del terrorismo en Ir¨¢n con el aplastamiento de aquella y las pr¨¢cticas sanguinarias que caracterizan a los talibanes: "La Rep¨²blica isl¨¢mica de Ir¨¢n ha sido durante mucho tiempo v¨ªctima del terrorismo", apuntaba Iran News, el 21 de septiembre, para afirmar a continuaci¨®n que "la Rep¨²blica isl¨¢mica de Ir¨¢n ha promovido siempre el concepto de los derechos de la mujer" (sic). Los peri¨®dicos de Teher¨¢n no se limitan aqu¨ª al caso afgano y persiguen todo intento de penetraci¨®n de lo que llaman el "extremismo isl¨¢mico", de signo wahabita, en los pa¨ªses de la regi¨®n, como Tayikistan. Es una b¨²squeda evidente de cambio de imagen respaldada por el tono y el contenido de la intervenci¨®n del presidente Jatami ante la asamblea de las Naciones Unidas y sus declaraciones a la prensa internacional.
Para entender lo que ocurre en Ir¨¢n hay que partir de que en contra de lo que se suele creer y escribir, el shi¨ªsmo en su versi¨®n Jomeini no es un fundamentalismo isl¨¢mico. La noci¨®n de fundamentalismo implica desde sus or¨ªgenes la fidelidad absoluta al contenido literal de un texto sagrado sea la Biblia o el Cor¨¢n. Es lo que representa la fe isl¨¢mica mayoritaria, el sunnismo, donde en torno al Cor¨¢n se tejen unos dogmas inamovibles respecto de los cuales s¨®lo cabe una aplicaci¨®n a otros temas por analog¨ªa. En el l¨ªmite, la ortodoxia vigente en la Arabia Saud¨ª, s¨ªmbolo de actitud extremista para los iran¨ªes, excluye toda modificaci¨®n y propone recuperar los valores originarios del Islam. Por el contrario, el Islam shi¨ª reconoce la perspectiva de una interpretaci¨®n creativa del texto sagrado a cargo del imam o l¨ªder religioso, en la estela de esos seguidores de Al¨ª que a mediados del siglo IX desaparecieron por tiempo indeterminado con la figura del Imam Oculto, infalible como lo fuera Al¨ª. Es el papel que en la segunda mitad de nuestro siglo asume frente a la impiedad del Shah el ayatol¨¢ Jomeini. Expl¨ªcitamente puede hacer proposiciones m¨¢s all¨¢ de la ley cor¨¢nica, reconstruir la concepci¨®n isl¨¢mica del poder pol¨ªtico y convertirse de hecho en el profeta de esa nueva sociedad que en veinte a?os ha borrado dos mil quinientos de historia. Visto todo desde un enfoque occidental ese cambio puede parecer un enorme retroceso; realmente, la transformaci¨®n introducida en la sociedad y en la pol¨ªtica iran¨ªes conjuga los elementos de repliegue con los que larvadamente pueden llevar a una mutaci¨®n democr¨¢tica.
Jomeini rechazaba la monarqu¨ªa del Shah y tambi¨¦n una democracia de tipo occidental. Su f¨®rmula era el gobierno de los faqu¨ªes, de los expertos en la ley isl¨¢mica presididos por el Gu¨ªa Supremo de la Revoluci¨®n, ¨¦l mismo, pero no administran directamente la sociedad, sino que abren el cauce de una participaci¨®n democr¨¢tica en el marco de la hegemon¨ªa absoluta del Islam. Nada en el Cor¨¢n apuntaba a semejante r¨¦gimen y la innovaci¨®n se justifica porque Jomeini era consciente de que el poder del Islam hab¨ªa de responder al doble reto de la civilizaci¨®n moderna, asumiendo sus logros t¨¦cnicos pero eliminando todo riesgo de laicismo (corrupci¨®n, degeneraci¨®n, libertad sexual). Para alcanzar ese fin, garantizando la soberan¨ªa de Al¨¢ era preciso el liderazgo institucionalizado de los faqu¨ªes. La depuraci¨®n radical de las costumbres, con el alcohol y las mujeres como blancos principales constituy¨® la manifestaci¨®n inicial de esa hegemon¨ªa recuperada de lo sagrado. La captura de rehenes norteamericanos y la guerra impuesta por Irak sirvieron para garantizar la cohesi¨®n social bajo el poder religioso. Islam primero nacionalismo a continuaci¨®n. Y sobre una tupida red de represi¨®n policial, todav¨ªa hoy vigente, ayatol¨¢s y generales. No en vano el jefe de las fuerzas armadas depende, no del presidente de la Rep¨²blica sino del Gu¨ªa de la Revoluci¨®n.
Son dos niveles, el religioso-pol¨ªtico y el pol¨ªtico, donde el primero se impone siempre al segundo, especialmente mientras vive Jomeini. Luego el alto clero shi¨ª seguir¨¢ en el v¨¦rtice pero teniendo
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que contar con la opini¨®n p¨²blica expresada a trav¨¦s de las consultas electorales. Unas veces porque sale elegido el candidato menos intransigente, caso de Jatam¨ª en las recientes presidenciales, otras porque los votantes se desentienden de los cuerpos religiosos: en la ¨²ltima elecci¨®n para la Asamblea de Expertos faqu¨ªes, previamente filtrados por el Consejo de Guardianes, intervino s¨®lo el 37% del electorado. Su renovaci¨®n, el pr¨®ximo viernes 23 de octubre, es vista as¨ª como una prueba de fuego para el buen funcionamiento de ese sistema donde los elegibles son religiosos, el gu¨ªa y los guardianes est¨¢n por encima del presidente y del Majlis o Parlamento, hoy conservador, aun cuando pueda manifestarse la tensi¨®n generada en la sociedad civil. Es la baza que est¨¢ jugando h¨¢bilmente Jatam¨ª para promover la estabilizaci¨®n y la apertura a un tiempo.
De momento, las mujeres y los intelectuales son los perdedores, por este orden, si bien no desaparece cierta capacidad de juego, no tanta como acaba de probar el cierre del peri¨®dico Tous y la presi¨®n a los periodistas. El chador es signo de pudor, pero sobre todo es condici¨®n subalterna, de incomodidad y de falta de higiene en verano: la mujer se presenta siempre como ser inferior -ejemplo: cualquier chiquillo puede pegar con sa?a en p¨²blico a su hermana mayor sin que ¨¦sta se defienda-, y por a?adidura, hediondo. Como contrapartida, en Ir¨¢n la mujer no desaparece de la superficie social y ejerce las m¨¢s variadas profesiones, alcanzando incluso la condici¨®n de parlametaria y de ministra. Una tensi¨®n similar se da en el campo de la informaci¨®n. De ah¨ª el malestar de los tradicionales y el valor de un Jatam¨ª que lee a Alexis de Tocqueville para comprender a Estados Unidos. "No hay que fiarse nunca de un mollah", de un cl¨¦rigo shi¨ª, dice en Ir¨¢n un proverbio laico. Pero, dada la configuraci¨®n de ese poder dise?ado por Jomeini, solamente desde la instancia religiosa pueden ser abordados los procesos de cambio.
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