Vaya una Superliga que se avecina
Hay partidos en que al ¨¢rbitro le da igual que las faltas no se saquen donde se han producido. A qui¨¦n le importa. Suele ocurrir en esos encuentros a los cuales apenas asiste p¨²blico y que m¨¢s bien parecen un ensayo general con el vestuario de la funci¨®n. Y que nadie dir¨ªa que forman parte de una Superliga europea. As¨ª transcurri¨® ayer el Madrid-Sturm Graz, dentro de una fase final con 24 equipos de los cuales apenas 12 o 13 representan al verdadero prestigio del f¨²tbol. El n¨²mero total de participantes puede darse por v¨¢lido porque siempre ha de quedar un hueco para los que se abren paso entre los grandes, de modo que la fase previa entre clubes con menor puntuaci¨®n en las listas de la UEFA tenga sentido. Eso obliga a soportar un partido como el de ayer, donde los espectadores pudieron ver otra serie de goles del Real Madrid marcados con la izquierda -como casi todos- pero en un choque que hace mal honor a tan contundente palabra.
Un partido en el cual un equipo marca seis goles jugando a la pata coja -de hecho el Madrid juega a la pata coja cualquier partido, ayuno siempre de su banda derecha-, con 30.000 espectadores en un estadio de casi 100.000, no es un partido que valga la pena. Se pueden soportar un par de ellos as¨ª en cada estadio dentro de la gran competici¨®n europea, pero el proyecto de la UEFA de componer una fase final con 32 clubes no es m¨¢s que eso, una componenda.
El Brondby y el Manchester (2-6) proporcionaron ayer un argumento similar. Espect¨¢culos as¨ª no vienen mal para estirar las piernas y dar cabida a las goleadas antes de que los equipos italianos entren en su esplendor. Pero ampliar la proporci¨®n de ahora hasta el aburrimiento no har¨¢ ning¨²n favor ni al f¨²tbol, ni a la UEFA, ni a los jugadores, ni a los equipos, ni al p¨²blico. Constituir¨¢ un atentado contra la gallina que fabrica las emociones y acercar¨¢ el f¨²tbol al sopor del baloncesto, donde los encuentros en la cumbre s¨®lo llegan, como siempre, al final. El resto se llama pre¨¢mbulo, despistar al personal y marear la perdiz.
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