Pinochet y Espa?a
En la paz de un domingo, rodeado de peri¨®dicos y atento como nunca a los informativos, leo, oigo y veo con una gran satisfacci¨®n, la mayor en mucho tiempo, que el ex dictador Pinochet puede visitar Espa?a. Lo har¨ªa por segunda vez. Fue la primera para asistir al entierro del general Franco, al que tanto admiraba, lo que hizo luciendo un precioso uniforme al tiempo que era aclamado por los ultras de turno que vociferaban: "Pino, Pino, Pinochet". No pudo quedarse a la recepci¨®n del nuevo jefe del Estado, el rey don Juan Carlos, pues seg¨²n entonces se dijo, los altos dignatarios extranjeros que vinieron para tal ocasi¨®n, pusieron como condici¨®n que semejante personaje no estuviera presente en esa ceremonia. Gusto loable el de ellos y el de nuestro rey. Pero al cabo de 23 a?os, don Augusto, senador vitalicio por su voluntad, es posible que visite Espa?a por un motivo bien distinto. Ser¨ªa por el empe?o de un juez que tiene abierto un procedimiento penal contra su persona por delitos cometidos durante su larga dictadura fascista: terrorismo, genocidio, torturas y desapariciones, siendo v¨ªctimas de esas lindezas compatriotas nuestros.
Se encuentra el tirano detenido en Londres, en la creencia de que goza de una inmunidad diplom¨¢tica, que, al parecer, las autoridades inglesas no reconocen. Debido a ello, es posible que ese juez se traslade a la capital brit¨¢nica para recibirle declaraci¨®n sobre los hechos perseguidos como paso previo a una posible extradici¨®n.
Dudoso es que don Augusto se preste a declarar. Pero ser¨ªa sumamente interesante o¨ªr no s¨®lo que no tiene nada de qu¨¦ arrepentirse durante su golpe permanente, sino que, de darse las mismas circunstancias, volver¨ªa a hacer lo mismo, como machaconamente ha venido repitiendo. La satisfacci¨®n que dec¨ªa es la que, sin duda, tiene cualquier dem¨®crata, cualquier persona con un m¨ªnimo de sensibilidad ante hechos tan terribles. Pero siendo ello as¨ª, no puedo olvidar mi condici¨®n de fiscal y, como tal, ser¨¦ respetuoso por el momento con la postura que oficialmente mantiene nuestro ministerio.
En efecto. Hace unos 10 meses, expres¨¦ mi parecer, desde estas mismas p¨¢ginas, sobre la competencia de los ¨®rganos judiciales espa?oles para perseguir tan execrables hechos como los que se atribuyen a Pinochet y a la dictadura argentina. Fue tras una Junta de fiscales de Sala en la que, mayoritariamente, se acord¨® la no competencia de nuestros tribunales con el voto en contra de tres de sus miembros y alguna que otra abstenci¨®n. No repetir¨¦ ahora lo entonces defendido, salvo que quienes apoyamos la competencia espa?ola, no lo hicimos de cara a la galer¨ªa como alguien nos atribuy¨®. Lo hicimos por convicci¨®n, interpretando la legislaci¨®n nacional e internacional. Competencia por lo dem¨¢s, reconocida por varios pa¨ªses, gracias a lo cual, han podido avanzar las investigaciones.
Es lo cierto que, desde entonces, el ministerio fiscal ha adoptado una postura beligerante ante la sostenida por los jueces y dem¨¢s partes personadas. Pues bien; como quiera que dentro de muy poco tiempo, la Sala de lo Penal de la Audiencia decidir¨¢ de una vez por todas esa cuesti¨®n, esperemos respetuosamente su decisi¨®n.
Si ¨¦sta es negativa a esa pretensi¨®n, he de decir como fiscal, no otra cosa cabr¨ªa, que la respetar¨¦ escrupulosamente. Pero si se admite la competencia espa?ola, como tantos pensamos en estos momentos, la situaci¨®n es indudable que habr¨¢ de cambiar radicalmente.
Y as¨ª debe ser. Porque como lo que no puede negarse es la existencia de los cr¨ªmenes perseguidos, el ministerio fiscal a partir de ese momento, no se me alcanza que pueda adoptar entonces postura distinta a la de ser beligerante en la persecuci¨®n de los mismos. No podr¨ªa explicarse, llegado el caso, una calificaci¨®n absolutoria si procesados hubiere en una y otra causa. Seguro estoy de ello.
Cosa distinta ser¨¢, si ese momento llega, la de cu¨¢ntos procesados podr¨¢n sentarse en el banquillo de los acusados, ocupe o no asiento nuestro protagonista de hoy, lo que la investigaci¨®n dilucidar¨¢. Pero si el general Pinochet ocupara en ¨¦l un sitio de honor -es un decir-, le deseo sinceramente una feliz estancia en Espa?a, en la seguridad de que tendr¨¢ todas las garant¨ªas que proporciona un Estado de Derecho. Las que ¨¦l neg¨® a sus v¨ªctimas.
Esperanzador es, de otra parte, que miembros de nuestro Gobierno hayan manifestado que respetan y respetar¨¢n las decisiones de nuestros tribunales. Ello parece obvio por ser lo correcto, pero bueno es saberlo.
S¨¦ perfectamente que el asunto no es pac¨ªfico en Chile. Pero si no lo es, s¨®lo a ese general es debido. Que es torpe, lo demuestra el hecho de trasladarse a Londres sabiendo que existen procedimientos abiertos contra su persona y si la investigaci¨®n lo avala, podr¨¢ perfectamente solicitarse su extradici¨®n. Pero sepa ¨¦l y el buen pueblo chileno, todos los chilenos, que nadie en este pa¨ªs desea venganza contra quien penosamente rigi¨® sus destinos, sino simplemente que se haga justicia.
Pero venga o no a nuestro pa¨ªs tan augusto personaje, sus cr¨ªmenes nunca ser¨¢n olvidados. Recordemos a Bertolt Brecht: "General, tu tanque es poderoso/ arrasa un bosque y aplasta a mil hombres/ pero tiene un defecto: necesita un conductor. General, tu bombardero es poderoso/ vuela m¨¢s r¨¢pido que la tormenta y carga m¨¢s que un elefante/ pero tiene un defecto: necesita un piloto. General, el hombre es peligroso/ puede volar y puede matar/ pero tiene un defecto: puede pensar". Que se defienda bien ante el juicio de los mortales, si tan feliz acontecimiento llega, que el juicio de la Historia ya ha emitido sentencia.
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