El derecho a la dependencia
Proclamo el derecho a la dependencia de los pueblos. Proclamo el derecho de los pueblos a depender los unos de los otros. Y proclamo que el Siglo XXI ser¨¢ el de la fusi¨®n, la mezcla, el intercambio, la coexistencia, la comprensi¨®n, la acogida y la interdependencia, o no ser¨¢ un Siglo democr¨¢tico. Hasta ahora hemos tratado, honestamente, a la independencia como un derecho y a la dependencia como una necesidad. Hasta ahora hemos cre¨ªdo, honestamente, que los pueblos quer¨ªan ser independientes aunque sab¨ªan que para sobrevivir depend¨ªan los unos de los otros. Hasta ahora, a la independencia le ha correspondido, honestamente, la poes¨ªa de los patriotas y el discurso de los diputados y a la dependencia, s¨®lo el c¨¢lculo de los economistas. Pues bien, hoy la situaci¨®n, pese a parecer lo contrario, ha cambiado, se ha invertido. Hoy los pueblos independientes est¨¢n a un paso de exigir su derecho a ser interdependientes y la cuesti¨®n es si los pol¨ªticos dispondremos del manual te¨®rico apropiado cuando esta reclamaci¨®n empiece a generalizarse. Hoy la causa de la democracia es m¨¢s la solidaridad que la autarqu¨ªa, m¨¢s la convivencia que las fronteras, m¨¢s el mestizaje que la desuni¨®n, m¨¢s la comunidad planetaria que la parcelaci¨®n comarcal y, por eso, yo proclamo el derecho de todo ser humano a que su pueblo sea dependiente, interdependiente, el derecho de todo ser humano a que su pueblo est¨¦ conectado. El derecho a la independencia es, sencillamente, un derecho de separaci¨®n. Enarbolada frente a una potencia invasora o frente a una fuerza de ocupaci¨®n, la independencia significa una liberaci¨®n positiva, sin embargo, si se plantea ante un igual al que se est¨¢ asociado, la independencia no es otra cosa m¨¢s que una ruptura de lazos comunes, tan dolorosa y desgarradora como cualquier ruptura de lazos comunes. El derecho de autodeterminaci¨®n es algo m¨¢s complejo. En pocas palabras, viene a comprender la facultad que todo pueblo deber¨ªa tener para decidir en cada momento el sentido de su destino y, as¨ª, poder optar por su secesi¨®n de otros o por su asociaci¨®n con otros. Lo cierto es que, tanto la independencia como la autodeterminaci¨®n, encuentran su fundamento en la capacidad sagrada que las personas poseen para formar sociedades libres y que, por lo tanto, desde un punto de vista pol¨ªtico, reconozco que no hay nada que objetar a su formulaci¨®n como principios democr¨¢ticos. Mi proclamaci¨®n de hoy tiene que ver con la Historia. En mi opini¨®n, tales nociones, primero la independencia y despu¨¦s la autodeterminaci¨®n, con toda su cola de pasi¨®n y orgullo, son m¨¢s propias de las circunstancias hist¨®ricas de los Siglos XVIII, XIX y XX, que de las del pr¨®ximo Siglo XXI. En mi opini¨®n, la lucha por la independencia de las naciones sometidas o colonizadas pertenece al tiempo de los Estados conquistadores, pero, para bien o para mal, nuestro tiempo ya no es ese. Ya no deber¨ªa ser ese. Actualmente, gracias a los medios de transporte y a las nuevas tecnolog¨ªas, el Planeta se ha convertido en una aldea, en el arrabal de una aldea, y sus necesidades de colaboraci¨®n vecinal ya no son las de la ¨¦poca de los imperios ultramarinos, con sus grandes barcos, sus casacas rojas, su labor evangelizadora y su guardia mora. Lo que pasa es que, a veces, en lugar de alzar la mirada a nuestro alrededor para comprender el mundo que nos rodea, intentamos que el mundo que nos rodea quepa en el escaso espacio que abarca nuestra mirada ca¨ªda y es, entonces, cuando cometemos la equivocaci¨®n fatal de pronunciarnos sobre el futuro con palabras del pasado, sin darnos cuenta de que la boca nos apesta a naftalina, a cerrado y a cocido de ayer. Es entonces cuando err¨¢ticamente creemos ser justos y santos hablando de independencia a un p¨²blico que, si no aprende a ser dependiente, a ser interdependiente, no sobrevivir¨¢. Considerar, el derecho a la independencia de los pueblos, uno de los objetos esenciales del debate p¨²blico ten¨ªa sentido en un marco hist¨®rico en el que una clase social numerosa, poderosa y emergente -la burgues¨ªa-, exig¨ªa mercados amplios, seguros y no intervenidos, o en el instante de la descolonizaci¨®n, pero, con sinceridad, deber¨ªamos reconocer que queda un poco fuera de contexto en la era de la globalizaci¨®n y que, ahora mismo, resulta una opci¨®n anticuada. La Historia nos ha cambiado mucho en muy poco y no estoy seguro de que nos hayamos dado cuenta del todo, no estoy nada seguro de que nuestra vieja agenda se corresponda con la nueva direcci¨®n de los acontecimientos. Tengo la sensaci¨®n de que el gobierno del Mundo es cada vez menos de los Estados independientes a los que tanta fuerza atribuimos y cada vez m¨¢s de no s¨¦ qu¨¦ poderes, capaces de desestabilizar con un movimiento burs¨¢til las econom¨ªas de toda Europa o de decidir qu¨¦ vamos a comprar o a qui¨¦n vamos a ignorar. Me parece que la multiplicaci¨®n infinita de emisores de informaci¨®n, provocada por el desarrollo de las redes digitales, puede poner en riesgo la supervivencia de la opini¨®n p¨²blica, fundamentada en hechos conocidos por todos, en la que sustentamos nuestra idea de legitimidad pol¨ªtica nacional y que, incluso, puede limitar las posibilidades que cada uno tenemos de recomponer la verdad tal cual es y no tal como nos la cuentan. Pienso que la defensa de la divisi¨®n de las personas por pa¨ªses, cuando el espacio geogr¨¢fico tiende a unificarse, empieza a ser una pura defensa de la separaci¨®n entre ricos y pobres en una Tierra que obligatoriamente compartimos. Creo que estos, entre otros, son los asuntos que deber¨ªan inquietarnos si fu¨¦ramos responsables y creo que, todo lo que tardemos en darnos cuenta, ser¨¢ necesario lamentarlo m¨¢s adelante. Porque lo lamentaremos. Yo quiero que mi Naci¨®n sea cada vez menos independiente, que no se separe de nada ni de nadie, que cada vez est¨¦ m¨¢s y mejor comunicada, que sepa repartir su riqueza y recibir otras riquezas, que sea solidaria, que reciba al que viene de la pobreza y de la guerra y del sue?o, que suscriba un tratado por el que se borren las rayas pintadas en el suelo, que se abra a otras culturas y a otras razas y a otras creencias, que se comprometa por la paz aunque la paz est¨¦ muy lejos, y por los bosques aunque los bosques est¨¦n muy lejos, y por los derechos humanos aunque los humanos est¨¦n muy lejos. Por eso, proclamo el derecho a la interdependecia de mi pueblo, de todos los pueblos, y, si otros quieren abrir el mel¨®n de la independencia all¨¢ ellos, porque yo, por mi parte, luchar¨¦ por compartir nuestra dependencia como se comparte el aire.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.