La lluvia de los domingos
Una de las secciones m¨¢s encantadoras de la prensa la constituyen esas noticias que comienzan as¨ª: "Cient¨ªficos americanos aseguran..." A continuaci¨®n aparece cualquier informaci¨®n inconcebible. Los incontables habitantes que pueblan Norteam¨¦rica permiten, estad¨ªsticamente hablando, que all¨ª resulte verdadera la c¨¦lebre sentencia de que hay gente para todo. Y es que la naci¨®n de Whitman, adem¨¢s de sus nativos (a los que siempre atribu¨ªmos una inmarcesible ingenuidad) cuenta con un gran alimento demogr¨¢fico: la incesante provisi¨®n de cerebros privilegiados que se fugan del Tercer Mundo, de los pa¨ªses del Este, de la misma Europa Occidental, y acaban desovando su et¨¦reo valor a?adido en un campus universitario de Kentucky. El mejor especialista en ¨¢mbar del per¨ªodo Cret¨¢cico (s¨ª, ese que extraen ahora en Pe?acerrada) o la mayor autoridad en lengua fenicia se dirigen ahora mismo en bicicleta, con aire distra¨ªdo, a su correspondiente departamento de la Universidad de Alabama, y adem¨¢s se apellidan Fern¨¢ndez, Petrovic o Hun-Kung-Seng. Recientemente la revista Nature daba cuenta de uno de esos descubrimientos que alumbran tan esforzados catedr¨¢ticos: el profesor Randall Cerdany y su equipo de la universidad de Arizona han analizado las precipitaciones ca¨ªdas en la costa este de Norteam¨¦rica de 1979 a 1995, y demostrado fehacientemente que los s¨¢bados y los domingos llueve un 12% m¨¢s que entre semana. Ello se debe, por supuesto, a la acci¨®n humana: las industrias funcionan a pleno rendimiento durante los d¨ªas laborables y al m¨ªnimo en los d¨ªas de descanso. Se prev¨¦ que, si las emisiones contaminantes siguen al ritmo actual, el contraste se har¨¢ a¨²n m¨¢s pronunciado. Ahora la precipitaci¨®n media, por ejemplo, de los domingos llega a 625 litros, mientras que los martes o los mi¨¦rcoles el riesgo de lluvia es menor y la media se reduce a 560. Sencillamente asombroso. O sencillamente tr¨¢gico. El estudio se refiere a Estados Unidos, pero sin duda el fen¨®meno no nos resulta ajeno. En efecto, usted, trabajador, lleva a?os barruntando que durante los fines de semana hace peor tiempo que en los d¨ªas laborables. Pues bien, usted no es un resentido, ni un amargado, ni uno de esos sujetos desequilibrados que mantienen con la realidad una pugna obstinada y delirante. En modo alguno. Usted es sencillamente una mente preclara. La ciencia le carga de razones y elimina, de paso, su aprensi¨®n a haber entrado en un proceso de neurosis. Siempre nos ha embargado la sospecha de que durante los s¨¢bados es probable que diluvie, mientras que en martes tiende, por lo general, a lucir un sol espl¨¦ndido. Se trata de una rigurosa evidencia, medida con paciencia por esos americanos que ya lo han medido todo y a los que adem¨¢s, por ser americanos, hay que creer a pies juntillas. Nos vienen ahora a la memoria esas semanas traicioneras en que alumbraba un sol c¨¢lido durante largas jornadas hasta que, de pronto, como a eso de las seis de la tarde del viernes, el cielo se oscurec¨ªa bajo una nube tenebrosa. Comenzaba a diluviar y se dinamitaban todos nuestros planes. Durante a?os hemos cancelado excursiones a la costa con motivo de s¨²bitos tifones, hemos desistido de organizar farras nocturnas porque azotaba el granizo, hemos recluido a los ni?os en las casas ante la amenaza de huracanes, remolinos o tornados. Y, en efecto, al lunes siguiente la naturaleza volv¨ªa a mostrarse razonable y nos obsequiaba con una temperatura deliciosa. El sentimiento de intensa expropiaci¨®n que nos asalta en las sociedades hiperdesarrolladas no se limita a la dimensi¨®n cuantitativa: se extiende tambi¨¦n a la cualitativa. No s¨®lo nos han arrebatado muchas horas en abstracto, sino que con ellas se han ido los mejores d¨ªas de primavera. Agradecemos al profesor Cerdany que apuntale con s¨®lidas razones nuestro irracional resentimiento. Ganar¨¢s el pan con el sudor de tu frente, es cierto, pero adem¨¢s descansar¨¢s mientras caen chuzos de punta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.