"Donde se mira Renard es en la vida"
Excelente noticia literaria: Grijalbo publica una antolog¨ªa del Journal de Jules Renard (1864-1910), el fino y profundo escritor franc¨¦s. El eco espa?ol de uno de los grandes memorialistas franceses se reduc¨ªa hasta ahora a otras dos antolog¨ªas, muy dif¨ªciles de encontrar: la de Austral, de 1952, a cargo de Antonio Dorta, y la argentina de Fabril Editora; y a la selecci¨®n de aforismos Pensar no basta, que Jos¨¦-Manuel Martos realiz¨® para Pen¨ªnsula hace un par de a?os. Josep Massot e Ignacio Vidal-Folch son los responsables de esta nueva edici¨®n, que se present¨® ayer. Los dos son periodistas barceloneses, el primero en La Vanguardia y el otro en EL PA?S. Vidal-Folch, adem¨¢s, escribe cuentos y novelas. La ¨²ltima de entre ellas, La libertad (Anagrama 1996), obtuvo un reconocimiento cr¨ªtico considerable. El d¨²o de ant¨®logos funciona con complicidad y no pone inconvenientes a que en sus respuestas no se identifique lo que corresponde a cada uno. Pregunta. ?Cu¨¢nto hay del original en esta antolog¨ªa? Respuesta. Una cuarta parte, aproximadamente. P. ?Se plantearon la posibilidad de darlo completo? R. Siempre piensas en ello, pero la verdad es que en el Journal hay pasajes que no nos gustan demasiado; por ejemplo, sus descripciones de la naturaleza. Luego hay otros, referidos fundamentalmente a la sociedad literaria, cuya comprensi¨®n contempor¨¢nea necesitar¨ªa de un aparato explicativo muy abundante, y cuya relevancia tampoco nos ha parecido esencial. Lo que s¨ª podemos asegurar es que lo que hay aqu¨ª es buen¨ªsimo. P. ?Y qu¨¦ hay? R. Hay tres niveles de lectura, dir¨ªamos. Primero est¨¢ el testimonio de una ¨¦poca, marcada por Verlaine y Mallarm¨¦, y por todo lo que cada uno de ellos representa respecto al fin y al principio de dos aventuras est¨¦ticas. Y una ¨¦poca, adem¨¢s, donde se est¨¢ incubando el fascismo. Luego, est¨¢ en el diario la novela de su vida, descrita con mucha radicalidad. Y por ¨²ltimo est¨¢ su veta afor¨ªstica, que lo vincula directamente con la gran tradici¨®n de la cultura francesa con La Bruy¨¨re, La Rochefoucauld, Chamfort, Joubert, etc¨¦tera. P. ?Hay algo parecido a Renard en la literatura espa?ola? R. A Renard lo leyeron mucho sus contempor¨¢neos espa?oles, la generaci¨®n del 98, G¨®mez de la Serna, Pla. Este ¨²ltimo es, tal vez, el m¨¢s parecido. P. Renard se muestra mucho m¨¢s interesado que Pla en el an¨¢lisis de s¨ª mismo. R. Bueno, es que aqu¨ª siempre ha costado mucho explorar la intimidad. En Espa?a ha habido tradicionalmente mucho pudor y recato. Las memorias espa?olas o son ajustes de cuentas o son memorias como m¨¢scaras. Renard practica un autoan¨¢lisis muy poco complaciente, en especial cuando revela la tensi¨®n que padece entre la ambici¨®n de la pureza literaria y la ambici¨®n meramente arribista. Como es tan despiadado consigo mismo, resultan muy cre¨ªbles las impiedades que practica con los otros. En este sentido, es muy interesante la manera como desenmascara las imposturas literarias de su generaci¨®n. Su mofa del vocer¨ªo literario, de los umbrales y mar¨ªas de su tiempo, es demoledora y muy higi¨¦nica. P. No confiaba mucho en s¨ª mismo, pero al mismo tiempo muri¨® sabiendo que hab¨ªa rematado una obra ejemplar. R. ?l, desde su juventud, arrastra problemas con su escritura. Es decir, no es un escritor torrencial como Victor Hugo, una de sus referencias constantes, y sufre para construir la frase. Se da cuenta de que es un hombre ingenioso, pero no un hombre de genio, y sus angustias est¨¢n muy bien descritas en el Diario. P. Pero muere consciente... R. S¨ª, yo creo que s¨ª. Llega a decir expl¨ªcitamente que el Diario habr¨¢ sido al final su mejor obra. Renard, donde se mira, es en la vida. Hay muy pocas citas en sus obras. No tiene la erudici¨®n barata del prosista sonajero. Luego, su desasosiego ante la vida es tambi¨¦n un desasosiego ante el lenguaje, ante la necesidad del mot juste. Es decir, se trata de un escritor entero. P. Volviendo a Pla, ¨¦l atribu¨ªa sus problemas con la exploraci¨®n de la intimidad al lenguaje. Dec¨ªa que no era posible encontrar un estilo que expusiera lo ¨ªntimo. ?Renard lo desmiente? R. S¨ª, escribe con un equilibrio y una contenci¨®n, pero al mismo tiempo con una verdad, que no son corrientes. El Diario es un libro que da fiebre. P. Las dos p¨¢ginas finales, donde se encara con su muerte, son asombrosas. R. Son una lecci¨®n. Renard ha aprendido a morir. P. En esas p¨¢ginas escribe, por ejemplo: "La nieve cae de una nube negra". Qu¨¦ met¨¢fora tan exacta y estremecedora. R. Sus Historias naturales est¨¢n repletas de im¨¢genes turbadoras. Yo creo que ¨¦l soluciona los problemas respecto a la intimidad aplicando a su estilo la severidad y el trabajo de un poeta. Es as¨ª como alcanza un tono tan alto de veracidad y de elegancia. P. ?Ha sido un problema arduo traducirlo? R. Ha sido dif¨ªcil, pero muy divertido. Hemos utilizado una lengua que a¨²n siendo castellano tratara de llevar consigo el olor de la frase de Renard. Y hemos intentado que el tono, precisamente, no subiera. En castellano todo suena un poco m¨¢s fuerte que en franc¨¦s. A Renard hay que traducirlo con cuidado, pero fuera de esto tampoco crea especiales problemas. Y es curioso, pero a veces, entre tanta concisi¨®n y voluntad de transparencia, uno encuentra, casi, a Quevedo. P. Hay otro Renard: comprometido, solidario, alcalde socialista de Nevers. R. S¨ª, era un socialista cr¨ªtico, fascinado por Jaur¨¨s. En realidad, a veces pienso s¨ª Renard no deb¨ªa de ser un santo. Pero, bueno, no hay p¨¢ginas m¨¢s apasionadas en todo el Diario que las que dedica al caso Dreyfus, en defensa de Dreyfus y de Zola.
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