La extradici¨®n
Ya se sabe, en estos d¨ªas, de qu¨¦ se est¨¢ hablando si se habla de extradici¨®n: la solicitada de Pinochet a Espa?a, para ser juzgado aqu¨ª. Ya han corrido "r¨ªos de tinta" y voces sin cuento desde que salt¨® la noticia de que un juez espa?ol hab¨ªa ordenado la detenci¨®n del general Pinochet en Londres, donde se encuentra circunstancialmente. Ante tal barah¨²nda y vocer¨ªo, algunas ideas me han venido a la mente.Hay gentes, muchas, que no pueden ver un asunto como ¨¦ste m¨¢s que en t¨¦rminos de posici¨®n pol¨ªtica de partido, por mucho que lo quieran disimular, aunque en general ni lo intentan. Pero si se le da a Pinochet a efectos de su extradici¨®n el tratamiento de adversario pol¨ªtico se trivializa enormemente el asunto. Se trata de un probable criminal (y digo lo de probable porque a¨²n no hay sentencia firme), al que se le imputan horrendos cr¨ªmenes, despiadados y me atrever¨ªa a decir que gratuitos en su ensa?amiento; en todo caso, cr¨ªmenes contemplados en la ley espa?ola como susceptibles de ser juzgados en nuestro pa¨ªs en determinadas circunstancias. La naturaleza de los cr¨ªmenes no est¨¢ determinada por la adscripci¨®n pol¨ªtica del criminal, ni siquiera por su importancia pol¨ªtica como persona en el pasado. Personalmente, me incomoda el sesgo partidario para jalear esta extradici¨®n y consiguiente enjuiciamiento; la cosa es m¨¢s trascendente que una cuesti¨®n de bander¨ªa pol¨ªtica.
Son muchos los sujetos de distinto signo pol¨ªtico a los que eventualmente se podr¨ªa aplicar en Espa?a esta ley espa?ola. Son muchos los genocidas, torturadores y terroristas (que son los principales supuestos de aplicaci¨®n) que andan por el mundo con la cabeza en general bastante alta. A todos, en su caso, si se dan las circunstancias previstas en la ley, habr¨ªa que medirlos por el mismo rasero. Es probable, sin embargo, que los jaleadores de hoy fueran en el futuro sujetos silenciosos, cuando no defensores "razonables" de presuntos criminales.
Produce alg¨²n rechazo contemplar c¨®mo, en alg¨²n caso, se pide sin duda alguna la aplicaci¨®n de la ley para un sujeto, mientras que, a la vez, se saca pecho para fotografiarse con alg¨²n otro sujeto que muy bien pudiera encontrarse, alg¨²n d¨ªa, en situaci¨®n parecida a la que hoy afecta al general Pinochet.
Y tambi¨¦n produce rechazo la presi¨®n sobre los tribunales, dando por sentado que ¨¦sta s¨®lo puede producirse en el sentido que reclama la gente (mucha gente, ¨¦sa es la verdad), si se ha de considerar justa. Pero es que los ¨®rganos judiciales han de decidir sobre la aplicaci¨®n de una norma compleja, y no parece aceptable que tengan que hacerlo bajo una fort¨ªsima presi¨®n de griter¨ªo politizado, que vicia lo que toca, degrad¨¢ndolo.
La norma de nuestra derecho que permite juzgar en Espa?a esta clase de cr¨ªmenes repugnantes refleja un gran avance en la humanidad que, innovando el derecho internacional y en el de cada pa¨ªs, puede permitir, en el futuro, reprimir cierta clase de fechor¨ªas especialmente repugnantes. Pero los tribunales no lo tienen tan f¨¢cil. Llevar a la mente la idea de que s¨®lo ser¨¢ justa su decisi¨®n si es conforme con los deseos del que grita es hacerle un mal favor al tribunal y, lo que es peor, a la causa de la represi¨®n de ciertos cr¨ªmenes contra la humanidad que son especialmente repelentes. Es del mayor inter¨¦s, creo yo, que la norma de que hablamos no se desacredite mediante una aplicaci¨®n poco razonable y poco razonada.
Pinochet, por su proximidad hist¨®rica y humana, nos produce tal rechazo que nos debe forzar a ser especialmente cuidadosos y circunspectos. Hay que pensar, por extra?o que parezca, que a ¨¦l tambi¨¦n le afecta la previsi¨®n constitucional de la presunci¨®n de inocencia, pongo por caso. Qu¨¦ le vamos a hacer, somos siervos de nuestro sistema jur¨ªdico, de nuestro Estado de derecho.
Y no quiero meterme, al menos aqu¨ª y ahora, en consideraciones de oportunidad pol¨ªtica, sobre lo que mucho se podr¨ªa decir en uno u otro sentido; pero cuando un asunto llega a los tribunales la oportunidad pol¨ªtica se queda en un segundo plano o desaparece. Me resisto a hacer este tipo de consideraciones mientras los tribunales no resuelvan; esta ley espa?ola, posiblemente aplicable a Pinochet, tambi¨¦n podr¨ªa ser aplicada a otros muchos supuestos, much¨ªsimos, de distinto signo y apreciaci¨®n pol¨ªtica. Pero los entusiastas que no lo sean exclusivamente de la aplicaci¨®n de la ley a quien corresponda, venga de donde viniere, har¨¢n mejor en moderar su vocer¨ªo; cuando el derecho da un paso como ¨¦ste, puede suceder hasta lo m¨¢s aparentemente impensable; porque ante normas como la presente, sobre situaciones tan conexas con posiciones y prejuicios pol¨ªticos, ideol¨®gicos y de partido, no se puede hacer una aplicaci¨®n "selectiva".
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