Amor a Donizetti

Bajo la denominaci¨®n Una furtiva l¨¢grima se esconde un espect¨¢culo l¨ªrico-teatral sorprendente. El hilo conductor es, claro, Donizetti en una doble direcci¨®n: vocalmente, a trav¨¦s de una selecci¨®n de fragmentos de sus ¨®peras; teatralmente, con escenificaci¨®n de momentos que dan idea del desenlace de la vida del m¨²sico, apoy¨¢ndose en cartas, testimonios y documentos.El espect¨¢culo est¨¢ lleno de inteligencia e irradia un profundo conocimiento y un no menos profundo amor hacia el a veces denostado compositor de B¨¦rgamo. Gustavo Tambascio, un director todoterreno que va desde el exceso experimental hasta la contenci¨®n expresiva, logra con Una furtiva l¨¢grima probablemente su mejor trabajo en Madrid, tratando desde una mentalidad actual un territorio tan escurridizo como el belcanto.

No cuenta con unos cantantes excepcionales, entre otras razones porque es pr¨¢cticamente imposible encontrarlos hoy en este repertorio, pero los que est¨¢n se dejan el alma en el proyecto y consiguen que al final de la representaci¨®n el p¨²blico se haya identificado emocionalmente con ellos: nada m¨¢s satisfactorio para un actor o un cantante. Destacan, en cualquier caso, el estilista e irregular tenor Enrique Viana, que hizo una estremecedora aria de Linda de Chamonix; la sorprendente, sensible y encantandora soprano Carmen Subrido y, en fin, el tenor Felipe Nieto, la mezzo Lola Bosom, el bar¨ªtono Javier Franco y el bajo-bar¨ªtono Fernando Latorre. Les arropan desde el fondo del escenario, vestido de ¨¦poca, los pianistas Manuel Burgueras y Laurence Verna.