Patadas t¨¢cticas
Posiblemente todo quede alg¨²n d¨ªa en un no-me-expres¨¦-bien. Posiblemente quiso decir que un equipo debe saber cu¨¢ndo tiene que ponerse el mono de trabajo y cu¨¢ndo el chaqu¨¦. Pero no dijo eso. Miguel ?ngel Gil recrimin¨® a sus jugadores que tardaran 80 minutos en dar una patada en Mallorca. Pod¨ªa haber dicho lo contrario: felicitarles precisamente por eso a pesar de la derrota. Miguel ?ngel Gil no es una excepci¨®n. Es la regla.Los dirigentes deportivos siguen sin querer darse cuenta de la repercusi¨®n que tienen sus declaraciones, del papel que deben interpretar en la sociedad. La desverg¨¹enza que pone en sus palabras, su descaro al desnudar sus verdaderos pensamientos sobre el comportamiento que debe tener el equipo en el terreno de juego (no tardar tanto tiempo en dar patadas, saber intimidar utilizando la violencia) revela c¨®mo el dirigente ha dimitido de su funci¨®n social en aras del beneficio econ¨®mico y deportivo a cualquier precio. El mensaje llega a los jugadores, pero tambi¨¦n llega m¨¢s lejos.
Los entrenadores, algunos comentaristas, los propios futbolistas, abundan frecuentemente en esta cuesti¨®n. No basta con dar patadas, hay que saber c¨®mo darlas, elegir el momento, intentar enga?ar al ¨¢rbitro, interpretar c¨®mo interrumpir el juego con las faltas t¨¢cticas. As¨ª la violencia se hace necesaria y forma parte de la t¨¦cnica del juego.
No hace mucho, un profesor se quejaba amargamente ante unos colegas de c¨®mo, en un partido entre adolescentes en su colegio, vio que los chavales se recriminaban unos a otros: hab¨ªa que hacer faltas. Son faltas t¨¢cticas, le dijeron al profesor como ofendidos por su ignorancia. Y el profesor entendi¨® que acababa de perder una batalla como educador, que ya no se trataba s¨®lo de divertirse, jugar o aprender la t¨¦cnica. Hab¨ªa que usar la violencia.
Miguel ?ngel Gil deber¨ªa ir al colegio. No es un consejo peyorativo. Quiz¨¢s una oportunidad para comprender hasta d¨®nde pueden llegar mensajes de este tipo y qu¨¦ efectos producen.
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