"No se puede destruir un pa¨ªs por mayor¨ªa simple"
ENVIADO ESPECIALEs un pol¨ªtico poco convencional. La par¨¢lisis facial que sufri¨® de ni?o (era el decimoctavo entre 19 hermanos en una familia franc¨®fona muy humilde) hace in¨²til cualquier esfuerzo por lograr una m¨ªnima telegenia y le obliga a una dicci¨®n tortuosa. Reconoce, adem¨¢s, que su ingl¨¦s es imperfecto.
Su imagen simple y su actitud franca, rozando la brutalidad, seg¨²n sus adversarios, oculta una gran astucia y una larga experiencia, acumulada durante numerosos mandatos ministeriales a la sombra del gran t¨®tem del liberalismo canadiense, el ex primer ministro Pierre Elliott Trudeau.
Chr¨¦tien -64 a?os-, como jefe del Gobierno federal y l¨ªder del Partido Liberal, es un enemigo del secesionismo quebequ¨¦s. En esta entrevista, realizada en franc¨¦s, reconoce el derecho de Quebec a separarse de Canad¨¢, pero s¨®lo si una mayor¨ªa amplia responde afirmativamente a una "pregunta clara" sobre la secesi¨®n.
Pregunta. Canad¨¢ sufre desde hace a?os una especie de bloqueo constitucional. Ha habido dos intentos de reformar la Constituci¨®n, el de Meech (1987) y el de Charlottetown (1992), y ambos han sido rechazados en refer¨¦ndum. ?Cree usted necesario otro intento de reforma para que la ley fundamental reconozca al fin la situaci¨®n especial que la provincia de Qu¨¦bec reclama?
Respuesta. No, eso se ha terminado. Soy partidario de un m¨¦todo totalmente diferente. Los fracasos que usted menciona se han debido a que se quiso solucionar demasiados problemas de una sola vez. En una federaci¨®n como la nuestra, una reforma constitucional requiere la aprobaci¨®n del Gobierno federal, de todos los gobiernos regionales o de una mayor¨ªa de ellos, seg¨²n los casos, y de una mayor¨ªa de la poblaci¨®n, por lo que para resolver el m¨¢s simple de los problemas hay que ofrecer algo a cada una de las partes implicadas. El fracaso de Charlottetown se debi¨® a que cada una de las provincias ten¨ªa una reivindicaci¨®n concreta, en muchos casos opuesta a las planteadas por las dem¨¢s. El Gobierno federal intent¨® satisfacer a todos comprando con concesiones el voto de de cada provincia, pero el precio nunca era suficiente.Tras esa experiencia negativa, prefiero una soluci¨®n m¨¢s pr¨¢ctica. Creo que no es imprescindible meterlo todo en la Constituci¨®n. El gran acuerdo sobre la inmigraci¨®n, por ejemplo, se realiz¨® al margen de la Constituci¨®n y ha durado m¨¢s de treinta a?os, con muy buenos resultados. Acuerdos como ¨¦se acaban formando parte, con el tiempo, de la jurisprudencia constitucional. Y, si no dan buen resultado, se corrigen con facilidad. Yo nunca he sido un entusiasta del debate constitucional, a diferencia de mis colegas en el Gobierno y en la abogac¨ªa, que disfrutan con las construcciones te¨®ricas. Personalmente, tiendo al pragmatismo.
P. Sin embargo, la Constituci¨®n sigue siendo el eje del debate pol¨ªtico. Su Gobierno plante¨® al Tribunal Supremo una serie de preguntas sobre el escenario constitucional que se plantear¨ªa en caso de que se convocara un tercer refer¨¦ndum sobre la soberan¨ªa de Quebec. ?Est¨¢ usted satisfecho con las respuestas?
R. Estoy absolutamente satisfecho. Se hab¨ªa creado una enorme confusi¨®n en Quebec, por las afirmaciones del Gobierno provincial en el sentido de que el derecho internacional permit¨ªa la independencia unilateral, lo cual es falso, porque Quebec no es una colonia ni est¨¢ ocupado por ning¨²n ej¨¦rcito. Para m¨ª eso estaba claro desde el principio. El Supremo ha establecido que Quebec puede abandonar Canad¨¢ s¨®lo si el resto de Canad¨¢ lo acepta. En 1980 decidimos (el Gobierno federal) autorizar un refer¨¦ndum sobre la secesi¨®n. No hay muchos pa¨ªses en el mundo dispuestos a permitir algo as¨ª, y a¨²n hoy muchos jefes de Gobierno me reprochan que tuvi¨¦ramos esa actitud, porque sentamos un precedente. Pero consideramos que no deb¨ªamos forzar a permanecer en Canad¨¢ a una regi¨®n como Quebec si ¨¦sta quer¨ªa irse.
P. En ese primer refer¨¦ndum, los secesionistas perdieron con cierta claridad, 59,5% contra 40,5%. Pero en el segundo, el resultado fue ajustad¨ªsimo: 50,5% contra 49,5%.
R. El problema del ¨²ltimo refer¨¦ndum es que la pregunta era de una ambig¨¹edad incre¨ªble. Y por eso el Tribunal Supremo ha establecido que, para que un refer¨¦ndum de ese tipo sea v¨¢lido, la pregunta debe ser clara. Porque la propuesta de "soberan¨ªa-asociaci¨®n" que se plante¨® a los votantes significaba permanecer en Canad¨¢ y a la vez irse de Canad¨¢, y eso era imposible. Por tanto, para que haya secesi¨®n, una pregunta clara debe obtener una mayor¨ªa clara.
P. ?Cu¨¢l es esa mayor¨ªa clara que reclama el Supremo?
R. Ser¨¢ evidente por s¨ª misma. Yo no he querido por ahora establecer un porcentaje m¨ªnimo, porque la cuesti¨®n no est¨¢ planteada. Pero hay un debate abierto. Ciertamente, la mayor¨ªa clara no ser¨¢ el 50% m¨¢s un voto, como establecer¨ªa lo pol¨ªticamente correcto. Aunque a algunos les parezca malvado, afirmo que no se puede destruir un pa¨ªs por una mayor¨ªa simple. Esa misma noche, despu¨¦s de haber votado, alguien puede cambiar de opini¨®n. Un acto tan determinante en la historia de un pa¨ªs no puede depender de un refer¨¦ndum ganado por un solo voto de diferencia. Mire, para cambiar los estatutos de un partido pol¨ªtico canadiense -incluidos los independentistas- hacen falta dos tercios de los votos. Para elegir a un papa hacen falta los votos de dos tercios de los cardenales.
P. Entonces, usted ser¨ªa partidario de los dos tercios.
R. No, yo no digo eso. No negamos el derecho de Quebec a la secesi¨®n. Si Quebec quiere irse, podr¨¢ hacerlo con el consentimiento del resto de Canad¨¢. Pero hace falta que el resto de Canad¨¢ est¨¦ satisfecho con el texto de la pregunta. Por ejemplo: "?Quiere usted que Quebec se separe de Canad¨¢ y se convierta en un pa¨ªs independiente?". Eso ser¨ªa claro. Demasiado claro para los l¨ªderes independentistas, que han jugado a fondo la carta de la ambig¨¹edad y han convocado referendos s¨®lo cuando les ha parecido disponer de ventaja. Jacques Parizeau -l¨ªder del independentista Partit Queb¨¦cois (PQ) durante el refer¨¦ndum de 1995-, dijo una vez que los quebequeses ser¨ªan como langostas atra¨ªdas a la red: una vez capturados no podr¨ªan escapar.
P. Dentro de unas semanas se celebrar¨¢n elecciones en Quebec. El candidato liberal, Jean Charest, tiene posibilidades de victoria, seg¨²n los sondeos. Pero parece probable una nueva victoria del PQ.
R. Apoyo absolutamente a Charest, porque es favorable a la unidad de Canad¨¢ y se opone a la celebraci¨®n de un nuevo refer¨¦ndum. Y espero que gane. En cualquier caso, lo que predicen los sondeos es que el resultado ser¨¢ muy ajustado. Y eso significar¨¢ que, aunque Lucien Bouchard -actual primer ministro de Quebec y l¨ªder del PQ- renueve mandato, perder¨¢ esca?os. Eso cambiar¨¢ la situaci¨®n. Porque, en ese caso, no habr¨ªa una se?al clara del electorado en favor de un tercer refer¨¦ndum, y Bouchard tiene muy claro que s¨®lo lo convocar¨¢ cuando crea establecidas las condiciones necesarias para ganarlo y "meter las langostas en la red". Por otro lado, los sondeos dicen tambi¨¦n que dos tercios de los quebequeses est¨¢n hartos de discusiones constitucionales y referendos.
P. Las ¨²ltimas elecciones canadienses mostraron que actualmente s¨®lo existe un partido que abarque todo el pa¨ªs, el Liberal. La oposici¨®n es un mosaico de una serie de partidos regionales: el Reform Party del oeste, el Bloc Qu¨¦becois....
R. Es lo que llaman el Parlamento-pizza. Y yo no voy a quejarme por ello. Si el Partido Liberal es el ¨²nico de ¨¢mbito nacional, si la oposici¨®n se fragmenta en una serie de partidos regionales, mejor para nosotros. No ser¨¦ yo quien les ayude a unirse.
P. Pero eso, en cierta forma, carga sobre las espaldas liberales y la suya, como primer ministro, la defensa de la unidad canadiense.
R. No me preocupa. Insisto: mejor para nosotros. Los canadienses creen que el Partido Liberal es el que mejor defiende los intereses nacionales. Otros, en cambio, representan mejor los intereses regionales. Esa tensi¨®n entre el inter¨¦s nacional y los intereses regionales constituye la esencia de la historia de Canad¨¢. Y, pese a nuestras dificultades para gobernarnos, hemos conseguido convertir una peque?a colonia en un gran pa¨ªs con la calidad de vida m¨¢s elevada del mundo. No puede decirse que Canad¨¢ haya sido un fracaso. Lo que ocurre es que las disputas constitucionales son, con el hockey sobre hielo, el gran deporte nacional.
P. En el terreno econ¨®mico, usted prometi¨®, para ganar las elecciones de 1993, que acabar¨ªa con el d¨¦ficit presupuestario y que frenar¨ªa una deuda que superaba ya el 70% del PIB. Este a?o, su Gobierno ha conseguido un super¨¢vit presupuestario. ?Cu¨¢l es la f¨®rmula?
R. No ha sido f¨¢cil. Creo que un factor clave para que los ciudadanos aceptaran una pol¨ªtica de austeridad fue la equidad de los recortes presupuestarios. S¨®lo dos ministerios se libraron de ellos: el de Asuntos Indios, porque debe resolver viejas injusticias sociales, y el de Hacienda, porque para recaudar hacen falta inspectores. Por lo dem¨¢s, hemos sido muy duros. Hemos reducido los funcionarios en un 19%. El sector p¨²blico se ha desprendido en total de unas 100.000 personas, mediante prejubilaciones y bajas incentivadas. La coyuntura econ¨®mica nos ha ayudado, porque el sector privado ha creado 1,2 millones de empleos. Y hemos contado con el apoyo masivo de la poblaci¨®n.
P. En cuanto a las relaciones entre Canad¨¢ y Espa?a, que pasaron muy malos momentos hace un par de a?os a causa de la llamada guerra del flet¨¢n...
R. Todo va muy bien ahora. He hablado varias veces con Jos¨¦ Maria Aznar y las relaciones se han normalizado. A¨²n quedan,ciertamente, algunos problemas relativos a la pesca, que se debaten en el Tribunal Internacional de La Haya. Pero nosotros nunca sentimos hostilidad alguna hacia Espa?a. Si apresamos barcos pesqueros fue en nombre de la conservaci¨®n de las especies marinas.
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