En un mundo roto
Sabido es que no sabemos en qu¨¦ mundo estamos. Se acab¨® el mundo bipolar de la guerra fr¨ªa y, desde entonces, unos dicen que estamos en un mundo unipolar con Estados Unidos en el centro y otros que la historia apunta hacia un mundo multipolar. El trescientos cincuenta aniversario de la paz de Westfalia nos recuerda que ya no estamos en la Europa de entonces. Cierto. Pero, ?d¨®nde estamos?Estamos en un mundo roto. Un mundo en el que no hay orden global, ni tampoco desorden general. En Europa se est¨¢ asentando un orden nuevo, superior al de Westfalia. Los Estados-naci¨®n se transforman para dar paso a Estados de otra modalidad entre los que la conviviencia ordenada ya no se basa en el equilibrio de poder, sino en la conjunci¨®n de intereses muy estables. Pero Europa es muy peque?a. Gran parte del mundo se asienta en equilibrios de poder entre Estados-nacionales a la manera en que Europa se orden¨® en Westfalia. Otras partes se debaten todav¨ªa (o de nuevo) en guerras de religi¨®n (o ideol¨®gicas) parecidas a aquellas a las que Westfalia puso fin en Europa. Cada una de estas zonas tiene sus reglas, diferentes unas de otras, y no hay reglas que rijan las relaciones entre las distintas zonas. Ello no significa que haya tres, cuatro o m¨¢s mundos. Al contrario, el mundo est¨¢ m¨¢s integrado y comunicado que nunca. El mundo es una unidad, pero una unidad que est¨¢ rota.
Robert Cooper public¨® en 1996 un trabajo titulado The Post-Modern State and the World Order, en el que explica que hoy existen Estados premodernos, modernos y postmodernos. Los Estados premodernos malcumplen el principio weberiano de monopolizar el uso de la fuerza, por lo que resultan m¨¢s o menos ca¨®ticos. No son pocos y los hay en Europa. Los Estados modernos mantienen los principios de soberan¨ªa y de no injerencia, as¨ª como el monopolio de la fuerza, y dirigen su pol¨ªtica exterior en busca de la hegemon¨ªa o de un equilibrio de poder y, cuando les interesa, piden que la ONU proporcione seguridad colectiva. En esta categor¨ªa se incluyen China, India, Pakist¨¢n, Brasil, M¨¦xico, Israel, Ir¨¢n, Turqu¨ªa y muchos otros. La mayor¨ªa de los Estados europeos, sin embargo, ya no son modernos, se han convertido en estados postmodernos. Los Estados postmodernos se caracterizan por ejercer la soberan¨ªa de manera tan flexible que posibilita compartirla, se encuadran en organizaciones que regulan la injerencia de unos en los asuntos internos de otros, han renunciado a usar la fuerza entre ellos y buscan la seguridad a trav¨¦s de la mutua vulnerabilidad y de c¨®digos de conducta acordados. Los Estados miembros de la Uni¨®n Europea son los Estados postmodernos por antonomasia (Europa vuelve a inventar formas pol¨ªticas), aunque el concepto tambi¨¦n alcanza a otros pa¨ªses europeos y no europeos como Canad¨¢ y Jap¨®n.
La transformaci¨®n de los Estados europeos en postmodernos ha sido lenta y laboriosa. Comenz¨® tras la Segunda Guerra Mundial despu¨¦s de comprobar reiteradamente que la b¨²squeda de la hegemon¨ªa terminaba en guerra, que el establecimiento de equilibrios de poder, antes o despu¨¦s, tambi¨¦n terminaba en guerra y que los sistemas de seguridad colectiva no lograban evitarla. Comprobar esto le cost¨® a los pueblos de Europa, s¨®lo en este siglo, m¨¢s de sesenta millones de muertos. Al final se convencieron de que el recurso a la guerra conllevaba m¨¢s desastres que ventajas, incluso para quien la gana. La posterior aparici¨®n de las armas nucleares confirm¨® rotundamente esa visi¨®n y la extendi¨® m¨¢s all¨¢ de Europa. La guerra fr¨ªa fue el ¨²ltimo equilibrio de poder en Europa, pero ya no fue un equilibrio s¨®lo entre Estados europeos. Su final pac¨ªfico y el asentamiento de la Alemania unificada en la Uni¨®n Europea han confirmado la viabilidad hist¨®rica del Estado postmoderno.
La Uni¨®n Europea no es un superestado-continental que viene a reemplazar a los Estados-naci¨®n de Westfalia, es una agrupaci¨®n de Estados postmodernos que pone fin a los intentos de dominio de un pa¨ªs europeo sobre el resto y a los inestables equilibrios de poder en Europa. Es una puesta en com¨²n de recursos al servicio de un proyecto compartido. Siempre hay un riesgo de volver al pasado, pero la UE es ya algo s¨®lido resultado de la evoluci¨®n y de la voluntad de unos cuantos pueblos que comparten una azarosa y sangrienta historia.
Estados Unidos y Rusia son otra cosa, son (digo yo, no Cooper) dos Estados at¨ªpicos. Parte de Europa es rusa y Rusia es europea en parte, pero tiene tama?o y recursos como para valerse por s¨ª sola. Esto le empuja a seguir siendo un Estado moderno inclinado a relacionarse con otros a trav¨¦s de equilibrios y hegemon¨ªas. Rusia atraviesa ahora una etapa traum¨¢tica que podr¨ªa terminar haci¨¦ndole retroceder hacia un status premoderno. No es lo m¨¢s probable. Tambi¨¦n puede ocurrir que Rusia evolucione hacia comportamientos postmodernos; base para ello tiene en el profundo rechazo al recurso a la fuerza que muestra su poblaci¨®n. Una evoluci¨®n as¨ª de Rusia coincide con el inter¨¦s estrat¨¦gico de la UE, pero no se puede decir que hasta ahora hayamos contribuido mucho a promoverla.
En cuanto a Estados Unidos, pese a que se les califique como la ¨²nica superpotencia mundial, distan de ser el centro de un mundo unipolar. Una cosa es tener un potencial mayor que el de cualquier otro pa¨ªs, y otra disponer de la voluntad interior y de la legitimidad exterior necesarias para usarlo cuando se quiera. En muchos de los previsibles escenarios de conflicto, Estados Unidos no contar¨¢ ni con la una ni con la otra. Con su gran tama?o, su heterogeneidad cultural y su corta edad, Estados Unidos es un Estado que todav¨ªa no ha acabado de hacerse. Un Estado at¨ªpico que, en ausencia de una clara amenaza exterior que le cohesione, encuentra grandes dificultades para elaborar y aplicar una pol¨ªtica exterior coherente. En el futuro inmediato se comportar¨¢, a veces, como un Estado moderno con pretensiones de autoridad extraterritorial y ambiciones hegem¨®nicas (eso pretende una influyente minor¨ªa convencida de que debe liderar el mundo, ya que cuenta con recursos para hacerlo), otras veces actuar¨¢ como un Estado postmoderno (atendiendo a una gran parte de su poblaci¨®n que se niega a gastar dinero y a arriesgar vidas para resolver problemas exteriores que no considera suyos), y en alg¨²n momento puede llegar a actuar como un Estado premoderno (empujado por sus grupos fundamentalistas, opuestos a la globalizaci¨®n, a la ONU y dispuestos a teocratizar el Estado). Algo de todo eso ya viene ocurriendo.
En pocas palabras, un mundo roto no es sitio para moverse con simplificaciones. El fin del anterior cuius regio eius religio no significa el regreso a la aceptaci¨®n de la religi¨®n (pol¨ªtica o econ¨®mica) verdadera, que es con lo que acab¨® Westfalia. Significa que ahora rige el cuis religio eius regio, es decir, que el Estado postmoderno se atiene a lo que diga la gente. Eso en casa. Pero Europa es peque?a y cada vez m¨¢s. Fuera no rigen las reglas postmodernas. Con los Estados at¨ªpicos pueden funcionar si ellos muestran su faceta postmoderna, lo que significa descartar liderazgos y seguidismos. Lo postmoderno consiste en renunciar a la ventaja coyuntural en favor de la convergencia estrat¨¦gica, es decir, en condenarse a pactar renunciando a lo unilateral. Cuando se trata con un Estado moderno, eso no siempre es posible y los postmodernos deben contar con recursos propios para reaccionar en tal coyuntura. Si lo f¨ªan a que alguien les saque las casta?as del fuego descubrir¨¢n que esa posibilidad va a ir desapareciendo o volverse cada vez m¨¢s cara. Al tratar con los Estados modernos, la UE debe desechar todo eurocentrismo arrogante y recordar que son Estados tan sensibles a las maniobras y alianzas hostiles como lo fueron los Estados europeos durante los tres ¨²ltimos siglos. Teniendo esto presente, su fuerza no bruta le permitir¨¢ resolver bien casi todas las negociaciones. Finalmente, la postmoderna UE se va a encontrar con frecuencia ante situaciones en los Estados premodernos que herir¨¢n la sensibilidad humanitaria y democr¨¢tica de los europeos. La respuesta a estos casos es dif¨ªcil. ?Qu¨¦ hacer? ?Aliviar al que sufre en su carne o tranquilizar a quien padece porque otros sufren? Lo segundo siempre es mucho m¨¢s f¨¢cil que lo primero. Pero no se trata de eso, ?verdad?
Un mundo roto siempre te rompe algo.
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