Espejismo antinacionalista
Los resultados de las elecciones vascas, atendiendo a la frecuente interpretaci¨®n que de ellos se hace, puede inducir a un error muy grave: considerar que el nacionalismo en Euskadi y, proyectivamente, en Catalu?a ha tocado techo y que comienza el tiempo de la irreversible reducci¨®n de su espacio en pro de las fuerzas pol¨ªticas estatalistas. Y es claro que, sobre tal panorama, cabe dise?ar, para el futuro espa?ol, escenarios pol¨ªticos muy diferentes de los vigentes hasta hoy.Personalmente, creo que, para bien o para mal, el siglo XXI, por globalizado, va a ser, a¨²n m¨¢s que la centuria presente, el siglo del nacionalismo. Porque el nacionalismo es un producto, querido o no pero ineludible, de la modernizaci¨®n social y pol¨ªtica. Y cabe pensar que tampoco en este campo Espa?a ha de ser diferente.
Pero no entremos ahora en consideraciones tan generales y atendamos, concretamente, al caso espa?ol. Las cifras cantan por s¨ª solas. En el Pa¨ªs Vasco los votos abertzales han sido 679.000 y los de fuerzas "espa?olistas" 555.000, contando entre los mismos los 70.000 de IU que propugnaban la autodeterminaci¨®n. Y si la igualdad de representaci¨®n de los territorios hist¨®ricos, que da grande ventaja a ?lava, ha potenciado la representaci¨®n del PP y aun del PSOE en el Parlamento vasco, la mayor¨ªa absoluta de sus miembros sigue siendo abertzale, con igual n¨²mero de diputados que en la legislatura anterior. ?Es esto un signo de decadencia?
Es posible que las pr¨®ximas elecciones catalanas reduzcan la mayor¨ªa nacionalista e incluso que acaben con ella. Pero, a la hora de interpretar tal escenario, si es que llegara a darse, y, m¨¢s a¨²n, a la de analizarlo proyectivamente, deber¨ªa tenerse en cuenta que, hoy por hoy, todas las fuerzas pol¨ªticas catalanas, incluido el PP en la fase actual de su permanente giro en torno a tal cuesti¨®n, comulgan en la conciencia nacional de Catalu?a. Otro tanto se apunta en Euskadi a trav¨¦s de sectores del nacionalismo guipuzcoano, o de lo que cabr¨ªa denominar ala "euskalerriaca" del PP. Y lo que de verdad tiene relieve del nacionalismo no es su formulaci¨®n partidista, sino la naci¨®n que genera. El futuro pol¨ªtico espa?ol habr¨¢, en consecuencia, de dise?arse atendiendo a la existencia de irreductibles naciones perif¨¦ricas. Ya est¨¦n, como es lo m¨¢s probable, gobernadas por fuerzas nacionalistas o protagonizadas por un mapa de fuerzas pol¨ªticas que comparten una misma conciencia nacional.
?Y una vez -suele preguntarse- que la reivindicaci¨®n nacionalista haya conseguido sus reivindicaciones, sean ¨¦stas tan moderadas como las formuladas en Compostela o tan radicales como las expresadas en Lizarra? A mi juicio, el nacionalismo seguir¨¢ siendo una fuerza pol¨ªtica irreductible merced a la esclerosis de que adolecen las fuerzas pol¨ªticas cl¨¢sicas, a las que un nacionalismo, incluso no reivindicativo sino satisfecho, podr¨ªa oponer el atractivo de un proyecto pol¨ªtico vertebrador de la sociedad e integrador de una identidad colectiva y solidaria, capaz de atraer tanto a conservadores como a progresistas. El crecimiento del Bloque en Galicia puede ser muestra de ello. Una esclerosis tanto ideol¨®gica y estrat¨¦gica como organizativa. Ideol¨®gica, porque los temas claves para identificar la izquierda y la derecha se han disuelto en gran medida por obra del mercado. Estrat¨¦gica, porque, en virtud de la p¨¦rdida de identidad, el m¨¢ximo programa de la izquierda es desalojar a la derecha y ponerse en su lugar y viceversa. Organizativa, merced a la deriva olig¨¢rquica y burocr¨¢tica del PP y del PSOE, defecto, ciertamente, al que no son inmunes algunos partidos nacionalistas, si bien podr¨ªan combatirlo mejor.
Pero mejor no inventar el tiempo: basta dejarlopasar.
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