El retiro y la Casa de Campo, una protecci¨®n tard¨ªa
Que la Comunidad de Madrid haya protegido la Casa de Campo, el Retiro y la Ciudad Universitaria como bienes de inter¨¦s cultural ha sido una noticia tan grata como sorprendente. Al menos, en teor¨ªa, pues falta ahora comprobar que dicha declaraci¨®n suponga en el futuro realmente algo, ya que la Casa de Campo y el Retiro gozaban desde hace mucho tiempo de la protecci¨®n que, sin otras precauciones, deber¨ªa haber supuesto su propiedad municipal. Esperemos, pues, que, con la Comunidad, se cumplan las mayores obligaciones que ahora se contraen.M¨¢s all¨¢ del abuso de algunas instalaciones presentes (y, por lo visto, futuras) dentro de la Casa de Campo -comentario t¨®pico y ¨²nico de pol¨ªticos, periodistas y ecologistas-, ha de contemplarse tambi¨¦n el desastre del Retiro, protegido ya como parte del centro de la ciudad y como jard¨ªn hist¨®rico desde siempre, y que se encuentra, sin embargo, bajo una alta degradaci¨®n producto del abandono, de las inadecuadas reformas, la mayor¨ªa antiguas, y de la permisiva pol¨ªtica de usos que del parque se viene haciendo.
Su situaci¨®n exigir¨ªa ahora examinar el plan que el municipio encarg¨® sin haberlo realizado, corregirlo si es preciso y hacerlo. Pero el estado actual del Retiro, aunque grave a mi entender, tiene planteada al menos una soluci¨®n, y depende del acierto intelectual y t¨¦cnico, de la voluntad pol¨ªtica y de los recursos. Esto es, resulta dif¨ªcil, pero no imposible.
En cuanto a la Casa de Campo y a la Ciudad Universitaria, m¨¢s vale tarde que nunca, sin duda, pero es verdaderamente tard¨ªsimo. La Casa de Campo tendr¨¢ una regeneraci¨®n natural y de jardiner¨ªa laboriosa, pero factible. Nadie podr¨¢ evitar, sin embargo, que mientras permanecen, y se pensaba en ampliar incluso, instalaciones como el Parque de Atracciones (pues el Zoo es mucho m¨¢s cualificado y pertinente en todos sus aspectos), se ha derribado una gran parte de los edificios de las ferias del Campo, tanto todos los de la primera -un magn¨ªfico y singular conjunto arquitect¨®nico de los arquitectos Francisco Cabrero y Jaime Ruiz, arrasado hace pocos a?os en una inculta operaci¨®n municipal con matices de clandestinidad- como la mayor¨ªa de los de la definitiva, una especie de "pueblo espa?ol" formado por los pabellones de las provincias, muchos de ellos de valor, casi todos desaparecidos y sin posible sentido de conjunto los que quedan.
Se ha perdido as¨ª la posibilidad de utilizar buenos y agradables edificios para los usos que fueran necesarios, evitando as¨ª otras inserciones. Con los edificios de Cabrero y Ruiz, y con alguno de los otros, se han eliminado de forma culpable valores culturales que conten¨ªa y que dejan mucho m¨¢s delgada la condici¨®n de "bien de inter¨¦s cultural" que ahora estrena.
Pues no todo ha de ser -no todo puede ser- ecolog¨ªa y naturaleza en la Casa de Campo. Es preciso rescatar y valorar todo lo bueno de lo artificial -pi¨¦nsese que la jardiner¨ªa lo es-, hacer lo que falte y eliminar todo lo malo. Y no se puede perdonar que se cometa en ello ning¨²n error, pues expertos sobran. Aunque no hay duda de que se cometer¨¢n, si como armas intelectuales se usan s¨®lo los t¨®picos al uso que con alguna frecuencia la prensa recoge.
El tratamiento de la Casa de Campo es, pues, muy dif¨ªcil, y no se puede tener mucha confianza en su futuro como un lugar cualificado. Esperemos que al menos se logre protegerla m¨ªnimamente y que no se produzcan nuevos desastres.
En lo que hace a la Ciudad Universitaria, m¨¢s tarde es casi imposible acudir. Y es en su caso una tardanza sin disculpa, pues recuerdo bien que, all¨¢ por el a?o 84 u 85, quienes entonces ten¨ªamos responsabilidades en la Direcci¨®n de Bellas Artes del Estado gestionamos la iniciativa de la arquitecto Amparo Berlinches -a quien imagino ahora detr¨¢s de que esto salga por fin- para incoar como conjunto hist¨®rico-art¨ªstico -entonces, como se recordar¨¢, se llamaba as¨ª- el recinto universitario original, afectado de enorme degradaci¨®n y de absoluto desprecio por sus valores arquitect¨®nicos y urban¨ªsticos.
La declaraci¨®n de la Ciudad Universitaria se ha demorado, pues, 13 o 14 a?os, y, por las trazas, no parece que se haya utilizado nunca su condici¨®n de "incoada" para protegerla, tal y como la ley permite y ordena.
De entonces ac¨¢, la degradaci¨®n es mucho mayor. Consecuencias externas del metro, obras de aparcamientos, de instalaciones varias y de edificios descuidados y poco pertinentes la han seguido y la siguen empeorando de forma notable. Existe un plan -aprobado por el municipio, si no me equivoco-, a mi juicio altamente inapropiado y que debiera de suspenderse y revisarse con urgencia.
La situaci¨®n de la Ciudad Universitaria es parad¨®jica, pues pertenece y es controlada por la Universidad, lugar que debiera ser de cultura, pero que en este aspecto no lo hace notar. Cuando se hizo el plan no se pidi¨® ni opini¨®n ni informe ni trabajo alguno a la Escuela de Arquitectura, enclavada en ella, ni se hizo caso de las protestas y desacuerdos all¨ª surgidos. Tampoco a la Facultad de Historia del Arte, que yo sepa.
Ahora bien poco se puede hacer ya, m¨¢s que impedir desastres, restaurar y arreglar, si hay autoridad y recursos. La colmataci¨®n y el desorden de la edificaci¨®n han hecho que se consideren perdidas por completo las posibilidades de continuar algunos de los planes originales inconclusos, lo que explica que se discuta la ampliaci¨®n del campus de Letras y Derecho a pesar de que se haya producido la no peque?a fortuna de estar proyectada por el gran arquitecto S¨¢enz de Oiza.
En este aspecto, lo m¨¢s grave me parece la ocupaci¨®n del solar del Paraninfo por unos campos de deportes, que ser¨ªan muy estimables si no estuvieran en tan inoportuno lugar y si no procedieran, coherentemente, de un acto desp¨®tico de la dictadura franquista, que, no habi¨¦ndose atrevido nunca a realizar un Paraninfo universitario, los instal¨® adem¨¢s para impedir concentraciones de protesta al aire libre. Aunque es precisamente en este lugar, central y principal en la ordenaci¨®n del conjunto, donde me parece que cabr¨ªa a¨²n hablar de un rescate completo, probablemente no edificado.
Si la Direcci¨®n del Patrimonio Cultural de la Comunidad -responsable de la declaraci¨®n y de la futura custodia- estuviera sola, no podr¨ªa hacer casi nada, a pesar de sus buenas intenciones y de su cualificada plantilla t¨¦cnica.
Pero las universidades madrile?as dependen de la misma consejer¨ªa, por lo que ¨¦sta no tiene disculpa si no revisa el plan de actuaci¨®n, sustituy¨¦ndolo por otro verdaderamente apropiado bajo la tutela de las oficinas del Patrimonio.
Ahora, pues, o nunca.
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