Solo ante el peligro
El nuevo entrenador, H¨¦ctor Cuper, ten¨ªa un severo aire de centuri¨®n. Armado de una m¨¢scara flexible en la que las arrugas de la frente se prolongaban por la l¨ªnea de los p¨®mulos hasta el ¨¢ngulo del ment¨®n, observaba mucho y gesticulaba poco. Un discreto pero en¨¦rgico movimiento, a veces un ¨ªndice que se?ala como un puntero, a veces el canto de la mano que corta el aire como un machete, a veces una imperceptible crispaci¨®n de las mand¨ªbulas, sol¨ªa bastarle para resolver los dos supuestos posibles en su papel de estratega: dar la orden o dar la contraorden.A menudo, su estilo hac¨ªa pensar en un actor de car¨¢cter formado en la escuela inglesa. Se plantaba en el banquillo, como si fuese un pedestal, adelantaba la barbilla con una curiosa mezcla de prudencia y altivez, y segu¨ªa cada movimiento con tal intensidad que hac¨ªa pensar en uno de esos personajes cinematogr¨¢ficos, dotados de visi¨®n paranormal.
No se trataba, pues, de un estricto funcionario de guardia. Tampoco era un espectador indiferente: su medida inexpresividad respond¨ªa m¨¢s a un deseo de pasar inadvertido que a una interpretaci¨®n desapasionada de su trabajo. Aunque aparec¨ªa siempre tan silencioso y tan atento, era inevitable pensar que no actuaba por una necesidad laboral, sino por una verdadera fascinaci¨®n profesional. En esa voluntad de seguir el juego sin alterarse, como si hubiera tomado la decisi¨®n de memorizar todas las claves de la maniobra, parec¨ªa resistirse a parpadear y provocaba una sensaci¨®n contradictoria: cuanto menos perturbable se mostraba, m¨¢s intenso era el brillo de la chispa que le saltaba de los ojos. Sin duda alguna, aquel tipo que miraba como un conspirador se hab¨ªa licenciado en impavidez.
-M¨ªrale: bien pod¨ªa llamarse Cooper, Gary Cooper.
-Pues no lo ha conseguido por muy poco. Se llama Cuper, H¨¦ctor Cuper.
A sus ¨®rdenes, el Mallorca se ha convertido en un comando especial. Como dispone el reglamento, s¨®lo est¨¢ formado por once hombres y tiene la ineludible misi¨®n de ocupar una hect¨¢rea de terreno, pero sus efectivos no parecen muchos ni pocos. Est¨¢n muy bien sincronizados, se entienden con la facilidad de los c¨®mplices y se manejan con la inconfundible seguridad de los especialistas.
Tan identificado con su porte disciplinario, el Mallorca de Cuper aprecia a los peones pero no desprecia a las estrellas: recibe con agrado las que el club le entrega, y se encarga de darles el lugar preciso para que brillen tanto como puedan. Hace dos a?os, el objetivo era administrar un saldo de valencianistas; hace a?o y medio los deportados estaban jugando como tah¨²res, y hace un a?o, el nuevo sistema era compatible con Valer¨®n, Amato, Iv¨¢n Campo y G¨¢lvez. Al parecer, H¨¦ctor sacaba tanto provecho a la velocidad como al ingenio, consegu¨ªa encontrar el punto com¨²n entre el talento y la potencia, y s¨®lo parec¨ªa tener una flaqueza: hab¨ªa dado con jugadores imprescindibles. Dif¨ªcilmente podr¨ªa sobrevivir a la ausencia de cualquiera de sus figuras.
Hoy faltan Valer¨®n, Amato, Iv¨¢n Campo y G¨¢lvez, pero con Stankovic y Dani el equipo sigue siendo un acorde¨®n. Suena cada vez mejor, se abre y se repliega con una naturalidad casi animal y sus l¨ªneas se relacionan como vasos comunicantes.
Si alguien pregunta hoy qu¨¦ tiene de extraordinario este Mallorca, ser¨¢ mejor que no pierda tiempo buscando una respuesta enrevesada.
Tiene a H¨¦ctor Cuper.
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