El "afila¨®"
DE PASADASe muri¨® el afila¨® de Chinitas el mi¨¦rcoles pasado. Su cuerpo se qued¨® un rato velado en el tanatorio 20 de San Gabriel. Ten¨ªa 78 a?os, cuatro mil libros sobre M¨¢laga en su biblioteca, un libro suyo con la historia del pasaje donde trabajaba y un archivo de fotograf¨ªas del que comieron muchos, menos ¨¦l. Dec¨ªa Sur que en su sepelio estaban amigos y familia pero faltaban autoridades. Menos mal: la autoridad de este cabal no era de ilustr¨ªsimas. Ahora que la di?ao Manuel Oc¨®n Due?as, qui¨¦n le cuenta a nadie c¨®mo se meti¨® Manuel Torres en el negocio del Caf¨¦ de Chinitas, cuna de los caf¨¦s cantantes, que estuvo abierto hasta el 37 ya hecho caf¨¦ Royal y emporio del sical¨ªptico, a la vuelta del negocio del afila¨®. O c¨®mo no pod¨ªan estar juntos los Paquiro y Frascuelo de la canci¨®n lorquiana. No se siente tanto que descanse su cuerpo como su dedicaci¨®n total con la memoria de esta pu?etera ciudad donde los traficantes de identidad hacen tradici¨®n rentable con lo que tiene treinta minutos. Ten¨ªa el afila¨® un comercio min¨²sculo, llenas de fotos de paisanos ilustres las paredes. All¨ª con la chispa alrededor del cuchillo, Manuel Oc¨®n Due?as te afilaba la memoria. Hac¨ªa tres a?os que hab¨ªa dejado el negocio en manos de su hijo, pero alguna vez ven¨ªa paseando desde su barrio arrastrando las babuchas. Era de la Trinidad, el barrio que recuerda Rogelio L¨®pez Cuenca en la exposici¨®n Disidencias como cuna de cautivos, presos, rojos y pobres, que mira que hace siglos que los que mandan est¨¢n deseando machacar y casi lo han conseguido. Conmov¨ªa la vocaci¨®n de un hombre que siempre quiso ser maestro y que tuvo que buscarse la vida desde los 16 a?os afilando acero. Le dabas la tijera mell¨¢ y sal¨ªa un sabio de entre la bata azul y las gafas de culo de vaso, refresc¨¢ndote gratis tu propia historia. Hace casi medio a?o, en ese pasaje de Chinitas suyo en forma de cruz, que es como un mapa en chico de la ciudad y que siempre supo guardar equilibrio entre lumpen, bodega, oficio, turista, tipismo y costo, tiraron La Campana, una bodega que ahora ense?a sus tripas de escombro sin que nadie d¨¦ sepultura al mill¨®n de fantasmas moscateles que all¨ª juraron amor, soledad o pendencia. La plaza del Pasaje quebr¨® su c¨ªrculo y entonces nos dimos cuenta de que se iba don Manuel. Lo malo es lo que hacemos ahora con su herencia. Guardar la memoria colectiva es todo un sacrificio. Regalarla es heroico. H?CTOR M?RQUEZ
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