Federico Krutwig ya en el recuerdo
Sus primeras nociones de lengua vasca las aprendi¨® con apenas diez a?os, debajo de la cama, en su casa de Getxo. No quer¨ªa que su padre, alem¨¢n, representante de la Krupp, se enterara de aquella afici¨®n. El caso es que, desde las lecturas a hurtadillas, Federico Krutwig llegar¨ªa a un conocimiento profundo de la lengua vasca y un trato directo con los vasc¨®logos.Hab¨ªa nacido en 1921 y con apenas veinte a?os se present¨® en la sede de la Academia de la Lengua Vasca, un modest¨ªsimo piso en la bilba¨ªna calle Ribera. Aquella catacumbaria instituci¨®n no hab¨ªa sido prohibida, pero era severamente mantenida a raya, sin poder actuar y cortadas las publicaciones. Su presidente, Resurrecci¨®n Mar¨ªa de Azkue, acogi¨® a Krutwig como a un hijo y le encarg¨® que redactara un plan para revitalizar la Academia, de cuyos doce miembros del a?o 1936 varios hab¨ªan muerto y otros se encontraban en el exilio, con una frontera que hac¨ªa dif¨ªcil, por no decir imposible, que los acad¨¦micos vascofranceses acudieran a las reuniones. El plan de Krutwig se aprob¨®, pasando de 12 a 18 el n¨²mero de acad¨¦micos, y con la entrada de personalidades relevantes, como Ren¨¦ Lafon. Adem¨¢s, Krutwig ten¨ªa claro que hab¨ªa que proponer un tipo de lengua para todos los vascos y para ¨¦l no pod¨ªa ser m¨¢s que el euskera labortano cl¨¢sico, incluso el m¨¢s arcaico, el del siglo XVI, m¨¢s que el de Axular y la escuela de Sara, de la centuria siguiente. La cosa no prosper¨®, y se impuso el realismo, con la propuesta de una lengua m¨¢s apegada al presente y una base geogr¨¢fica central (navarro-labortano-guipuzcoano). En ambos casos, sin embargo, era total el rechazo del purismo de Sabino Arana y sus seguidores.
Pero en 1952, tras su discurso de respuesta en la recepci¨®n acad¨¦mica de Luis Villasante, Krutwig tiene que huir de la polic¨ªa franquista, sabedora del contundente texto. El exilio le lleva a Francia, Alemania, Italia, B¨¦lgica y otros pa¨ªses, como corresponsal y traductor. En 1963, dicen que en un par de semanas, en Biarritz, escribe Vasconia, el libro que trata de enlazar el viejo y el nuevo nacionalismo. Para muchos de nosotros, la parte m¨¢s importante ser¨ªa la de los documentos, ayunos como est¨¢bamos de informaci¨®n.
Es el periodo de la extrema izquierda y la fascinaci¨®n por Argelia, y Krutwig traduce (tambi¨¦n en labortano cl¨¢sico) Contra el liberalismo, de Mao. A?os despu¨¦s vendr¨ªan otros libros, con tonos nietzscheanos sobre la aristocracia del saber (Computer shock Vasconia, por ejemplo) o m¨¢s que dudosas teor¨ªas de comparatismo ling¨¹¨ªstico (Garaldea). Tambi¨¦n cultiv¨® la literatura de creaci¨®n, con varias novelas (Belatzen baratza, Ekhaitza), para cuya lectura se precisa una fuerte disciplina. Muy lejos quedaba su militancia en ETA, pero su defensa del pa¨ªs segu¨ªa donde estaba. Un pa¨ªs que para ¨¦l no empezaba en el Adour, sino en el Garona.
Federico Krutwig asombraba por su dominio de multitud de lenguas, desde el griego hasta el persa y el s¨¢nscrito, y su cultura era inmensa. Otros caminos le habr¨ªan esperado, quiz¨¢, de no haber vivido en una Euskal Herria despojada de derechos y de instituciones y atormentada en la b¨²squeda del futuro.
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