El extra?o caso de Javier Mar¨ªas
El caso de Javier Mar¨ªas es extra?o incluso en un pa¨ªs como el nuestro, y no es menos extra?o sino m¨¢s el que todos parecen haber aceptado esta rareza como algo natural. En cualquier pa¨ªs, y yo creo que tambi¨¦n en Espa?a en otras circunstancias, un autor de las caracter¨ªsticas de Javier Mar¨ªas (las propias de su escritura y la adicional y nada desde?able de gozar de un extraordinario prestigio internacional) habr¨ªa despertado un vivo inter¨¦s a todos los niveles y en especial a nivel acad¨¦mico y cr¨ªtico. No es ¨¦ste el caso, al menos en apariencia: sobre Javier Mar¨ªas s¨®lo se emiten opiniones personales; opiniones positivas o negativas, pero siempre personales, tanto de quien las expresa como con respecto al propio Mar¨ªas. Esto es l¨®gico cuando se trata de simples lectores, que se limitan a expresar sus gustos, sin tratar de razonarlos. Pero cuando esta actitud se extiende a los profesionales de la literatura, la cosa empieza a ser sorprendente. Y m¨¢s a¨²n cuando no consigo ver motivos claros de esta actitud. En efecto, poco hay, al menos desde mi punto de vista, en el personaje de Javier Mar¨ªas que predisponga a convertirlo en un blanco directo de elogios o invectivas. No se prodiga en los medios de difusi¨®n y en sus escasas intervenciones se muestra m¨¢s bien circunspecto; aunque no oculta sus ideas pol¨ªticas, sus manifestaciones son, en este campo, m¨¢s c¨ªvicas que ideol¨®gicas, siempre razonadas y en muchas ocasiones valientes y certeras; es aficionado al cine, al f¨²tbol y a las historias de fantasmas, un g¨¦nero entra?able al que ha contribuido con una excelente antolog¨ªa (Cuentos ¨²nicos, Siruela 1989) y con algunas aportaciones de su propia cosecha que considero magn¨ªficas. Por supuesto, su personalidad no carece de aristas ni ¨¦l se afana por ocultar sus berrinches, pero esto deber¨ªa ser, a los ojos de los cr¨ªticos, algo meramente accidental.Y, sin embargo, los tratados de literatura contempor¨¢nea lo sortean o lo despachan sin entrar en materia. Con los cr¨ªticos, la cosa es a¨²n peor: con las salvedades de rigor, no tanto su persona ni sus obras, como su personalidad literaria parecen provocarles un rechazo desmedido. No creo que sea f¨²til preguntarse el por qu¨¦.
No voy a entrar ahora a valorar la obra de Javier Mar¨ªas. Como escritor procuro evitar lo que se llamaba hace unos a?os "la sociedad de bombos mutuos", y como amigo de Javier Mar¨ªas mi testimonio podr¨ªa parecer subjetivo o directamente sospechoso. Hace unos cuantos a?os, cuando present¨¦ Todas las almas (Anagrama, 1989) en Madrid (una presentaci¨®n que ¨¦l gusta de atribuir a cierto soborno, sobre cuya naturaleza, as¨ª como sobre la veracidad o no del alegato, me niego a hablar), dije que, a mi juicio, Javier Mar¨ªas era la persona que mejor escrib¨ªa en Espa?a, y creo recordar que expliqu¨¦ o trat¨¦ de explicar las razones de esta rotunda afirmaci¨®n. No repetir¨¦ aqu¨ª los argumentos, s¨®lo dir¨¦ que nada de lo que ha ocurrido despu¨¦s me ha hecho variar este dictamen.
Pero no se trata ahora de entrar en valoraciones, sino de investigar las causas de ciertas actitudes.
En mi opini¨®n, la obra de Javier Mar¨ªas crea un desconcierto inc¨®modo. Nadie sabe muy bien c¨®mo clasificarla ni calificarla. En la evoluci¨®n de la narrativa espa?ola es una anomal¨ªa; no encaja en ninguna de las corrientes al uso, aunque tampoco las combate ni las impugna; sus virtudes y sus defectos no se pueden calibrar en relaci¨®n a los c¨¢nones de la prosa espa?ola, habr¨ªa que inventar nuevos adjetivos para unas y otros; su mundo literario es, en cierto modo, cosmopolita (y utilizo este t¨¦rmino a sabiendas de la connotaci¨®n peyorativa que se le ha dado y se le da todav¨ªa en determinados contextos), pero no hay duda de que trabaja sobre la trama de la tradici¨®n y el lenguaje literario espa?ol, sin el mimetismo de mucha escritura actual, que parece prefabricada y, en muchos casos, mal traducida de otro idioma. El resultado de todo ello es que Javier Mar¨ªas ocupa un lugar inquietante por impreciso en la historia de la novela espa?ola reciente: no se le puede encasillar entre los seguidores de la vanguardia o los formalistas de los a?os sesenta, ni entre los narradores posmodernos de los setenta y ochenta, pero tampoco se puede negar su pertenencia a un grupo o al otro, porque de ambos participa con un raro equilibrio, que a veces juega en su contra, y otras (las m¨¢s) a su favor. No es un paso adelante ni un paso atr¨¢s: camina por su propia vereda. Se ha salido de la fila y, en consecuencia, quienes deber¨ªan hablar de ¨¦l con autoridad (para bien o para mal, da lo mismo) no saben c¨®mo abordar el asunto, acaban por escurrir el bulto, y eso les produce una irritaci¨®n que desemboca en el prejuicio primero y luego en la inquina. No hace falta a?adir que esta actitud puede ser comprensible, pero que en un momento en que la novela se replantea algunas cuestiones vitales, la simple funci¨®n clasificadora y el criterio historicista no me parecen suficientes.
Por lo dem¨¢s, la clasificaci¨®n de algunas obras de Javier Mar¨ªas, especialmente de la ¨²ltima, Negra espalda del tiempo (Alfaguara, 1998), no presenta, a mi juicio, mayor dificultad: a estas alturas de su trayectoria, todo lo que escribe Javier Mar¨ªas ha de considerarse como una aportaci¨®n a la novela, tanto m¨¢s cuanto m¨¢s alejado parezca de este g¨¦nero. De lo que se trata, pues, no es de determinar si este libro, u otro cualquiera del mismo autor, puede calificarse o no de novela, sino qu¨¦ aporta, o qu¨¦ sustrae, a la novela espa?ola contempor¨¢nea. Quiz¨¢s no sea tarea f¨¢cil pero s¨ª ser¨ªa de enorme utilidad iniciar por ah¨ª la reflexi¨®n sobre un g¨¦nero que en los ¨²ltimos tiempos est¨¢ dando (y pidiendo) mucha guerra.
Me hago cargo de que la obra de Javier Mar¨ªas no es un material c¨®modo para trabajar. Su estilo es inconfundible, pero casi imposible de describir; no hay modo de precisar en qu¨¦ consiste su t¨¦cnica, porque, a pesar de su dominio, o, si se quiere, de su facilidad (en definitiva, de su talento), Javier Mar¨ªas siempre camina por la cuerda floja y sin red. Cada frase y cada p¨¢rrafo responden a la necesidad expresiva del momento y conservan su equilibrio en esa circunstancia precisa, por medio de unos quiebros sint¨¢cticos, a menudo heterodoxos, que s¨®lo ah¨ª tienen sentido. Tal vez por eso sea f¨¢cil de parodiar, pero no de imitar.
Por ¨²ltimo, y en relaci¨®n con la muy debatida Negra espalda del tiempo, esta pista: durante un largo periodo previo a su publicaci¨®n, Javier Mar¨ªas ha estado cultivando intensamente el g¨¦nero period¨ªstico. Tengo la impresi¨®n de que esta novela intenta, quiz¨¢ inconscientemente y, si no me equivoco, por primera vez, incorporar el periodismo a la novela, no como t¨¦cnica (esto se viene haciendo desde hace varias d¨¦cadas) sino como forma de ver y describir la realidad. Si es as¨ª, la aportaci¨®n no es en absoluto desde?able. Y no ser¨ªa in¨²til confrontar Negra espalda del tiempo con las ¨²ltimas recopilaciones de su trabajo como cronista y comentarista de la actualidad.
Con estas reflexiones deshilvanadas no pretendo aclarar ninguna duda. El tema es complejo y me desborda. Me conformo con despertar alguna inquietud respecto del tratamiento que hay que dar a este escritor singular. Y, por supuesto, a pedir en relaci¨®n con su obra una actitud m¨¢s rigurosa, m¨¢s imparcial y, en cualquier caso, respetuosa en el sentido activo y pasivo de la palabra.
Iba a concluir estas reflexiones con alguna f¨®rmula al uso, pero mientras las escrib¨ªa ha aparecido en la revista dominical de EL PA?S (8 de noviembre de 1998) una entrevista con el propio Javier Mar¨ªas, que toca, de manera tangencial y en t¨¦rminos muy distintos, como es l¨®gico, temas parecidos. No creo que lo que ¨¦l dice invalide lo que yo he querido apuntar.
Babelia
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