Rehabilitaci¨®n en la granja
Son las 8,30 de la ma?ana. Todos los d¨ªas a esta hora, los funcionarios del Hospital Psiqui¨¢trico Penitenciario (HPsP), en Sevilla-2, descorren media docena de cerrojos para que C¨¢ndido, Antonio, Rufino y Miguel Angel avancen hacia la ¨²ltima puerta, la de la libertad. All¨ª les recoge Juan Diego, el educador que desde hace dos a?os se ocupa de ellos, y en una furgoneta, "sin rejas", puntualiza, les traslada a la granja de San Buenaventura, en Alcal¨¢ de Guadaira (Sevilla), donde, la Asociaci¨®n Paz y Bien tiene un centro ocupacional para la rehabilitaci¨®n de personas con deficiencias ps¨ªquicas. Los cuatro reclusos, considerados responsables (aunque no culpables) de distintos delitos, han de cumplir la condena impuesta por el juez bajo las medidas de seguridad del HPsP. Eso no les impide, en ning¨²n caso, acudir a la granja para su rehabilitaci¨®n. "El problema es educarlos para trabajar", dice Juan Diego. Ellos son s¨®lo cuatro afortunados, entre los 126 enfermos mentales recluidos en el HPsP. "Aunque, si tuvi¨¦semos m¨¢s ofertas como esta", se?ala Jos¨¦ Vidal Carballo, su director, "al menos un 50% podr¨ªan salir a trabajar fuera". La entrada en vigor del nuevo C¨®digo Penal en mayor de 1996 y, la reforma posterior del Reglamento Penitenciario, supuso que aquellas personas que delinqu¨ªan, reconocidas por la justicia como enfermos mentales, pasasen a cumplir su condena en un HPsP. En consecuencia, ning¨²n preso convivir¨ªa ya con estos enfermos. Y, lo que es m¨¢s importante, a partir de esa fecha, una vez cumplido el per¨ªodo de reclusi¨®n, recobrar¨ªan la libertad. Hasta entonces esto no era posible y el enfermo mental que comet¨ªa un delito pod¨ªa pasarse la vida en prisi¨®n, sin otra alternativa. A Antonio no le gusta trabajar. Pero le apasiona vender. En su tierra granadina vend¨ªa de todo... Y por eso, y porque alguien quiso abusar de su deficiencia ps¨ªquica, est¨¢ hoy cumpliendo condena. El problema principal para ¨¦l es que no puede olvidarse de su familia. "Lo que m¨¢s a?oran estas personas", comenta Juan Diego. "Algo que, en la mayor¨ªa de los casos, no tienen". Y es que la extracci¨®n social del enfermo mental que delinque suele ser muy baja. "Es como un c¨ªrculo vicioso. Su marginaci¨®n les lleva a la delincuencia", apunta Carballo. Luego est¨¢ el abuso que el entorno (amigos, vecinos, familia, etc) comete con ellos. Siempre est¨¢ el tonto que se queda con la piedra en la mano mirando al escaparate reci¨¦n reventado; o el que abusa, o maltrata (a veces con resultados de muerte), a un familiar... Antonio odia la azada, pero le encanta hablar con todo el mundo. Lo contrario que a Juan Bardolla, que apenas habla. Con un leve retraso mental, ¨¦sta es la segunda vez que delinque. El juez lo ha mandado directamente a la granja. Aqu¨ª cumplir¨¢ la condena (dos a?os). A Juan le vuelven loco los animales, especialmente Fiti, el caballo que ¨¦l ha domado. Aqu¨ª se siente libre. Como C¨¢ndido, que trabaja en el invernadero, y al que volver cada noche a dormir al HPsP le supone un desgarro. En la granja de San Buenaventura conviven a diario casi 200 personas con retraso mental. La presidenta de Paz y Bien, Pepa Romero, lo tiene muy claro: "Nosotros trabajamos con la potencialidad de cada persona; el reto es saber hasta donde puede llegar". Y, sobre los reclusos del HPsP, solo tiene un deseo: "Que cada d¨ªa sean m¨¢s los que puedan venir a la granja". Son las cinco de la tarde. Como todos los d¨ªas, Juan Diego pone en marcha la furgoneta. Dentro, "sin barrotes", por supuesto, los cuatro reclusos, deficientes mentales, se disponen a regresar a la c¨¢rcel. Que no es una c¨¢rcel, pero, para ellos, como si lo fuera...
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