Vuelven los sesenta
Cuando o¨ªmos que la Gerencia de Urbanismo iba a dignificar el entorno de la catedral y a ordenar la publicidad en comercios y negocios de la zona, supusimos que, dado que lo que le quita dignidad es el pavimento rojamarciano y que el m¨¢s pr¨®spero negocio es la catedral, se iba a reponer el adoqu¨ªn en las plazas de la Virgen de los Reyes y del Triunfo y a desmuse¨ªficar la catedral, abriendo la totalidad del recinto al culto y quitando las muchas se?ales para turistas que dentro y fuera la afean. Fue una ingenuidad, porque el plan ampliar¨¢ el horror de las losetitas a Santo Tom¨¢s y Alemanes y el comercio al que se refer¨ªan no era el catedralicio, sino el -mucho m¨¢s modesto- de los bares y negocios de la zona. Con notable desahogo, quien fue alcalde cuando se cometi¨® el atentado est¨¦tico del pavimento dice ahora desde la Gerencia que las losetas ser¨¢n de otra cantera. No hace mucho reconoc¨ªa -a medias, que a¨²n no ha nacido pol¨ªtico en este pa¨ªs que reconozca sus errores- la mala calidad de las utilizadas en las dos plazas. La probada capacidad interpretativa del personaje, puro Actor"s Studio de Lee Strasberg, ha quedado de nuevo demostrada. Aun a sabiendas de que Sevilla es mucho m¨¢s que el entorno de la catedral y hasta que todo el casco antiguo, y que uno de los peores errores que puede cometer quien escribe sobre la ciudad es confundir la parte con el todo (preso del mito de la Sevilla eterna) hasta llegar al extremo de utilizar esa terrible frase de "toda Sevilla", referida siempre a lo que interesa a grupos; a pesar, tambi¨¦n, de que el lector puede acabar harto de la frecuencia con que aqu¨ª se escribe sobre esta cuesti¨®n, es necesario insistir en los desprop¨®sitos arquitect¨®nicos, art¨ªsticos y urban¨ªsticos que se han acumulado como una plaga en esta zona tan simb¨®licamente representativa. No es toda Sevilla, desde luego, pero tiene la capacidad de representarla. Sin ¨¢rboles en las murallas del Alc¨¢zar y el Archivo de Indias, con las losetitas grises rotas y ara?adas, sustituido el dibujo de chinos de la fuente -dise?ado como parte de ella por Laffite- por el cateto m¨¢rmol negro, la catedral comercializada y asediada por se?alizaciones tur¨ªstico-comerciales y la Giralda ahora mocha y pronto rematada por la copia del Giraldillo, el coraz¨®n hist¨®rico de la ciudad se ha convertido en una Disneylandia historicista: puro PA. La ciudad, sin pulso, acepta pasivamente ¨¦sta y otras cosas. Estos a?os de gobierno municipal de la derecha popular y andalucista han logrado resucitar la pasividad y el desafecto hacia Sevilla de los terribles a?os desarrollistas. Como en los anuncios radiof¨®nicos de discos de nostalgia, vuelven los sesenta y los setenta, Los Sirex, Bruno Lomas, Karina, Jeanette, camisas de cachemira, pantalones de campana, zapatos de plataforma y destrucci¨®n de la ciudad. S¨®lo que esta vez no con asfalto y cemento, ni en arquitecturas tipo familia Cebolleta, sino con lujos de nuevo rico no ilustrado. Aquel "dinero que no sabe leer", del que escribi¨® Romero Murube en los a?os b¨¢rbaros, sigue sin alfabetizarse.
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