La autonom¨ªa del PSCJOSEP RAMONEDA
La crisis del PSOE, enzarzado en las querellas familiares propias de la primera fase de la regeneraci¨®n de un partido que ha perdido el poder, afecta directamente a los socialistas catalanes. Y no s¨®lo porque Borrell, uno de los gallos de la pelea, provenga, aunque de modo algo accidental, del PSC. La confusi¨®n socialista da al PSC una oportunidad irrepetible de consolidar su autonom¨ªa respecto del socialismo espa?ol y de consagrar un nuevo tipo de relaci¨®n con el partido matriz, que le permita orientar todas sus actuaciones en funci¨®n de los puntos cardinales de la pol¨ªtica catalana. Todas las comparaciones son odiosas, pero la imagen de un PSOE enrocado en pugnas descarnadas por el poder contrasta con un PSC que tiene un l¨ªder electoral (Pasqual Maragall) ampliamente aceptado, cuyas expectativas difuminan las desconfianzas de un sector del aparato del partido y que funciona con una discreta armon¨ªa tallada a imagen y semejanza de quien (Narc¨ªs Serra) se ha convertido en especialista en disolver capitanes, tanto en lo militar como en lo civil. Si todas las dudas son fundadas respecto a la duraci¨®n del apa?o que el PSOE se ha montado este fin de semana, es presumible que, por lo menos hasta las elecciones catalanas, el PSC seguir¨¢ en estado de buena sinton¨ªa interna. Despu¨¦s todo depender¨¢ del resultado, porque en los partidos, d¨¦biles en cauces democr¨¢ticos interiores, los problemas siempre se arreglan con medias concesiones y precarios eufemismos, con lo cual siempre hay sectores agazapados a la espera de sus peque?as revanchas. Pero si los socialistas catalanes tienen la oportunidad de encontrar un nuevo punto de relaci¨®n con el PSOE a partir de un mayor distanciamiento y autonom¨ªa no s¨®lo se debe al guirigay socialista. Al fin y al cabo, aprovechar la debilidad del hermano para construir su propia fortaleza podr¨ªa resultar de un oportunismo de los que acaban pasando factura. Hay otras razones que les dan necesariamente una autonom¨ªa de hecho que es el punto de partida para que se convierta en autonom¨ªa de derecho. Los partidos pol¨ªticos en gran medida se estructuran en funci¨®n de sus objetivos reales. Durante mucho tiempo el objetivo real principal del PSC era dar apoyo al Gobierno socialista, con lo cual estaba supeditando de modo inevitable su actuaci¨®n en el ¨¢mbito catal¨¢n a la estrategia de referencia. La p¨¦rdida del poder por parte del PSOE y las pocas expectativas de que lo recupere a corto plazo han ayudado a mover la orientaci¨®n del PSC. El punto de mira ya no es La Moncloa, sino la plaza de Sant Jaume, lado monta?a. De modo que el elefante ha cambiado el rumbo. La nueva meta modifica por s¨ª misma la relaci¨®n con el PSOE, porque s¨®lo desde la autonom¨ªa puede el PSC avanzar en su objetivo. Por el mismo argumento las discrepancias ideol¨®gicas est¨¢n destinadas a aumentar en los pr¨®ximas meses, a pesar de que el PSOE vive en plena confusi¨®n mental. En tiempos de dudas se tiende a aferrarse a lo que nunca falla. El PSOE, desconcertado al ver que la historia sigue corriendo aunque gobierne la derecha, no ha tenido otro reflejo ideol¨®gico que refugiarse en el papel de garante del nacionalismo espa?ol en momentos en que la tregua de ETA ha provocado un movimiento del suelo sobre el que se asentaba el consenso constitucional, con lo cual, aunque sea al modo suave e indirecto que Maragall ha escogido para el primer periodo de su campa?a, las diferencias en las propuestas de socialistas catalanes y espa?oles no dejar¨¢n de aumentar a medida que se acerque la cita electoral catalana. Dicen que Borrell piensa que Maragall deber¨¢ plegarse a los criterios de pol¨ªtica auton¨®mica que ¨¦l establezca. Porque, como repite mucho y hace poco, ¨¦l es el que manda. Va listo el candidato si, aparcados por unas semanas sus problemas con Almunia, quiere ahora abrir un nuevo frente con Maragall. Se dir¨¢ que la presencia de Borrell como l¨ªder del PSOE resta toda credibilidad a cualquier ejercicio de mayor autonom¨ªa por parte del PSC. Puede ser as¨ª, pero tambi¨¦n lo contrario: el PSC ya ha cumplido con el PSOE d¨¢ndole un l¨ªder m¨¢s o menos coyuntural, y manteni¨¦ndole el apoyo. A cambio, cada cual en su sitio: Borrell en Madrid y Maragall en Catalu?a. Naturalmente, toda oportunidad puede ser desaprovechada. Pero las circunstancias conducen hacia un distanciamiento creciente entre el PSOE y el PSC. Un distanciamiento que obliga a mucho al PSC, para ser capaz de no enajenarse los electores m¨¢s sensibles a la tradici¨®n socialista espa?ola dentro del amplio espectro de su base electoral potencial. Porque una pol¨ªtica catalana aut¨®noma no quiere decir una pol¨ªtica para los nacionalistas catalanes, sino para todos aquellos que viven en Catalu?a y en funci¨®n del dibujo global de esta sociedad. Despu¨¦s, los resultados electorales dir¨¢n. Si Maragall ganara las elecciones, la autonom¨ªa del PSC no s¨®lo quedar¨ªa consolidada, sino que el PSOE tratar¨ªa de buscar aqu¨ª lo inencontrable: la receta del ¨¦xito. El ¨¦xito en pol¨ªtica es una confluencia de muchos factores, y si ¨¦stos no se dan, no hay magia ni carisma que valga. Si Maragall perdiera, todo depender¨ªa de las proporciones de la derrota, de que Pujol saliera tocado o triunfador. Cuanto m¨¢s grande sea el fracaso m¨¢s garantizada estar¨¢ la explosi¨®n del volc¨¢n sobre el que se asientan el candidato que sue?a m¨¢s all¨¢ del partido y el resabiado profesional de la disoluci¨®n de capitanes, unidos por un viejo pacto de amistad que, de momento, ni siquiera la pol¨ªtica ha separado. Una concepci¨®n falsamente racionalista de la pol¨ªtica descarta la importancia del factor humano, y sin embargo, muchas cosas dependen de la nariz de Cleopatra. Cuando la qu¨ªmica no funciona -y es el caso entre Borrell y Almunia- poco puede hacer la pol¨ªtica. M¨¢s all¨¢ de consideraciones coyunturales, la crisis del PSOE (como la apoteosis leninista del PP, que nadie critica porque la oposici¨®n est¨¢ vacante por amenaza de ruina) refleja los problemas de adaptaci¨®n de la forma partido a la sociedad posideol¨®gica. Pero este tema ya no cabe en este art¨ªculo, lo dejaremos para otro d¨ªa. P. S. Llueve mucho sobre Pere Esteve ¨²ltimamente. Sin embargo, me gustar¨ªa destacar la personalidad de un secretario general de Converg¨¨ncia que no ha querido tener un comportamiento estrictamente vicario del presidente Pujol y que incluso ha desafiado en alg¨²n momento su monopolio como intelectual org¨¢nico del partido. No s¨¦ si le han desplazado hacia Europa (como se puede deducir del principio de que, en momentos de dificultad, todos los poderes para la familia) o, pensando en el futuro, se va ¨¦l. De momento, en una cosa lleva raz¨®n: ¨¦l ha decidido someterse al sufragio universal, cuando otros que han apostado todas sus cartas al pospujolismo siguen agazapados a la sombra del presidente por miedo a no dar la talla si se contaran por su cuenta. Tarde o temprano saldremos de dudas. El d¨ªa en que Pujol no est¨¦ no cabr¨¢n soluciones alqu¨ªmicas: conoceremos el peso real de cada uno de los presuntos implicados.
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