Tres mujeres estrafalarias
Las presidentas De Werner Schwab, en versi¨®n de Miguel S¨¢enz. Int¨¦rpretes, Merc¨¨ Ar¨¤nega, Lina Lambert, Lourdes Barba. Iluminaci¨®n, Mar¨ªa Dom¨¦nech. Vestuario y escenograf¨ªa, Gina Cubells. Direcci¨®n, Carme Portaceli. Teatro Rialto. Valencia, 18 de noviembre.Ellas son pobres, muy pobres, tanto que viven en un estercolero donde amontonan sus trastos. Tambi¨¦n son mayores. A una le da por la p¨¢jara religiosa, otra es m¨¢s bien perfectamente sexuada y a la tercera le tira lo escatol¨®gico en su variante fecal. Las tres viven exclusivamente de sus fantas¨ªas, aunque tambi¨¦n de una botella de vino que las anima a llegar hasta el final de la obra y cumplir con su misi¨®n en esta vida. A los compases de una televisiva Digan lo que digan, la canci¨®n de Raphael (lo que choca un tanto trat¨¢ndose de austr¨ªacas: Grete, Marield, Erna) empiezan a largar, a exponer sus fantas¨ªas, a vivir vidas imaginarias seg¨²n una espiral de agresiones que terminar¨¢, como es l¨®gico, en un desastre previsible. Como es natural, a lo largo de la obra, y seg¨²n el vinillo surte su efecto liberador, asistimos a un rosario de observaciones que se quieren transgresoras, aunque parece que el p¨²blico de hoy no se asusta ya por nada. Todo esto y algo m¨¢s est¨¢ servido por un texto que simultanea los hallazgos m¨¢s o menos brillantes con reiteraciones acaso innecesarias, aunque sin desde?ar casi nunca el seguro efecto de un humor siempre ir¨®nico y salvaje en algunas ocasiones. Quiz¨¢s el aspecto m¨¢s curioso de esta obra, m¨¢s all¨¢ de su prop¨®sito de incomodar, es la singularizaci¨®n de las protagonistas, cada una con su voz propia pero componiendo un tr¨ªo complementario en la necesidad compartida de fantasea situaciones improbables para sobrevivir. En ese sentido, el trabajo de las tres actrices es espl¨¦ndido, dirigidas por Carme Portaceli con menos ruido que en otros de sus montajes, y ser¨ªa injusto destacar a alguna sobre las dem¨¢s. No s¨¦ yo si la obra llegar¨¢ a molestar a alguien que crea estar ante una funci¨®n de mujeres, pero resulta divertida para los aficionados a esta clase de tremendismo.
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