Caim¨¢n
Los caimanes han cobrado actualidad. Primero fueron los que salieron de estamp¨ªa en Centroam¨¦rica a causa del hurac¨¢n. Y pocos d¨ªas despu¨¦s se supo de otro caim¨¢n que hu¨ªa. En Madrid.Ese caim¨¢n madrile?o probablemente no escap¨® por casualidad sino por mimetismo. Ese caim¨¢n deb¨ªa de tenerlo alguien en su casa, vio por televisi¨®n lo que hab¨ªan hecho sus cong¨¦neres y sigui¨® el ejemplo.
Guardar caimanes en casa no es habitual, pero hay precedentes. A los ancianos t¨ªos de un amigo m¨ªo, all¨¢ por los a?os cincuenta les cay¨® encima un caim¨¢n cuando pasaban por la calle Mayor.
No fue exactamente un caim¨¢n sino un cocodrilo. Casi da lo mismo. El caim¨¢n se enorgullece de pertenecer a la familia de los cocodrilos, que es de rancia cuna. M¨¢s antigua que la Casa de Alba. El origen de los cocodrilos -aseguran- se remonta a 200 millones de a?os. De entonces a esta parte, los cocodrilos y los caimanes han tenido tiempo de hacer de todo: desde izar con la cola el planeta Tierra hasta tirarse por un balc¨®n en la calle Mayor.
Los dragones legendarios fueron cocodrilos, s¨®lo que con alas. Al macabro Leviat¨¢n que cita la Biblia lo identifican con un cocodrilo tambi¨¦n. Es lo que ocurre cuando uno es feo: que le atribuyen todas las maldades. Obs¨¦rvese en cualquier reuni¨®n: si de s¨²bito atormenta las pituitarias un efluvio maloliente, todos sospechan del m¨¢s feo, con mayor convicci¨®n si adem¨¢s es bajito.
Nada se ha mencionado hasta aqu¨ª que carezca de fundamento. La mitolog¨ªa describe el universo ora como un tenebroso caos, ora como un infinito pi¨¦lago, y en ambos casos es determinante la intervenci¨®n de un cocodrilo. En la versi¨®n primera, el cocodrilo cela con su corpach¨®n los espacios siderales. Mas he aqu¨ª que el dios Zeus emerge a Levante, despliega su poder flam¨ªgero y lo funde bien fundido; y en tanto vuela al Zenit y va planeando luego hacia Poniente hasta sumergirse de nuevo en las aguas, se ense?orean del universo la luz y la templanza. En la versi¨®n segunda, todo bicho viviente estar¨ªa condenado a ser n¨¢ufrago en el oc¨¦ano si no fuera porque el tit¨¢nico cocodrilo tiene la bondad de levantar con su cola la Tierra y mantenerla en lo alto oronda y enjuta.
O sea que, los cocodrilos, seg¨²n se mire. El que va por Madrid disfrazado de lagarterana es descendiente de aquellos gigantes, benefactores o malignos, m¨¢s feos que pegarle a un padre. Pero que supieron evolucionar. Y si al principio su medio era acu¨¢tico, descubrieron reptando la solidez de las playas, a poco los campos, y desarrollaron su bocaza voraz, y se comieron alg¨²n misionero.
La boca: ¨¦se es el gran peligro de los cocodrilos. La ciudadan¨ªa madrile?a deber¨ªa de tener cuidado porque los cocodrilos son maestros en la ocultaci¨®n y en el disfraz, pueden meterse en un matorral o en el fango sin que se les note nada, y permanecer inm¨®viles al acecho del incauto que les valga de fest¨ªn.
Los funcionarios son su golosina, sobre todo los del departamento de Contabilidad. Dostoievski relat¨® la peripecia de uno al que engull¨® un cocodrilo y le tuvo a?os en sus entra?as echando cuentas, quiz¨¢ por el placer de regurgitarlo.
Cocodrilos y caimanes gozan de los derechos de los animales proclamados por las Naciones Unidas, y los defensores de la fauna andan preocupados por la suerte que haya podido correr el caim¨¢n evadido. Tambi¨¦n por las condiciones de habitabilidad de la casa donde estuvo viviendo, pues sospechan que su due?o le obligaba a pernoctar en la ba?era, y est¨¢n dispuestos a llevarlo a los tribunales.
No es la ba?era lugar digno para un cocodrilo, y esto explicar¨ªa que saliera huyendo. Probablemente fue lo mismo que sucedi¨® en la calle Mayor cuando se tir¨® un cocodrilo por el balc¨®n y le cay¨® en la cabeza al t¨ªo de mi amigo. El hombre rod¨® medio descalabrado; a su mujer, que le acompa?aba, le entr¨® un ataque de nervios y se priv¨® tambi¨¦n. La gente se aprest¨® a socorrerlos y los llevaron corriendo al hospital. Eran otros tiempos. Hoy a quien hubieran socorrido es al cocodrilo.
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