El nuevo paradigma
Pierre Hassner es quien con mayor penetraci¨®n ha descrito el cambio de paradigma que ha tenido lugar en los ¨²ltimos 20 a?os en la reflexi¨®n te¨®rica y en la pr¨¢ctica efectiva de las relaciones internacionales. Hemos pasado de los tres modelos cl¨¢sicos que las fundaban -seguridad colectiva, equilibrio de poder y gobierno mundial- a los tres grandes ejes que hoy vertebran el paradigma emergente: mercado mundial, sociedad global y turbulencia internacional. La mundializaci¨®n del mercado ha creado una interdependencia econ¨®mica que ten¨ªa que generar un espacio global de condici¨®n tanto social -referida a las consecuencias sociales de la globalizaci¨®n econ¨®mica- como societaria -entendida como la interacci¨®n de los actores que en ¨¦l intervienen-. Pero este espacio que es propiamente la sociedad global, sin un conjunto de valores compartidos y sin un marco de normas que los hagan efectivos, se traduce inevitablemente en lo que James Rosenau ha llamado la turbulencia transnacional. Con esta designaci¨®n apunta a los comportamientos de codicia y destrucci¨®n, con frecuencia criminales, que aparecen en un orden, fruto de la interdependencia de los Estados, pero que olvid¨¢ndose de su origen se pretende metapol¨ªtico y neutral e instituye al inter¨¦s econ¨®mico en su primado ¨²nico. Desde ¨¦l adquieren carta de ciudadan¨ªa la venta de armas, el tr¨¢fico de drogas, el blanqueo de dinero sucio, las emigraciones clandestinas, la circulaci¨®n incontrolada de capitales, la criminalidad internacional organizada, los genocidios reiterados, las agresiones sistem¨¢ticas al medio ambiente, el terrorismo de masa, la exclusi¨®n de individuos y pueblos como ¨²ltimo y definitivo destino de los que han sido marginados del proceso productivo y consumidor mundial.La bochornosa aceptaci¨®n de estas turbulencias por parte de los macroestados y de las multinacionales que las califican de costo necesario que conlleva la libertad de mercado a escala planetaria, tiene su fundamento en la vieja concepci¨®n que consideraba el estado de paz como algo propio de la comunidad estatal y reservaba el conflicto b¨¦lico para el ¨¢mbito internacional de condici¨®n incontrolable, definido por la guerra potencial y en el que la negociaci¨®n no es m¨¢s que una dilaci¨®n para el fragor de las armas. Seg¨²n la f¨®rmula acu?ada, la guerra era la continuaci¨®n natural de la pol¨ªtica por otros medios. Este z¨®calo inamovible que con tanta brillantez le he o¨ªdo exponer a Raymond Aron y pod¨ªa tener un cierto sentido cuando los Estados eran los ¨²nicos protagonistas de la vida internacional, hoy es no s¨®lo inadecuado sino intr¨ªnsecamente perverso. Un ejemplo de ahora a prop¨®sito de una de esas turbulencias legitimadas que representa la inmigraci¨®n ilegal. El caso de inmigrantes sin documentaci¨®n est¨¢ siendo uno de los problemas mayores con que tienen que enfrentarse los gobiernos franceses desde hace m¨¢s de una d¨¦cada. La extrema izquierda de modo permanente y la izquierda cuando no est¨¢ en el poder defienden la regularizaci¨®n global y masiva de todos los inmigrantes que viven en Francia. La derecha siempre y de manera absoluta y la izquierda cuando es gobierno, aunque con excepciones y justificaciones, s¨®lo aceptan la regularizaci¨®n en funci¨®n de un conjunto de criterios y caso por caso. Jospin en su campa?a electoral prometi¨® regularizar a todos los inmigrantes y para eso se confeccion¨® una lista que cens¨® aproximadamente a 150.000 personas. De ellas casi 80.000 tienen ya estatuto de residentes pero quedan 66.000 a¨²n pendientes que en principio deber¨¢n abandonar el pa¨ªs. Los Verdes, con ese gran agitador medi¨¢tico que es Cohn-Bendit, exigen la regularizaci¨®n inmediata de todos. La extrema izquierda se multiplica en ocupaciones y manifestaciones. Pero Jospin no ceder¨¢ porque electoralmente ser¨ªa suicida ya que la inmensa mayor¨ªa de los franceses rechaza que se legitime la inmigraci¨®n masiva. Pero sobre todo porque la regularizaci¨®n en masa provocar¨ªa un aflujo tan extraordinario de nuevos inmigrantes que suscitar¨ªa problemas sin posible soluci¨®n. Pues es evidente que la turbulencia migratoria s¨®lo puede encontrar respuesta adecuada en sus pa¨ªses de origen. Es decir, a nivel global y mediante la incorporaci¨®n de la ¨¦tica y la solidaridad al nuevo paradigma de las relaciones internacionales.
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