Televisiones p¨²blicas
La televisi¨®n p¨²blica es un asunto que ocupa mucho tiempo, espacio y diversas manifestaciones de indignaci¨®n, incluso santa, de los pol¨ªticos de la oposici¨®n; como, m¨¢s o menos, todos acaban pasando por ah¨ª (aunque los hay, tambi¨¦n, de oposici¨®n permanente), todos exhiben su esc¨¢ndalo de manera parecida: es cuesti¨®n de tiempos pol¨ªticos. Curiosamente, el Gobierno (as¨ª, en abstracto) siempre las defiende; la oposici¨®n (tambi¨¦n en abstracto) siempre las ataca. No cambian los actores, ni el contenido de los ataques y defensas, pero s¨ª los papeles: los actores, adem¨¢s, demuestran gran versatilidad y profesionalidad: hacen de atacantes o defensores, seg¨²n proceda, con id¨¦ntica seguridad, aplomo y ret¨®rica.El principal problema, entre nosotros, de una televisi¨®n p¨²blica: que es, siempre, con mayor o menor disimulo, un instrumento de propaganda pol¨ªtica del Gobierno que designa a su director. Con medios p¨²blicos, que son de todos, se sirve a los designios pol¨ªticos de unos cuantos, que son, m¨¢s o menos, la mayor¨ªa, pero que no son todos. Adem¨¢s, esos medios son cuantiosos; aparte de lo que valgan como inversi¨®n o unidades de producci¨®n, al a?o nos cuestan las televisiones p¨²blicas, a los ciudadanos que pagamos impuestos, m¨¢s de doscientos mil millones de pesetas. Para hacerse una idea, una cantidad pr¨®xima a esos fondos de cohesi¨®n europeos a los que somos acreedores por "pobres europeos", y que con tanto ¨¦xito contribuimos a crear y ahora defendemos de las asechanzas de ego¨ªstas n¨®rdicos; cabr¨ªan otras comparanzas, pero con ¨¦sta bastar¨¢; en mi caso, que no se trata de Gobierno ni oposici¨®n, tambi¨¦n hay indignaci¨®n contra este derroche p¨²blico: pobres, pero derrochones.
Y ¨¦ste es el principal problema, porque sin ¨¦l los otros ser¨ªan menores y manejables. Por ejemplo, ¨¦se del costo: si ha de ser un buen instrumento de propaganda, cualquier televisi¨®n p¨²blica tiene que tener audiencia amplia; para ello, lo mejor es no reparar en gastos, y las televisiones p¨²blicas entran a saco en los presupuestos p¨²blicos, y en el mercado de la publicidad, donde concurren otros operadores, honrados (en general) empresarios, que se pelean por la publicidad, aunque no pueden hacerlo por los presupuestos. Y, derroche sobre derroche, esas televisiones van tomando (ya han tomado) unas hechuras imperiales por sus medios humanos y materiales, y agresividad "comercial": ah¨ª est¨¢n las televisiones desbancando a las privadas a la hora de contratar espect¨¢culos futbol¨ªsticos, que traen audiencia, o quiz¨¢ es por lo del "servicio p¨²blico".
Despu¨¦s de una experiencia de decenios (de democracia, dos) no creo muy probable que aqu¨ª se llegue a la situaci¨®n de una televisi¨®n p¨²blica pol¨ªticamente neutral (entre los partidos pol¨ªticos, se entiende). No s¨¦ qu¨¦ raz¨®n de ser tienen unas televisiones p¨²blicas ahora que la oferta televisiva por v¨ªas digitales, anal¨®gicas, cable, sat¨¦lite, o como sea, ya va a ser abrumadora. Es como si se mantuviera que hacen falta peri¨®dicos diarios p¨²blicos, porque la informaci¨®n es "un servicio p¨²blico". Comprendo que romper el invento de la propaganda propia pagada por todos es inc¨®modo para el Gobierno, y aun para la oposici¨®n, que conf¨ªa en ser, o volver a ser, Gobierno. Pero creo de verdad que si no se rompe esa ra¨ªz, nada se arreglar¨¢ del todo.
He conocido, y no s¨®lo he tenido noticia, a muchos directores generales de TV Espa?ola, y algunos de televisiones auton¨®micas. Es un cargo duro, dif¨ªcil, desagradecido, un lugar para recibir bofetadas e insultos; los ha habido excelentes, medianos y malos. Pero el mejor no es capaz de lograr la cuadratura del c¨ªrculo. Es el lugar en el que llueven los cinismos pol¨ªticos de todos en esta materia tan sensible: hay que tener presente que los pol¨ªticos nunca est¨¢n del todo satisfechos con lo que se dice de ellos: tienen una sensibilidad enfermiza, o profesional, para su imagen.
No trato, aqu¨ª, ni siquiera de decir que una televisi¨®n p¨²blica no tenga sentido, aunque eso del servicio p¨²blico me parece una broma legal; todo puede tener sentido; o ser una aberraci¨®n. Me resisto, sin embargo, a aceptar que la libertad de expresi¨®n y de opini¨®n sea compatible con instrumentos "oficiales". Pero ¨¦ste es un mal escandaloso que ya no escandaliza a nadie; con ¨¦l podremos seguir viviendo otros veinte a?os de democracia, y a¨²n m¨¢s. Todo esto da un poco de aburrida repugnancia. Pero es menos malo que la dictadura, por ejemplo.
Al nuevo director general de TVE le deseo lo mejor, y s¨¦ que su actuaci¨®n ser¨¢ excelente. Pero el problema no es de director general; ni TVE es el ¨²nico problema; todas las televisiones p¨²blicas, tal como se desempe?an, tienen en s¨ª algo profundamente contrario a las libertades y al pluralismo de esta sociedad, o, si quieren, estas sociedades.
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