Vivir con sida
"A veces es m¨¢s dif¨ªcil ayudarles a vivir que a morir". Impresiona, ?verdad? Y m¨¢s cuando quien as¨ª habla es la psic¨®loga Lola C¨¢noves, que durante a?os ha viajado con los infectados hasta el fondo de la desesperaci¨®n, tendiendo en lo posible una mano tan profesional como amiga. A su experiencia me encomiendo ante la cercan¨ªa del D¨ªa del Sida, intuyendo lo mucho que han debido de cambiar las cosas desde que ten¨ªamos que reivindicar, ante la b¨¢rbara reacci¨®n de ciertas gentes, el ¨²ltimo de los derechos de los enfermos: el de expirar en paz. En aquel momento, y hasta hace nada, diagnosticado era sin¨®nimo de desahuciado. Pero la ciencia ha recuperado a muchos al borde del ¨²ltimo suspiro, y no es extra?o que ahora lleve una vida relativamente normal quien meses antes se desped¨ªa de sus amigos y regalaba hasta el reloj en un hospital para terminales. Se ha producido, a menudo, una especie de resurrecci¨®n y tambi¨¦n se est¨¢ impidiendo, con los nuevos tratamientos, que el mal cause estragos irreversibles. Pero, ?qu¨¦ ha ocurrido con la muerte social de aquellos a quienes el virus invadi¨®? Parece que aqu¨ª el cambio no ha sido tan espectacular, ni la respuesta tan esperanzadora. Porque la cronificaci¨®n del mal en los ya infectados no impide, sino todo lo contrario, que aumente el n¨²mero de personas que necesitan ser atendidas, mientras los recursos distan mucho de progresar de forma proporcional. El regreso a la vida despierta en muchos el deseo de reintegrarse al seno de familias no siempre dispuestas o preparadas para hacer el esfuerzo. Y la necesidad de recuperar o conseguir un puesto de trabajo, cosa dif¨ªcil por la oculta tendencia empresarial a escudri?ar en los anticuerpos ajenos, y por la falta de preparaci¨®n de quien ha pasado su juventud naufragando por v¨ªa parenteral. El buen estado general de algunos enfermos (a los que no se considera minusv¨¢lidos) ha hecho que pierdan sus pensiones, pero en forma alguna se les ayuda a conseguir un modo de vida. As¨ª que hay quien evita las revisiones, o deja el tratamiento, con las grav¨ªsimas consecuencias que el abandono puede acarrear. Como es el caso de algunos presos, que aspiran a la libertad por el art¨ªculo 60, aunque sea casi con los pies por delante. Este a?o, la OMS dedica el D¨ªa Mundial a los j¨®venes, que siguen muriendo m¨¢s por sida que por accidentes de tr¨¢fico. Los activistas organizados, como Avacos y su presidente, Luis Piz¨¢, se quejan de la falta de informaci¨®n que a¨²n existe, y contemplan espantados los resultados de las encuestas: una mayor parte de los 1.800 estudiantes de secundaria interrogados dice que el virus se transmite tambi¨¦n por la saliva. Piden prevenci¨®n, "el mejor medicamento", lo que significa mantener alta la guardia. Que se invierta en asistencia ambulatoria para evitar la masificaci¨®n en los hospitales, y en reciclaje para el personal sanitario. Exigen educaci¨®n sexual que ponga freno al contagio que no cesa, despu¨¦s de haberse aprendido el camino heterosexual, y que se ceba especialmente en las mujeres. El VIH es d¨¦bil y cobarde. Fuera de nosotros muere, y dentro muta y se agazapa. Ha sido m¨¢s f¨¢cil mantenerle a raya con qu¨ªmica que vencer al s¨ªndrome del s¨ªndrome, ese conjunto de estereotipos e ignorancias que siguen siendo nuestro peor enemigo y su mayor aliado.
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