La cuesti¨®n moral
Hace ya algunos a?os, cuando se desat¨® lo que ha sido considerado como la bancarrota pol¨ªtica de la primera Rep¨²blica italiana, titulaba as¨ª Luciano Pellicani su editorial en MondOperaio, donde expon¨ªa con toda crudeza c¨®mo la econom¨ªa de la corrupci¨®n no era un elemento perif¨¦rico del sistema pol¨ªtico sino que hab¨ªa pasado a ser un elemento central del mismo, hasta el punto en que se interrogaba si la democracia no se hab¨ªa transformado en una aut¨¦ntica cleptocracia. Durante los a?os setenta Italia era para muchos un indudable punto de referencia por su diversidad pol¨ªtica, por su t¨ªmida regionalizaci¨®n y por su municipalismo. Otros, sin negar algunas de las bondades del modelo italiano, mostraban su preocupaci¨®n por evitar el riesgo de una posible italianizaci¨®n de la vida pol¨ªtica espa?ola. Tarea in¨²til, puesto que primero la mitificada UCD, cuya trayectoria a¨²n est¨¢ esperando las necesarias investigaciones, que por mor siquiera del rigor hist¨®rico son imprescindibles, y luego la laxitud moral desesperante con que el PSOE toler¨® o ampar¨® durante demasiado tiempo los brotes de corrupci¨®n que empezaban a surgir entre los suyos, sin olvidar a los gobiernos auton¨®micos y ayuntamientos del PP, convirtieron a este pa¨ªs en un vivo reflejo de la Tangent¨®polis italiana. En algunos casos, en la base de actuaciones p¨²blicas irregulares se encontraba el problema, a¨²n no resuelto, de la financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos. En otros muchos el af¨¢n personal de enriquecimiento de militantes y cargos p¨²blicos, al igual que ocurri¨® en Italia donde la precaria situaci¨®n de las finanzas de los partidos y las fortunas amasadas por algunos de sus miembros hicieron que Rino Formica describiera la situaci¨®n con una afortunada frase: "Conventos pobres, frailes ricos". A enriquecerse aspiraba Zaplana y as¨ª lo manifest¨® en sus conversaciones con Palop cuando lo del caso Naseiro, pese al cual -que no gracias a ¨¦l- gan¨® en las urnas primero la alcald¨ªa de Benidorm y luego la presidencia de la Generalitat, como el PSOE sigui¨® ganando elecciones a pesar de Juan Guerra y sus secuelas. Pero el problema reside en que Zaplana, necesitado de exaltar su legitimaci¨®n pol¨ªtica equipar¨¢ndola a una absoluci¨®n moral y social, est¨¢ desarrollando una peligrosa teor¨ªa seg¨²n la cual quienquiera que pase con ¨¦xito por las urnas surge de ellas, cual si de pilas bautismales se tratara, blanco e inmaculado, sin ning¨²n estigma de su vida pasada. Teor¨ªa que, aplicada a un personaje de candente actualidad, supondr¨ªa admitir que si Pinochet hubiese ganado la consulta electoral chilena su pasado de sanguinario matarife habr¨ªa sido autom¨¢tica y milagrosamente borrado. Remito al lector a las respuestas parlamentarias que Zaplana ha dado a la oposici¨®n con motivo de ser interpelado sobre el asunto de los terrenos propiedad de Farn¨®s, recalificados por el Ayuntamiento de Benic¨¤ssim tras la intervenci¨®n y las promesas del conseller Olivas. Zaplana, que como tantos otros miembros del PP utiliza mec¨¢nicamente un lenguaje democr¨¢tico del que no entiende ni comparte la ¨¦tica ni la est¨¦tica, en lugar de dar explicaciones se acoge al veredicto de las urnas en las ya pr¨®ximas elecciones, en funci¨®n del cual todo les est¨¢ permitido. Dec¨ªa Val¨¦ry que la indignaci¨®n permanente es un signo de bajeza moral. Pues si esto es cierto a m¨ª Zaplana me sume no ya en la bajeza sino en el abismo.
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