Rumbo a Tokio
Mientras los otros gallitos del f¨²tbol espa?ol vuelven a disputarse el palo m¨¢s alto del corral de la Liga, los chicos del Real Madrid, reci¨¦n llegados a Tokio, se multiplican para recuperar cuanto antes el sentido de la orientaci¨®n. Obligados a habituarse r¨¢pidamente a un mundo fren¨¦tico del que s¨®lo les llega un vago ruido de colmena, improvisan una operaci¨®n de reconocimiento en varias fases: se informan sobre las costumbres locales, ponen en hora su reloj biol¨®gico y sacuden la cabeza para desembarazarse del v¨¦rtigo de los meridianos. No hay tiempo que perder; dentro de dos d¨ªas tendr¨¢n que estar en perfecto estado de revista ante el Vasco de Gama. Porque, como bien se sabe, la Copa Intercontinental no es exactamente una aventura de temporada, es un esquivo tren monorra¨ªl que suele pasar una vez cada cuarenta a?os frente al and¨¦n del poblado.En alg¨²n hotel de la periferia, sus rivales, los chicos del Vasco, han tomado la delantera y, seg¨²n cuentan los enviados especiales, se entrenan en jornada intensiva para olvidar el verano tropical con la m¨¢xima urgencia. Tratan de hacer un f¨²tbol alto en calor¨ªas sobre los neveros japoneses, y ya se han impuesto en el dif¨ªcil arte de devolver, una por una, todas las reverencias de los hinchas nipones.
No es f¨¢cil saber si han conseguido sacar ventaja en el intento de aclimataci¨®n. Tampoco est¨¢ muy claro que necesiten otra cosa que recuperar sus limitados mecanismos de juego. Si nos atenemos a la l¨ªnea que han mantenido en los ¨²ltimos partidos del campeonato brasile?o, son m¨¢s una cuadrilla de forzudos que un c¨ªrculo de estilistas. En realidad demuestran tal obsesi¨®n por mantener su sistema defensivo que a ratos parece un equipo europeo disfrazado para la ocasi¨®n en el carnaval de R¨ªo.
A primera vista son, pues, un lingote sin fisuras ni perfiles; movidos por alguna obsesi¨®n militar, tienen el sonido de las sierras mec¨¢nicas y el brillo apagado de las armaduras. Sus jugadores tampoco se permiten otra concesi¨®n est¨¦tica que la salida en velocidad ni aspiran a otro ideal que la llegada por sorpresa. A veces, s¨®lo a veces, alg¨²n toque con el exterior, alg¨²n pase al hueco o alg¨²n tacto especial en el control confunden a la parroquia y hacen pensar en una habilidad de orden superior, pero enseguida vuelven a su juego bronco y precipitado. S¨®lo en situaciones de extrema necesidad recurren a la genuina f¨®rmula brasile?a. En ese caso, llaman a Felipe.
?Hemos dicho Felipe? ?Qui¨¦n es es Felipe tan cortejado por media Liga italiana? Es un extremo izquierdo, vestido de lateral, m¨¢s zurdo y m¨¢s r¨¢pido que Billy el Ni?o. A poco que nos fijemos en ¨¦l descubriremos que es el ¨²ltimo pariente conocido de Rivaldo, Z¨¦ Roberto, Savio y Denilson; o sea, una de esas balas explosivas que el f¨²tbol brasile?o acostumbra a reservar en el fondo de la cartuchera. Como era de temer, usa un largo repertorio de trucos de la escuela cl¨¢sica, pero sus despliegues, ya sean bicicletas, frenazos, enganches o amagos de arrancada, llevan a un mismo final: mire a a la carza o al suelo, siempre termina escapando por la izquierda. Su marcaje plantea un problema ¨²nico, pero peliagudo: todos sabemos por d¨®nde va a salir, pero nadie consigue adivinar cu¨¢ndo.
Frente a esa potencia sorda y a esa temible zarpa izquierda, el Madrid se ver¨¢ forzado a imponer su propio estilo. Es cierto que pieza por pieza est¨¢ muchos pelda?os por encima, pero la ventaja del prestigio no tiene ning¨²n valor de garant¨ªa.
Si quieren ganar, sus figuras deber¨¢n salir del cartel y buscar el cuerpo a cuerpo.
Todo consiste en decir Hoy no importan nada mi pasado ni mi apellido: hoy, mi nombre es Campe¨®n.
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