Asesinos y enfermos mentales
ENRIQUE MOCHALES Anatoli Onopienko, ucranio de treinta y nueve a?os, presume de ser "el mejor asesino del mundo", y no lamenta haberse cargado a 52 personas. Al bueno de Anatoli habr¨ªa que sacarle de su error y desvelarle que a lo largo de la historia ha habido mejores y mayores asesinos que ¨¦l, que adem¨¢s no tuvieron que sentarse en el banquillo de los acusados. Pero suyo es el orgullo del monstruo. Aqu¨¦l que presume de sus horrendas fechor¨ªas diciendo que al menos lo que hac¨ªa lo hac¨ªa bien. Para qu¨¦ mentarle a tantos dictadores, jefes o mafiosos que lo ¨²nico que tuvieron que hacer fue un movimiento de dedo, o un movimiento de cejas, para ordenar y arreglar la muerte de tantos individuos. El pobre Anatoli, adem¨¢s de asesino, es un imb¨¦cil. Un imb¨¦cil monstruoso, dir¨ªamos un monstruoso imb¨¦cil, por redundar. Muchos asesinos hay que se refugian en la turba, en la religi¨®n, en la pol¨ªtica, incluso en la magia, la borrachera, la venganza o el amor perdido. Al bueno de Anatoli lo ¨²nico que le queda es la estupidez y la locura. ?Qu¨¦ originales y turbadoras son para los locos esas pel¨ªculas norteamericanas que muestran psic¨®patas que matan sin raz¨®n o con razones psicop¨¢ticas! Se alzar¨ªan las voces de los much¨ªsimos enfermos mentales, si tuvieran voz poderosa, record¨¢ndonos que ellos no son asesinos, que un asesino se forma en cualquier estrato, en cualquier pliegue, y que si Anatoli es de verdad un enfermo mental o un idiota eso no quiere decir que su condici¨®n venga pareja a la de asesino. Porque entre los asesinos la mayor¨ªa inmensa son cuerdos, incluso si observamos la proporci¨®n de enfermos mentales entre la poblaci¨®n. Para Anatoli no es deseable la pena de muerte, lo mismo que no es deseable esa despreciable condena, que no pena, para los inhumanos linchadores de Indonesia, monstruosos engendros de masas. Para Anatoli es aconsejable sombra y cuidados. Sombra entre cuatro paredes y cuidados para que viva y soporte su infierno particular. En realidad, el aspecto que ofrece Anatoli en su jaula es el de un pobre diablo que se cree el mejor asesino del mundo. Una imagen que corresponde curiosamente a sus declaraciones insensatas, y es facil¨ªsimo imaginarle, desde que est¨¢ entre rejas, blandiendo el cuchillo, apu?alando sin piedad a sus v¨ªctimas como si fueran corderitos. Est¨¢ claro, Anatoli es un monstruo. Es un monstruo preso. Me gustar¨ªa saber cu¨¢ntos monstruos parecidos han vivido en libertad, con sus cr¨ªmenes impunes, como aqu¨¦l dictador que era idealista, o como muchos que han asesinado con gran dedicaci¨®n. Ninguno de ellos eran enfermos mentales. Y es que a Anatoli, como a tantos otros, le han puesto la coletilla justificadora de "enfermo mental". Eso puede hacerme pensar que est¨¢n criminalizando a todo el colectivo de enfermos mentales, como a los que padecen una depresi¨®n, los que tienen un terrible estr¨¦s, o aquellos psic¨®ticos atormentados que no salen de su burbuja de obsesiones, pac¨ªficos y eternamente solos. Qu¨¦ injusta es la etiqueta policial de "enfermo mental". Y a veces uno se cuestiona, rizando por rizar el rizo de la paranoia, si el hombre malencarado que bebe un vino en el fondo del bar no habr¨¢ abandonado alguna vez un cad¨¢ver en un descampado. ?Podr¨ªa ser ese hombre normal un asesino?. No, pobre Anatoli, t¨² no eres el mejor asesino del mundo. No puedes compararte a aqu¨¦l que un d¨ªa declar¨® la guerra chula y envi¨® a millones a morir al campo de batalla. T¨² simplemente eres un pe¨®n de la monstruosidad. No te des ¨ªnfulas de maestr¨ªa homicida, s¨®lo eres un desdichado. Y tal vez los enfermos mentales sean los ¨²nicos capaces de perdonarte.
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