EE UU podr¨ªa acompa?ar a Pinochet en el banquillo
Ahora que la C¨¢mara de los Lores ha decidido en Londres que Augusto Pinochet no se beneficia de la inmunidad, se ha abierto la posibilidad de su extradici¨®n para ser juzgado por los tribunales espa?oles por los cargos de cr¨ªmenes contra la humanidad. Estados Unidos va en camino de encontrarse en el banquillo junto al ex dictador chileno. Los informes norteamericanos se han centrado b¨¢sicamente en el asesinato en Washington en 1976, a manos del gobierno de Pinochet, de un antiguo funcionario del gobierno de Allende, derrocado por el general Pinochet en 1973: Orlando Letellier y una joven norteamericana, Rommi Moffit, saltaron por los aires en un coche bomba accionado por agentes chilenos.El entonces jefe del servicio secreto chileno ha negado siempre que su departamento estuviera implicado en el crimen. Sin embargo, los agentes del FBI encargados de la investigaci¨®n han testificado que "es inconcebible que el asesinato de Letellier se decidiera sin la autorizaci¨®n expresa del comandante en jefe", el general Pinochet. Otro funcionario chileno implicado en el asunto ha declarado que el dictador intervino para ocultar el papel de su polic¨ªa secreta y para bloquear la investigaci¨®n abierta por el gobierno de Estados Unidos. La figura del protegido desagradecido o traidor es muy com¨²n en la pol¨ªtica de poder y en las acciones encubiertas: el protegido desagradecido o traidor.
Aunque el general Pinochet no se instal¨® en el gobierno como resultado directo de una intervenci¨®n norteamericana en Chile, su golpe de Estado fue posible gracias a las operaciones llevadas a cabo tres a?os antes por la CIA, que le allanaron el camino.
Una vez en el poder, fue aplaudido desde Washington por restaurar el orden y rehacer la econom¨ªa chilena en los t¨¦rminos propuestos por los Chicago Boys, monetaristas ortodoxos de la escuela de la Universidad de Chicago. No cabe duda de que no se esperaba que diera rienda suelta a sus vendettas en Washington, asesinando de paso a una norteamericana. Pero, por lo general, los beneficiarios del patronazgo estadounidense, una vez propulsados a lo m¨¢s alto, se han re¨ªdo de las limitaciones que se supone que tal relaci¨®n impone.
En los a?os sesenta, se empez¨® a prestar a Chile una atenci¨®n especial desde Washington. Fue bajo el mandato de John Kennedy cuando Chile se convirti¨® en escaparate de una democracia respaldada por Estados Unidos, en claro contraste con lo que estaba ocurriendo en la Cuba apoyada por la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Con este fin, se dedicaron grandes sumas de dinero, casi siempre en secreto. El partido Dem¨®crata Cristiano, ayudado por Estados Unidos, derrot¨® al Partido Socialista de Salvador Allende en 1958 y en 1964, aportando un gobierno liberal y reformista.
Sin embargo, en 1969, Allende volvi¨® como candidato a la presidencia, prometiendo reformas m¨¢s dr¨¢sticas. La alarma que se sent¨ªa en Washington cuando se vio que su campa?a iba teniendo ¨¦xito fue oportunamente expresada por Henry Kissinger: "No veo ninguna raz¨®n para permanecer quietos mientras vemos c¨®mo un pa¨ªs se hace comunista por la irresponsabilidad de su propia gente". Richard Nixon dio orden de "salvar" a Chile, orden que Richard Helms, jefe de la CIA (agencia a la que definitivamente no hizo ninguna gracia la tarea que se le hab¨ªa encomendado) anot¨® como "No preocuparse por los riesgos que implica... 10.000.000 de d¨®lares disponibles, m¨¢s, si fuera necesario... hacer estallar la econom¨ªa..."
El esfuerzo result¨® vano. Allende fue elegido en 1970 y confirmado en el cargo por el Congreso chileno.
Mientras tanto, la CIA ya hab¨ªa tanteado la posibilidad de un golpe militar, pero el ej¨¦rcito chileno no parec¨ªa responder. Su comandante, el general Ren¨¦ Schneider, era un dem¨®crata y firme defensor del orden constitucional. Ten¨ªan que quit¨¢rselo de en medio. La CIA anim¨® un intento de secuestro por parte de los oficiales de la derecha, prometiendo una sustanciosa recompensa en caso de tener ¨¦xito. El general Schneider resisti¨® y fue asesinado, aunque no fuera ¨¦sa la intenci¨®n de la CIA.
Esto es lo que William Bundy dice en su nueva historia de la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos bajo los mandatos de Richard Nixon y Henry Kissinger, titulada A Tangled Web [Una red enmara?ada]: "En t¨¦rminos jur¨ªdicos, un procedimiento judicial en Estados Unidos habr¨ªa concluido seguramente que los agentes norteamericanos (actuando bajo mandato del presidente) hab¨ªan sido al menos c¨®mplices antes del hecho y conspirado conjuntamente para el secuestro, y por lo tanto para el asesinato que ¨¦se tuvo como consecuencia". Con la muerte del general Schneider se elimin¨® un obst¨¢culo crucial para el ¨¦xito del golpe de Estado del general Pinochet tres a?os m¨¢s tarde, en el que no hay prueba alguna de que Estados Unidos tomara parte, aunque el gobierno norteamericano hab¨ªa hecho mientras tanto todo lo posible por minar el gobierno de Allende, imponiendo sanciones econ¨®micas y gast¨¢ndose m¨¢s de ocho millones de d¨®lares en un programa para desbaratar la econom¨ªa chilena.
Una vez en el poder, el general Pinochet orden¨® que se tomaran medidas de represi¨®n pol¨ªtica y de organizaci¨®n de una represi¨®n a nivel regional. Entre esas medidas se inclu¨ªa la tortura y asesinato de extranjeros. Por esto es por lo que Espa?a, Suiza, Francia y otros pa¨ªses de Europa desean sentarle hoy en el banquillo, aplicando una nueva doctrina que sostiene que existe jurisdicci¨®n universal en lo que respecta a cr¨ªmenes contra la humanidad.
Si el general Pinochet es culpable de tales cr¨ªmenes, ?qu¨¦ parte de culpa le corresponde a Estados Unidos?
La hostilidad mostrada por la administraci¨®n de Clinton el pasado verano en Roma por la decisi¨®n de 133 naciones de establecer un tribunal permanente de cr¨ªmenes de guerra se debi¨® principalmente al rechazo instintivo del Pent¨¢gono ante cualquier posibilidad de sanci¨®n extranjera. Si unimos dicho episodio a los cargos a los que ahora se enfrenta el general Pinochet, Estados Unidos queda en una posici¨®n dif¨ªcil de defender.
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