Conocimientos
A una ciudad que, a trav¨¦s de sus fiestas y tradiciones, mantiene tan vivos detalles de su historia, le viene muy bien un congreso como el que ha tenido lugar en el Real Alc¨¢zar: Sevilla 1248. Un acontecimiento de gran inter¨¦s no s¨®lo para los historiadores, sino tambi¨¦n para los ciudadanos que apenas sabemos ese pu?ado de leyendas sobre Sevilla con las que deleitamos a los forasteros; quieras que no, siempre se filtra alguna noticia aprovechable para ensanchar nuestros conocimientos. O modificarlos, que viene a ser lo mismo. Tan acostumbrados estamos a considerar a Fernando III profundamente incrustado en el sentir y el hacer sevillano que, al menos a m¨ª, me sorprende pensar que s¨®lo vivi¨® aqu¨ª tres a?os y cinco meses, los ¨²ltimos de sus cincuenta a?os de vida, "viejo ya y de larga edad", pues en aquel entonces la vejez llegaba bien pronto, y m¨¢s a¨²n tras el ajetreo de tanta conquista. Tres a?os y medio me parecen pocos y muy bien aprovechados para comenzar a cambiar esta ciudad de los pies a la cabeza: nueva poblaci¨®n, nueva jerarqu¨ªa, nueva econom¨ªa y nuevos valores religiosos y sociales. Claro que Alfonso X tambi¨¦n contribuy¨®, pero a lo que me voy a referir no es al milagro de cambiar a Sevilla en poco tiempo, sino a que esas novedades no fueron un invento por y para nuestra ciudad, que nos llegaron de Toledo. Seg¨²n el profesor Ladero Quesada, y yo me lo creo a pies juntillas porque su discurso fue claro, preciso y admirable, el proceso de economizaci¨®n, la organizaci¨®n urban¨ªstica, los modelos institucionales, el sistema de pesos y medidas, los almotacenes, los alarifes y no s¨¦ cu¨¢ntas cosas m¨¢s que suenan tan del lugar se copiaron de Toledo. La singularidad sevillana queda en el cruce de rutas mar¨ªtimas, organizaci¨®n gremial por barrios, artesanos, comerciantes, corredores, prestamistas y una metr¨®polis de comercio y servicios cuya actividad la integraban amplios sectores sociales, sin monopolios de extranjeros. Tampoco es cierto que las calles estrechas fueran nuestro modo especial de combatir el calor, sino que obedec¨ªan a razones de seguridad. Un poco menguada queda nuestra cultura t¨¦rmica y nuestro ingenio.BEGO?A MEDINA
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