La euforia es mala para dormir
Los jugadores apenas descansaron durante las 17 horas de vuelo desde Tokio
Esta vez no pudo dormir ni el par de horas que acostumbra despu¨¦s de un partido. La euforia por el t¨ªtulo conseguido mantuvo en vela a Ra¨²l en su primera noche como campe¨®n Intercontinental, como h¨¦roe de Tokio. "Estaba totalmente despejado as¨ª que decid¨ª no acostarme. Me pas¨¦ toda la noche jugando a la cartas y charlando con Fernando Redondo, mi compa?ero de habitaci¨®n", declar¨® en el aeropuerto de Amsterdam.En la habitaci¨®n que compart¨ªan Ra¨²l y Redondo estuvo encendida casi toda la noche la televisi¨®n. "He visto el gol varias veces. Y la verdad es que no est¨¢ nada mal". Ra¨²l llevaba seis semanas sin marcar, y ten¨ªa hambre de gol. "Soy un jugador que si no marca se encuentra mal, como si me faltara algo. ?ste es el gol que todos los futbolistas so?amos, un gol decisivo; y en una final".
Ra¨²l aprovecha este momento de gloria para reivindicar el trabajo colectivo. "Por muchas cr¨ªticas que hayamos recibido en las ¨²ltimas semanas, este equipo ha demostrado que est¨¢ ah¨ª cuando hace falta. El a?o 1998 ha sido incre¨ªble, pero no me conformo. Quiero luchar por llegar a ser el mejor, ¨¦se ha sido siempre mi objetivo".
Despu¨¦s del partido, el club organiz¨® una peque?a fiesta de la celebraci¨®n en el hotel de los jugadores. Fue una cena a la que s¨®lo asistieron la plantilla y la directiva. Sobre una de las mesas, las dos copas ganadas en la final: la de campe¨®n Intercontinental, otorgada por la FIFA, y la de la firma Toyota, organizadora del partido.
La primera la tendr¨¢n que devolver, ya que hay que ganarla tres veces para obtenerla en propiedad; la segunda ocupar¨¢ un lugar preferente en la sala de trofeos del estadio Bernab¨¦u junto con la que el Madrid logr¨® hace 38 a?os.
La copa, en el servicio
La directiva contrat¨® un guardia de seguridad para que custodiase hasta Madrid el trofeo oficial. La copa de Toyota le fue entregada a Ricardo Pardeiro, delegado gubernativo encargado de la seguridad del equipo, quien, medio en broma medio en serio, dijo sentirse herido por el hecho de que se le hiciese responsable s¨®lo del segundo trofeo. Durante el vuelo la copa se guard¨® en uno de los servicios.El viaje de regreso a casa fue algo menos largo que el de ida: 11.30 horas frente a 13.00, gracias al viento de cola. En la escala de Amsterdam, los jugadores acabaron las existencias de peri¨®dicos espa?oles.
Panucci se lanz¨® a por la prensa italiana, mientras que Seedorf y Hiddink antend¨ªan a los informadores holandeses que se acercaron al aeropuerto. Panucci, por fin, hab¨ªa logrado llevarse la Intercontinental despu¨¦s de dos intentos frustrados con el Milan.
Tambi¨¦n super¨® el reto Hiddink, que perdi¨® la final en 1988 con el PSV Eidhoven.
Occidental o japonesa
En tierra los jugadores se mezclaron con el resto de los viajeros. Durante el viaje se hab¨ªan refugiado en la zona superior del jumbo, tumbados en asientos de preferente. No durmieron mucho, a pesar de los consejos del m¨¦dico del equipo, Alfonso del Corral. Casi todos prefirieron leer, jugar a las cartas o ver las dos pel¨ªculas que se proyectaron (Ojos de serpiente y Godzilla). Durante el viaje pudieron elegir entre comida occidental o japonesa, pero aun as¨ª algunos de ellos, como Mijatovic, Jarni y Suker, se lanzaron a la primera cafeter¨ªa que encontraron en el aeropuerto de Amsterdam.Despu¨¦s de una espera de dos horas, la expedici¨®n volvi¨® a embarcar, esta vez camino de Barajas, de Cibeles. "Los jugadores no quer¨ªan perderse esa visita, por eso suspendimos lo del Bernab¨¦u", explic¨® un directivo.
Cuando la expedici¨®n lleg¨® a Barajas eran las seis de la ma?ana en Tokio. Los que hab¨ªan dormido se hab¨ªan levantado entre las siete y las ocho de la ma?ana. Todos estaban agotados. Tras 17 horas de un interminable viaje, los campeones de Tokio llegaban a casa. Hartos de tantas horas de vuelo, s¨®lo les reanim¨® la expectaci¨®n que rodeaba su regreso. Antes de que las puertas del avi¨®n se abriesen los jugadores vieron por las ventanillas del aparato las primeras c¨¢maras de televisi¨®n y a algunos empleados del aeropuerto que esperaban para vitorearles.Ya quedaba poco. Una hora de fiesta en Cibeles y luego a dormir.
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