Todos los caminos conducen a Suharto
El ex presidente de Indonesia amenaza con sembrar el caos en el pa¨ªs si es juzgado
, La gruesa lluvia tropical de estos d¨ªas no ha disuadido a los estudiantes indonesios de su cotidiana manifestaci¨®n por las calles de Yakarta para reclamar el juicio del ex presidente Suharto, por cuya fabulosa fortuna, y la de los suyos, exigen incansablemente explicaciones desde hace meses.?Dos mil millones de d¨®lares?, ?4.000 millones de d¨®lares?, ?16.000 millones de d¨®lares?, ?40.000 millones de d¨®lares? Nadie en Indonesia sabe a ciencia cierta a cu¨¢nto asciende el patrimonio de los Suharto, padre y seis hijos que, desde la revoluci¨®n de las sonrisas del mes de mayo -que acab¨® con 32 a?os de poder omn¨ªmodo del general-, tratan a la desesperada de salvar todo lo salvable y de escapar a los tribunales de justicia.
Suharto era hasta mayo la palabra m¨¢gica que la familia y sus allegados pronunciaban cuando quer¨ªan que algo se convirtiera en oro. Una especie de salvoconducto hacia negocios importantes en los que no hab¨ªa competencia posible.
El m¨¢s corso de todos los hijos del general, el benjam¨ªn, se llama Tommy. ?l nunca se recat¨® en proclamar en p¨²blico que ¨¦l era "el hijo favorito de pap¨¢" cuando buscaba un socio comercial.
Tommy, en ajustada respuesta a su insolencia, ha sido el primero en recibir la prohibici¨®n de abandonar el pa¨ªs mientras se investiga un caso de corrupci¨®n sobre unos solares en Yakarta. Ya antes tuvo problemas y se vio forzado a vender la firma de coches de lujo Lamborghini, ceder el lucrativ¨ªsimo monopolio del clavo (una especia esencial en la comida indonesia), deshacerse de una compa?¨ªa a¨¦rea nacional...
Que pintan bastos para los Suharto se ve desde que se sale de los l¨ªmites del aeropuerto internacional de Yakarta, construido por Bambang, el tercero de los hijos.
Han desaparecido los carteles que desde la autopista invitaban a comprar el Timor, un utilitario fabricado en Corea del Sur e importado sin aranceles, como si fuese de fabricaci¨®n indonesia, porque el presidente concedi¨® en su d¨ªa a Tommy la fabricaci¨®n del llamado coche nacional.
Ahora los Timor, que nunca se vendieron bien, cogen polvo en los deprimidos concesionarios en espera de un milagro: nadie quiere un coche asociado con Suharto, que nunca ser¨¢ fabricado en Indonesia y en un mercado hundido por la crisis econ¨®mica.
Este a?o s¨®lo se van a vender en Indonesia el 15% de los autom¨®viles que se colocaron el a?o pasado. Y Tommy tendr¨¢ que pagar las gigantescas multas que ¨¦l mismo acept¨® por incumplimiento de contrato llegada esta hora que jam¨¢s pens¨® fuera a llegar.
En la autopista, explotada por Tutut, la primog¨¦nita de Suharto, a veces no hay nadie en los puestos de peaje y los coches pasan gratis o, en el peor de los casos, son asaltados por desheredados que roban lo que pueden (dinero, joyas, equipajes) a los aterrorizados viajeros.
En las propias autopistas urbanas de peaje, los estudiantes que se mueven en autobuses de una a otra parte de la ciudad para acudir a sus concentraciones de protesta, hacen befa de Tutut cuando se saltan los puestos de entrada y salida a las v¨ªas r¨¢pidas. Es un monopolio en crisis.
Hasta mayo, hasta que fue desalojado del poder por la presi¨®n de la calle, nada se mov¨ªa en Indonesia sin que, de una otra forma, dejara caer dinero en los bolsillos sin fondo de los Suharto: desde el agua que se beb¨ªa en Yakarta hasta la luz con la que encend¨ªa la televisi¨®n en la que sal¨ªan las cadenas de Bambang o de Tutut, pasando por el tel¨¦fono con el que se llamaba al taxi de otra compa?¨ªa controlada por la familia o el cigarro que uno se fumaba mientras esperaba el autob¨²s, tambi¨¦n de la firma. Todo era beneficio para los Suharto.
Hasta gigantes de la escena internacional, grandes empresas como Lucent Technologies, Deutsch Telekom, British Petroleum, Nestl¨¦, Sumitomo... pagaron un cuantioso peaje por compartir negocios con unos u otros de los hijos Suharto y operar dentro del pa¨ªs sin problemas. Ahora todo este andamiaje de favores y contrafavores est¨¢ en el aire.
Los estudiantes insisten en que se juzgue a Suharto, quien siempre dec¨ªa que s¨®lo ahorraba su sueldo de general retirado porque el resto de sus gastos los cubr¨ªa con la asignaci¨®n presidencial. Pero las cuentas no cuadran.
La pasada semana, el ex presidente hizo donaci¨®n de los activos que controlaba en siete fundaciones caritativas, por un valor superior a los 500 millones de d¨®lares (m¨¢s de 70.000 millones de pesetas), y pidi¨® a su sucesor, Yusuf Habibie, que dedicara esos millones a luchar contra la pobreza. Un generos¨ªsimo gesto que no aplac¨® la ira de los estudiantes, que ayer mismo se enteraron, como el resto del pa¨ªs, de que Suharto padre, sus seis hijos y un pu?ado de amiguetes eran tambi¨¦n propietarios de 2,4 millones de hect¨¢reas de tierras en explotaci¨®n forestal en diversas partes del pa¨ªs.
"Nos est¨¢ tomando el pelo. Nos enga?a. Hay que juzgarle", dec¨ªa una airada estudiante en el centro de Yakarta al recibir la noticia. "Vamos a seguir manifest¨¢ndonos hasta que le juzguen. Y a los hijos, lo mismo". Pero no va a ser f¨¢cil sentar al ex presidente en el banquillo. Ha amenazado y mucho. "D¨ªas antes de que la Asamblea Consultiva Popular se reuniera para discutir sobre el futuro pol¨ªtico de Indonesia y sobre la corrupci¨®n, un general hizo saber a los diputados que Suharto advert¨ªa de que, si se le juzgaba, quemar¨ªa la ciudad", revela una fuente que requiere el anonimato, conocedora a fondo de la lucha por el poder en Indonesia.
"Luego se produjeron los incidentes en los que murieron los estudiantes por disparos de francotiradores y los ataques contra las iglesias". En total, una treintena de muertos y otros tantos colegios e iglesias quemados en Yakarta. Ner¨®n hab¨ªa cumplido su amenaza.
La misma fuente asegura que los incidentes fueron organizados por responsables de la guardia del ex presidente y que Habibie sab¨ªa lo que se tramaba. De hecho, Komaruddin Rachmat, presidente de una entidad que agrupa a dos docenas de grupos isl¨¢micos, reconoce que se entrevist¨® a primeros de mes con Habibie para anunciarle que sus hombres se iban a encargar de proteger, junto a polic¨ªas y soldados, las deliberaciones del MPR de la amenaza de los estudiantes.
Habibie tuvo que aceptar a rega?adientes que los diputados aprobaran un vago decreto parlamentario que da pie a que se investigue a Suharto. Pero no le gusta la idea. ?l tambi¨¦n tiene mucho que ocultar: entr¨® en el Gobierno de Suharto en 1978. Y por si le flaqueara la memoria, el ex presidente, en palabras de su abogado, ha tenido el detalle de record¨¢rselo. "Si Suharto es juzgado, podr¨ªa arrastrar al Gobierno, e introducir en un penoso proceso judicial a altos responsables, pasados y presentes, incluidos todos los amigos sospechosos de haber robado".
Ner¨®n, mientras, toca la lira en su residencia de la calle de Cendana, bien guardado por soldados.
"El que los estudiantes pidan el juicio de Suharto es cada vez m¨¢s importante", comenta la misma fuente. "Si un estudiante muere en Cendana -un inocente muerto por culpa de un dictador-, lo que ocurra en Indonesia ser¨¢ horroroso".
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