Un desaire sobre otro J. J. P. B.
El conseller de Cultura, Francisco Camps, ha ido a Elx en plan oficial y le han dado un portazo municipal en las narices. Un portazo metaf¨®rico, pero igualmente sonado. Al decir del gobernante, se propon¨ªa echarle un vistazo al proyecto rehabilitado del Museo Arqueol¨®gico del Palacio de Altamira, lo que nos parece muy pertinente y puesto en raz¨®n, pues no en balde algo le concierte el buen fin de las obras, a las que su departamento contribuye con 50 millones de pesetas. Sin embargo, el alcalde de la ciudad, el socialista Diego Maci¨¢, que andaba de viaje promoviendo la Festa y el palmeral, no lo entendi¨® as¨ª y le envi¨® a un propio -un polic¨ªa local- con una carta en la que le disuad¨ªa de llevar a cabo sus prop¨®sitos. Al parecer, el mun¨ªcipe sospechaba que las verdaderas intenciones de Camps eran presentar el proyecto a espaldas de las autoridades ilicitanas y cobrar en exclusiva el dividendo de la notoriedad. Siendo una palabra contra la otra, y ambas fiables, se nos escapa el fondo del asunto, si bien queda patente que la log¨ªstica de la conselleria no nada fina, pues resulta cuando menos chocante que no reparasen oportunamente en la ausencia del edil, aunque de ello no hayamos de deducir ninguna perversidad. ?Por qu¨¦ no admitir que el conseller quer¨ªa ¨²nicamente inspeccionar las obras y darse un leve ba?o de popularidad? ?Acaso es tan taimado como susceptible se nos antoja el alcalde? Por lo visto, los gobernantes del PP de la Generalitat est¨¢n condenados a recibir desaires en las comarcas valencianas del sur, donde parad¨®jicamente m¨¢s fuertes son. El rector de la Universidad de Alicante, Andr¨¦s Pedre?o, cometi¨® uno, y de alivio, con el presidente Eduardo Zaplana y ahora, de nuevo, se repite la jugada. Lamentable, sobre todo, porque estas descortes¨ªas constituyen un desdoro para las instituciones auton¨®micas y un agravio a sus representados, que somos el colectivo de valencianos sea cu¨¢l fuere su adscripci¨®n pol¨ªtica. Un suspenso, pues, para quienes las practican y provocan, sea por chuler¨ªa, mala fe o imprevisi¨®n. No se favorece as¨ª la autoridad leg¨ªtima y, mucho m¨¢s, se avala la autoridad moral.
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