Mi perro y mi hombre
Todo ocurri¨® hace cinco a?os. Fue entonces cuando tuve la genial idea de comprarme un perro. Quer¨ªa olvidarme de Manuel y no se me ocurri¨® nada mejor que intentar sustituirle por un gran perro, con mucho pelo y una boca enorme. Yo siempre hab¨ªa estado en contra de tener animales en casa. Me parec¨ªa cruel para el animal y antihigi¨¦nico para las personas. Pensaba que era absurdo imponerse una responsabilidad m¨¢s, como si tuvi¨¦ramos pocas, adem¨¢s del dinero que habr¨ªa que gastar en comida, vacunas, veterinario. Ni siquiera quise que nos qued¨¢ramos con la tortuga que le hab¨ªan regalado a Manuel por su cumplea?os sus compa?eros del trabajo. Era grande y fea. La tuvimos metida en el bid¨¦ un par de semanas, hasta que empec¨¦ a tener pesadillas, en las cuales la tortuga se hac¨ªa gigante y me persegu¨ªa por toda la casa. Consegu¨ª convencer a Manuel de que la llevase al r¨ªo que pasa cerca de su pueblo. No volvimos a hablar nunca del tema, aunque yo sab¨ªa perfectamente que a ¨¦l le hubiera encantado tener un gatito, o un perrito, o un p¨¢jaro.Quiz¨¢ fue por eso, por venganza, por lo que decid¨ª comprarme un perro. Ahora que ya no est¨¢s, me compro un perro y te quedas sin conocerlo. Pero, claro, ¨¦l ni siquiera se enter¨® de que me hab¨ªa comprado un perro. Menuda venganza.
Me recomendaron que le pusiera un nombre monos¨ªlabo para que el perro lo asimilase antes. Empec¨¦ a llamarle Man. Me gustaba porque era la mitad de Manuel y, adem¨¢s, significaba hombre en ingl¨¦s. Aunque s¨®lo seas medio Manuel, eres mucho m¨¢s hombre que ¨¦l, le repet¨ªa al pobre perro sin cesar. Manuel tiene una parte de hombre y una de uel, para qu¨¦ queremos esa parte que no significa nada, que s¨®lo trae recuerdos y nostalgia.
Al principio, cuando lo sacaba a pasear por el barrio, me daba un poco de verg¨¹enza gritarle "Man, ven", pero despu¨¦s de o¨ªr las cosas tan malsonantes que la gente llamaba a sus perros dej¨¦ de tener cualquier tipo de reparo y cada vez le gritaba m¨¢s fuerte: "Man, man m¨ªo, ven con tu woman", o "muy bien, Man, est¨¢s hecho todo un man".
Aunque deseaba convencerme de lo contrario, mi opini¨®n acerca de tener un perro en casa segu¨ªa siendo la misma. Estaba cogiendo cari?o a Man, pero despu¨¦s de casi un mes de convivencia con ¨¦l empec¨¦ a hartarme, no era ni la mitad de lo que hab¨ªa sido Manuel, no era m¨¢s que un pobre perro que se merec¨ªa algo mejor que vivir conmigo.
Lleg¨® la Navidad y un amigo me regal¨® un disco de Jer?me Mini¨¨re. La canci¨®n Un avis de d¨¦faite me retrataba perfectamente. Dec¨ªa que tener un gran perro cuando se es joven y no se quiere estar solo es ya un aviso de derrota. Si fu¨¦ramos tan libres como decimos, no necesitar¨ªamos perros para reemplazar a nuestro hombre o a nuestra mujer, o a quien sea. Me sent¨ªa fatal, pon¨ªa la canci¨®n una y otra vez, mientras Man me miraba con esos ojos que parec¨ªa que me comprend¨ªan y que me ped¨ªan que me tranquilizase. Yo quer¨ªa ser libre, y esa mitad de Manuel que todav¨ªa estaba conmigo me lo imped¨ªa. Quiz¨¢ con otro nombre me habr¨ªa ayudado a olvidar a Manuel, pero ya era demasiado tarde para cambi¨¢rselo.
Como todos los a?os, el d¨ªa 31 de diciembre fuimos a cenar toda la familia a casa de mis padres. No les hab¨ªa contado nada de Man, ni siquiera que Manuel me hab¨ªa dejado. Cada a?o, mi madre hac¨ªa un sorteo para decidir qui¨¦n regalaba a qui¨¦n. Ese a?o, a m¨ª me hab¨ªa tocado hacerle un regalo a Marisa, la mujer de mi hermano Javier. Le hab¨ªa comprado una colonia, pero en el ¨²ltimo momento me di cuenta de que ¨¦sa era mi oportunidad de deshacerme del perro y empezar una nueva vida. Dej¨¦ a Man en el coche durante la cena y en el momento de dar los regalos baj¨¦ a por ¨¦l. Pero abajo, donde los hab¨ªa dejado, no estaban ni el coche ni Man. Era la segunda vez que me robaban el coche, pero la primera que me lo robaban con perro dentro. Sub¨ª a casa, dije que me hab¨ªan robado el coche, le di a Marisa el frasco de colonia que hab¨ªa olvidado sacar del bolso y me march¨¦ a casa en un taxi.
El coche lo encontr¨® la polic¨ªa en un descampado a los pocos d¨ªas, pero del perro ni rastro. Sab¨ªa que deb¨ªa estar contenta por no tener que preocuparme m¨¢s de ¨¦l; sin embargo, estaba trist¨ªsima, mucho m¨¢s que cuando me dej¨® Manuel.
Puse un cartel con una foto en el supermercado de al lado de mi casa y al cabo de unos d¨ªas llamaron a la puerta. Manuel y Man juntos. No me lo pod¨ªa creer. Me cont¨® que se lo hab¨ªa comprado ese mismo d¨ªa y que ven¨ªa a ense?¨¢rmelo. Adem¨¢s, me dijo que me echaba de menos y que quer¨ªa volver a estar conmigo. Man enseguida me reconoci¨® y empez¨® a ladrar y a chuparme. No quise contarle nada a Manuel, que se extra?¨® mucho de que el perro fuese tan cari?oso conmigo. Me dijo que le hab¨ªa llamado Max. Para el perro sonaba casi igual y para m¨ª era un tercio de Manuel y una parte x desconocida que hab¨ªa hecho que nos volvi¨¦semos a juntar los tres.
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