Los donuts y la cartera
MARTA SANTOS En el mundo hay muchos pobres. En el mundo hay algunos ricos. Los pobres piensan a menudo en los ricos: la mitad, para maldecirlos y desearles la peste -como yo-; la otra mitad se conformar¨ªa con emplearse en su casa para comer las sobras de su cena y vestir sus abrigos de la temporada anterior -cuando estoy cansada, yo tambi¨¦n-. Los ricos, en cambio, s¨®lo ocasionalmente piensan en los pobres: cuando necesitan lucir su riqueza. Entonces van y montan una t¨®mbola a beneficio del ?frica y venden bufandas o l¨¢mparas o una guitarra de segunda mano a la que le falta una cuerda. Casi todo lo sacan del trastero o del cuarto de los ni?os que, ya se sabe, "no tienen m¨¢s que vicio". Con el dinero que obtienen compran donuts y los mandan por mensajer¨ªa a sitios lejanos, como Angola o Burkina Faso, que es lo mismo que decir Casa Cristo. Otras veces apadrinan ni?os y les mandan paquetes con chocolatinas Nestl¨¦ o caramelos de caf¨¦ con leche. A cambio, reciben fotos de la criatura y las cuelgan en el recibidor para que sus insolidarios vecinos las vean y comprueben que a ellos la cartera les luce mucho m¨¢s: no s¨®lo para fiestas y yates y cosas por el estilo, sino tambi¨¦n para donuts y caramelos y paquetes de leche en polvo con vitamina E. As¨ª se quedan tranquilos y tienen felices sue?os, que es algo imprescindible para un rico; no hay cosa que le joda m¨¢s a un rico que tener insomnio. De vez en cuando viene un hurac¨¢n o un terremoto y se lleva medio mundo de chabolas por los aires. Entonces un mont¨®n de ricos sale por la tele dici¨¦ndonos a nosotros -a nosotros, f¨ªjese bien, infeliz parado que me lee-, que la responsabilidad es nuestra y que con veinte duros diarios ahorrados del tabaco les reconstruyen la chabola a esos desamparados; eso s¨ª, con la misma chapa y el mismo adobe: no les van a poner bombillas y otras exquisiteces. Nos acusan de tener la cara m¨¢s dura que el cemento Portland por gastarnos el dinero en Habanos o en caramelos para la garganta; todo el mundo sabe que fumar es un crimen mucho m¨¢s deleznable que cobrar plusval¨ªa. Y nosotros, c¨¢ndidos que somos, nos lo creemos y vamos corriendo al banco de la esquina -el mismo que suscribe acuerdos del GATT, del FMI y otras insignificancias- a mandar setecientas pesetas para que Fujimori o cualquier otro gamberro se las quede y arregle las ca?er¨ªas de su choza particular. Para sentirse rico, adem¨¢s de dinero, hacen falta dos cosas: ganas y verg¨¹enza. Por eso en este pa¨ªs hay tantos jubilados que cobran pensiones miserables y dan limosna, o amas de casa que no cobran duro y le regalan bollos de mantequilla a los mendigos callejeros. No son ricos, pero tienen unas ganas que para qu¨¦. Adem¨¢s, se sienten culpables. Les averg¨¹enza comer pur¨¦ de patatas instant¨¢neo y tener televisi¨®n a color, aspiradora y alfombras que aspirar, mientras el resto come arepas con cebolla y carece hasta de cuchar¨®n con que remover cuatro frijoles. Por eso dan. La tele no la van a tirar, con lo que entretiene. Adem¨¢s, c¨®mo iban a saber el hambre que hay en el mundo si no tuvieran tele. Podr¨ªa ponerme a aconsejar que responsabilicen a sus gobiernos y a los nuestros en vez de a nosotros. Que no les apadrinen a los ni?os, sino que se los espabilen y les sacudan de encima la sumisi¨®n: ense?¨¢ndoles a pensar, un vicio que a Milton Friedman le pon¨ªa de lo m¨¢s nervioso. En fin, podr¨ªa ponerme a decir esas cosillas en que insistimos los cuatro rojos que quedamos por aqu¨ª, flotando en el helio. Pero estamos en los noventa y dicen que aconsejar esas cosas es una ingenuidad; no vaya a ser que nos salga el tiro por la culata y nos quedemos de golpe sin tele ni aspiradora ni alfombra. No vaya a ser que a los pobres les d¨¦ por ponerse levantiscos y pedirnos cositas que nos escocer¨ªa repartir. Es mucho m¨¢s razonable meterse a socialdem¨®crata o a pragm¨¢tico. As¨ª las normas quedan muy claras y el que quiera salvar el mundo por un instante, ya sabe. Que compre una caja de donuts y la mande por postal express a Sud¨¢n. Si son de chocolate, mejor. Seguro que a los negritos les saben a gloria.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.