Jos¨¦ Saramago lleva a la Academia Sueca su lucha contra la humillaci¨®n del hombre
El Nobel de Literatura expone su ideario pol¨ªtico en su discurso de agradecimiento
ENVIADO ESPECIALEl escritor portugu¨¦s Jos¨¦ Saramago, de 76 a?os, originario de una familia de pastores analfabetos, sin estudios universitarios y sin poder comprar un libro hasta los 19, cumpli¨® ayer uno de los sue?os de los creadores literarios: ley¨® ante la Academia Sueca su discurso como nuevo premio Nobel de Literatura, el primero en lengua portuguesa. En su disertaci¨®n, Jos¨¦ Saramago relat¨® c¨®mo ¨¦l mismo se ha convertido a lo largo de toda su obra en aprendiz, voz y eco de sus personajes, a trav¨¦s de los cuales ha expresado sus preocupaciones, sus inquietudes y sus m¨¢s profundas obsesiones. Entre ellas destacan la "infame" vida de los campesinos, el dominio absoluto de los valores del poder econ¨®mico, la complicidad de la Iglesia o las humillaciones que padece diariamente la dignidad humana.
Vestido con un traje azul oscuro y camisa blanca, Saramago entr¨® en el sal¨®n noble de la Academia Sueca a las 17.30 en punto. Los cerca de trescientos asistentes al acto se pusieron en pie y le aplaudieron. Su esposa, la sevillana Pilar del R¨ªo, con un traje de chaqueta negro, se qued¨® atr¨¢s, observando la imagen, para pasar despu¨¦s a su asiento reservado. El secretario permanente de la Academia, Sture All¨¦n, dio la bienvenida al ganador del premio literario m¨¢s importante y destac¨® la especial relaci¨®n que el autor comunista ha mantenido siempre con sus personajes.Con su serenidad habitual, Saramago inici¨® el discurso: "El hombre m¨¢s sabio que he conocido no sab¨ªa leer ni escribir". Se refer¨ªa a su abuelo materno, Jer¨®nimo Melrinho, un pastor analfabeto, criador de cerdos y contador de historias, con quien vivi¨® hasta avanzada su adolescencia. A?os despu¨¦s, escribiendo sobre ¨¦l y su abuela Josefa, tuvo conciencia de que estaba transformando las personas comunes que hab¨ªan sido sus personajes en maestros y voz de todo aquello que quer¨ªa transmitir.
El oficio de vivir
"Ahora soy capaz de ver con claridad qui¨¦nes fueron mis maestros de vida, los que m¨¢s intensamente me ense?aron el duro oficio de vivir, esas decenas de personajes de novela y de teatro que en este momento veo desfilar ante mis ojos". "De esos maestros", a?adi¨®, "el primero fue, sin duda, un mediocre pintor de retratos que design¨¦ simplemente por la letra h", el protagonista del Manual de pintura y caligraf¨ªa, quien le ense?¨® "la honradez elemental de reconocer y acatar, sin resentimientos ni frustraciones, sus propios l¨ªmites".Llegaron despu¨¦s los hombres y mujeres del feudo comunista del Alentejo en su novela Alzado del suelo, "campesinos rudos obligados a alquilar la fuerza de sus brazos a cambio de un salario y de unas condiciones de trabajo que s¨®lo merecer¨ªan el nombre de infames". Poco a poco, el escritor portugu¨¦s fue repasando su vida y su carrera. El p¨²blico escuchaba en total silencio, acompa?ado s¨®lo por el sonido del papel, el paso de cada folio del discurso, que la mayor¨ªa de los asistentes segu¨ªa a trav¨¦s de las traducciones al sueco, el ingl¨¦s y el franc¨¦s. Siempre se ha dicho que la Academia Sueca era muy conservadora, pero los estudiosos del Nobel reconocen que, si fuera as¨ª, su independencia ha quedado bien demostrada con la concesi¨®n del premio a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, a Derek Walcott o al propio Saramago. Ayer mismo, un miembro de la Academia explicaba que los factores de la concesi¨®n de este galard¨®n al escritor comunista han sido, entre otros, la dignidad con que siempre ha afrontado su carrera literaria y la tranquilidad con que ha asumido los rumores sobre sus reiteradas candidaturas en los ¨²ltimos a?os, siempre en todas las listas finales. Adem¨¢s, en la decisi¨®n de la Academia ha pesado de forma notable el hecho de que su obra simbolizara las ansiedades del hombre actual.
Saramago no mostr¨® a lo largo del d¨ªa ning¨²n rasgo aparente de inquietud o nerviosismo. En su mesilla de noche descansaban El sol de Breda, de Arturo P¨¦rez-Reverte, y El silencio de la escritura, de Emilio Lled¨®. El escritor portugu¨¦s sub¨ªa y bajaba de su habitaci¨®n para atender los innumerables compromisos del d¨ªa. Entrevistas con los medios de comunicaci¨®n, felicitaciones u otro tipo de compromisos, mientras su mujer no perd¨ªa un segundo en traducir el texto del discurso al espa?ol para facilitarle el trabajo a los periodistas.
Mientras tanto, la prensa portuguesa se afanaba en conseguir el preciado discurso para hacerlo llegar r¨¢pidamente a sus redacciones, puesto que la Academia Sueca proh¨ªbe terminantemente filtrar ese documento antes de su lectura. Y as¨ª fue. Los textos fueron entregados a la entrada del sal¨®n, que alberga la solera de haber recibido a los hombres m¨¢s importantes del mundo de las letras.
A las seis de la tarde, despu¨¦s de tres d¨ªas de una ininterrumpida nevada sobre Estocolmo, Saramago segu¨ªa con voz serena la lectura del discurso que entreg¨® hace d¨ªas a la Academia. Repasaba La balsa de piedra, una f¨¢bula sobre la pen¨ªnsula Ib¨¦rica que se separa de Europa buscando "el encuentro cultural de los pueblos peninsulares del otro lado del Atl¨¢ntico, desafiando as¨ª el dominio sofocante que los Estados Unidos de la Am¨¦rica del Norte vienen ejerciendo en aquellos parajes". Una Europa que, a su juicio, debe trasladarse hacia el Sur, ayudando a equilibrar el mundo.
Recordando el Ensayo sobre la ceguera, Saramago denunci¨® c¨®mo la dignidad humana es "insultada todos los d¨ªas por los poderosos de nuestro mundo", c¨®mo "la mentira universal ocupa el lugar de las verdades plurales" y c¨®mo "el hombre dej¨® de respetarse a s¨ª mismo cuando perdi¨® el respeto que deb¨ªa a su semejante". El texto del discurso acaba as¨ª: "Perd¨®neseme si les pareci¨® poco esto, que para m¨ª es todo". Pero Saramago no pudo contenerse y grit¨®: "?Viva la literatura! ?Viva el Nobel! ?Viva Saramago!". Se escucharon muchos "bravos" en la sala.
Babelia
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