Representaci¨®n y gobierno
IMANOL ZUBERO No acabo de comprender c¨®mo alguien pod¨ªa creer en la reedici¨®n del pacto PNV-EA-PSE tras la forma en que los socialistas dejaron el ¨²ltimo Gobierno de Ardanza. Todas las razones que en su momento dieron los responsables del PSE para explicar su salida se mantienen, corregidas y aumentadas, tras la firma del Acuerdo de Lizarra. Por eso no entiendo que nadie, y menos el propio PSE, se planteara el acceso al Gobierno tras las elecciones del 25 de octubre. Si tan trascendente era su participaci¨®n en el mismo, s¨®lo cabe concluir que la forma en que dejaron el Gabinete fue un acto may¨²sculo de frivolidad; si las razones para dejarlo eran tan trascendentes, la frivolidad hubiera sido retornar al Gobierno en las mismas condiciones. La democracia parlamentaria es representaci¨®n, s¨ª, pero representaci¨®n pol¨ªtica, no representaci¨®n teatral. As¨ª las cosas, nos encontramos con un Gobierno constituido por partidos nacionalistas. No es la primera vez. Sin embargo, el bochinche que se ha montado en esta ocasi¨®n es de a¨²pa. Se nos previene contra los riesgos de exclusi¨®n que tal circunstancia comportar¨¢ y se alzan voces que, como hiciera Disraeli en los inicios de la revoluci¨®n industrial, denuncian la consolidaci¨®n en Euskadi de dos naciones: "No existe en absoluto comunidad en Gran Breta?a, no existe m¨¢s que una mezcla. Nuestra Reina reina sobre dos naciones. Dos naciones entre las que no hay ni relaci¨®n ni simpat¨ªa; que son entre s¨ª tan ignorantes de las costumbres, pensamientos y sentimientos mutuos como si sus habitantes perteneciesen a dos planetas diferentes". Es verdad que las dos naciones de Disraeli eran "los ricos y los pobres", mientras aqu¨ª ser¨¢n los nacionalistas y los... otros. Por cierto, es sintom¨¢tico que se alarmen por la supuesta exclusi¨®n pol¨ªtica de una parte de la ciudadan¨ªa vasca como consecuencia de la leg¨ªtima conformaci¨®n de un Gobierno nacionalista y se asuma como lamentable pero soportable coste la exclusi¨®n econ¨®mica, social y pol¨ªtica de una no menos importante parte de esa misma ciudadan¨ªa (algo m¨¢s de un 20%, seg¨²n la ¨²ltima Encuesta de Pobreza y Desigualdades Sociales) que carece de los recursos econ¨®micos para hacer frente, en el corto plazo, a los gastos necesarios para participar m¨ªnimamente en el modo de vida y las actividades normales de esta sociedad. No confundamos a la ciudadan¨ªa: en democracia la exclusi¨®n del Gobierno de una fuerza pol¨ªtica no supone la exclusi¨®n de las personas a las que tal fuerza representa. Tambi¨¦n desde la oposici¨®n se construye una sociedad. Otra cosa es que, en las democracias de final de siglo, la labor de oposici¨®n se haya pervertido hasta el extremo de convertirse, en la mayor¨ªa de los casos, en mera labor de zapa destinada a acelerar el regreso al poder. Hay quienes siguen analizando los acontecimientos con los mismos recursos psicol¨®gicos, sociol¨®gicos, pol¨ªticos y hasta espirituales a los que recurr¨ªa en los tiempos de la violencia. Es cierto que esos tiempos son muy recientes y que no hay ninguna garant¨ªa (aunque s¨ª abundantes y consistentes indicios) de que no vayan a retornar. En lo que a la formaci¨®n del Gobierno se refiere, ello se concreta en una poderosa y generalizada tendencia a optar por "gobiernos de concentraci¨®n nacional", gobiernos para afrontar situaciones de crisis o emergencia. Pero pensar que un gobierno s¨®lo gobierna para todos los ciudadanos cuando en el mismo est¨¢n presentes todas las sensibilidades confrontadas en unas elecciones es incurrir en un absurdo democr¨¢tico. La sucesi¨®n en la tarea de gobierno de las diversas opciones pol¨ªticas existentes en una sociedad es un indicador de salud democr¨¢tica. Que por fin se rompa la tendencia hist¨®rica, que empezaba ya a manifestar un car¨¢cter estructural, a la formaci¨®n de gobiernos de concentraci¨®n abre la posibilidad de pensar en un futuro en el que -?por qu¨¦ no?- nacionalistas y no nacionalistas puedan alternarse en tareas de gobierno y de oposici¨®n sobre la base de un consenso mucho m¨¢s exigente y, por lo mismo, mucho m¨¢s s¨®lido, que el que hasta ahora hemos conocido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.