"Hubiera ganado m¨¢s con la bici"
"Preg¨²ntales a Olano y a Jim¨¦nez cu¨¢nto ganan". Agust¨ªn Sagasti no es avaricioso, pero no puede evitar lanzar esa respuesta cuando alguien le insin¨²a que pronto cobrar¨¢ 70 millones de pesetas de indemnizaci¨®n, cantidad fijada por un tribunal para compensar las lesiones f¨ªsicas y ps¨ªquicas derivadas de un accidente que le apart¨® del ciclismo profesional hace cuatro a?os y medio. Definitivamente, el dinero no suturar¨¢ ninguna de sus heridas. Ni el que recibir¨¢ ni el que pudo ganar como ciclista; sin duda, "mucho m¨¢s del que me dar¨¢n ahora". Por cada peseta ingresada, Sagasti encontrar¨¢ tres razones para argumentar su desaz¨®n. ?Qui¨¦n no ha so?ado con la fama? ?Cu¨¢ntos se atreven a hablar en voz alta de absoluta realizaci¨®n personal? Sagasti pod¨ªa, pudo durante unos pocos meses, los que milit¨® en el profesionalismo. Ahora malvive anclado en ese recuerdo, en los primeros apuntes de una historia marchita que a estas alturas s¨®lo ¨¦l se empe?a en retomar. Con 23 a?os Sagasti logr¨® en la Vuelta al Pa¨ªs Vasco la primera victoria del reci¨¦n nacido Euskadi. Viv¨ªa momentos de euforia, instantes en los que todo encajaba con l¨®gica, todo ten¨ªa sentido. Su br¨²jula particular enloqueci¨® cuando despert¨® en la sala de un hospital "hecho un trapo", machacado tras el impacto, a 90 km/h contra un coche que circulaba en direcci¨®n opuesta a la marcha del pelot¨®n en el descenso de un puerto. El Ford Fiesta accedi¨® a esa carretera desde un cruce desierto en el que la organizaci¨®n de la Vuelta a los Valles Mineros (Unipublic) olvid¨® situar a un encargado de cortar el tr¨¢fico. El ex ciclista espera ahora que el recurso presentado por Unipublic ante el Tribunal Superior de Asturias no prospere. Todav¨ªa no hay fecha para la vista, pero la l¨®gica apunta hac¨ªa una ratificaci¨®n de la sentencia emitida por el juzgado de Mieres. En principio, ah¨ª concluye el plazo que Sagasti se ha concedido para empezar a olvidar. Pero lo dice con escaso convencimiento, sin seguridad en su palabra. Afirma que el infierno est¨¢ en la tierra, que ¨¦l lo ha visitado por lo menos durante dos a?os, en los que no ve¨ªa "razones para seguir viviendo". Tras el accidente pas¨® un d¨ªa en coma, le administraron morfina durante otros diez para calmar sus dolores y la insensibilidad de su brazo izquierdo le ha convertido en un minusv¨¢lido. En Sagasti, la casilla reservada a las pasiones est¨¢ desierta. Reconoce que vive para los dem¨¢s, arrinconado el yo, atrapado en sus recuerdos. ?Y otras ilusiones? "No te creas que tengo muchas, me cuesta buscarlas, centrarme", responde. "Antes, con la bici, ten¨ªa metas: ganar carreras, construirme una vida. No s¨®lo era dar pedales, se trataba del ambiente, de las posibilidades de conocer gente y mundo. Era otra ilusi¨®n", sostiene. En estas circunstancias, la indemnizaci¨®n apenas altera nada. La palabra justicia (a¨²n en boca de un tribunal) pierde su sentido. La monoton¨ªa diaria Cuando todav¨ªa corr¨ªa en aficionados sol¨ªa envidiar a los que a las ocho de la ma?ana segu¨ªan bebiendo y disfrutando del fin de semana mientras ¨¦l se colocaba el dorsal y calentaba. Ahora, apenas sale. Su trabajo, la vida ordenada, la del ciudadano medio le resulta aplastantemente mon¨®tona. No acierta a aventurarse en ning¨²n camino y sus titubeos son tambi¨¦n su desesperaci¨®n. Y luego est¨¢ la televisi¨®n, la ¨²ltima Vuelta. Gan¨® Olano, brill¨® Jim¨¦nez, su amigo. Corri¨® con ellos desde los 16 a?os. Les ganaba regularmente. ?Qui¨¦n le retira su derecho a reclamar lo prometido? En 1994, Sagasti empezaba a acostumbrarse a su parcela de fama; con modestia pero con la sonrisa del que apuesta fuerte y gana. Despu¨¦s del accidente, la primera vez que volvi¨® a estar rodeado de p¨²blico fue en la piscina del polideportivo donde completaba su rehabilitaci¨®n: se ba?¨® en un murmuro de indisimulada compasi¨®n. Mientras trata de llenar el inmenso vac¨ªo generado por la frustraci¨®n afirma que "el tiempo lo cura todo", pero nadie encontrar¨ªa en su mirada un atisbo de convencimiento. Cree que empezar¨¢ a olvidar cuando su generaci¨®n (Olano, Jim¨¦nez, Cuesta...) se retire. Ser¨¢ su mejor terapia.
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