Y Segarra cre¨® La Vall d"Uix¨®
Un libro describe el r¨ªgido paternalismo del empresario del calzado, que planificaba hasta el ocio de los empleados
Muchos vecinos de La Vall d"Uix¨® reverenciaron su figura proyectada sobre su nombre santificado. Segarra, el fundador del imperio del calzado nacional convertido ahora en recuerdo, hizo patronos de la iglesia a SantaTeresa y San Silvestre, algo as¨ª como a su esposa y a s¨ª mismo. El municipio lo aplaudi¨® porque vio en ¨¦l a un padre protector, la mano que le dio pan, trabajo y techo. La an¨¦cdota ejemplifica el contraste de un sistema laboral y social que facilit¨® un medio de subsistencia nada gratuito: la p¨¦rdida del control de la propia vida. Hist¨°ria de l"empresa Segarra. Paternalisme industrial i franquisme a La Vall d"Uix¨® (1939-1952) es la tesis doctoral de Fernando Pe?a Rambla, publicada por la Diputaci¨®n de Castell¨®n, que desvela la estricta disciplina de un empresario bondadoso enriquecido gracias a su amistad con Franco, a cambio del m¨¢s absoluto control de los trabajadores. La investigaci¨®n aporta datos in¨¦ditos sobre el funcionamiento de la f¨¢brica Segarra durante la posguerra, cuando ¨¦sta redujo los salarios al nivel de subsistencia y estableci¨® una r¨ªgida disciplina que inclu¨ªa la planificaci¨®n del tiempo de ocio de los trabajadores, la gesti¨®n de sus ahorros y hasta la decoraci¨®n de las casas. La estructura de la f¨¢brica, similar a una fortificaci¨®n, y la existencia de un cuartel de la Guardia Civil en el interior de la empresa incitaban a la obediencia. El reglamento interno prohib¨ªa silbar, cantar o comer durante la jornada laboral y hacer trabajos por cuenta ajena. La cara positiva la constitu¨ªan los servicios que los Segarra ofrecieron a los empleados: viviendas unifamiliares a cambio de un precio de alquiler ¨ªnfimo, una escuela para sus hijos y, sobre todo, una cl¨ªnica con m¨¦dicos muy cualificados. Pe?a no ha podido precisar el nacimiento del imperio Segarra, que, seg¨²n su investigaci¨®n, asent¨® parte de sus instalaciones sobre suelo apropiado ilegalmente. Se sabe, no obstante, que Silvestre Segarra Arag¨® se dedic¨® inicialmente a un comercio basado en el trueque de alpargatas por productos agr¨ªcolas. El abastecimiento de calzado al Ej¨¦rcito a partir de 1906, dispar¨® los beneficios de una empresa que, seg¨²n el historiador, estuvo al borde de la quiebra en 1910. Ya durante la dictadura de Primo de Rivera la f¨¢brica Segarra acapar¨® el monopolio de la producci¨®n militar. Luego, la amistad personal entre Franco y Silvestre Segarra Bonig, el primog¨¦nito de cinco hermanos conocido a¨²n como El Amo, permiti¨® a la empresa vivir su ¨¦poca dorada. De la obra de Pe?a se deduce una avanzada visi¨®n de marketing de los Segarra. A principios de siglo la empresa ofrec¨ªa gratuitamente a sus clientes un par de alpargatas nuevas por cada unidad rota. La venta al ej¨¦rcito inclu¨ªa una garant¨ªa: Segarra se compromet¨ªa a regalar el pedido por duplicado si la entrega del cargamento sobrepasaba el plazo acordado. La f¨¢brica pod¨ªa permitirse estas campa?as porque su producci¨®n era muy elevada. Gracias a unos empleados que trabajaban a un ritmo fren¨¦tico, con una jornada de entre 10 y 12 horas. En esa ¨¦poca los salarios de Segarra eran superiores a los del resto de empresas, pero las retribuciones cayeron en picado durante la dictadura hasta llegar a niveles de absoluta subsistencia. El autor expone el caso real de una familia de cinco miembros en la que ¨²nicamente trabajaba el padre, J. Pic¨®, que en 1941 ingresaba 360 pesetas al mes. S¨®lo las necesidades de comida, vivienda y vestido, cuyo coste era descontado por la propia empresa, supon¨ªan un gasto de 316,6 pesetas. ?C¨®mo se pod¨ªa sobrevir? "Con la sobreexplotaci¨®n y el trabajo", apunta Pe?a. "Esto explica que los Segarra pudiesen ofrecer pagas semanales extraordinarias con relativa frecuencia", a?ade. O que tradujesen su caridad en donaciones econ¨®micas. Silvestre Segarra sol¨ªa regalar un par de zapatos y algo de dinero a los trabajadores que le visitaban en Madrid. El d¨ªa de su santo daba un duro a los que le felicitaban y en Navidad conced¨ªa un aguinaldo. El recuerdo de Segarra sigue vivo en la conciencia colectiva de unos hombres que sienten que le deben parte de lo que son.
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