La media ver¨®nica
El teatro de La Maestranza ha desempolvado la escenograf¨ªa y vestuario de Don Carlo, que Luchino Visconti dise?¨® originalmente para la ?pera de Roma hace m¨¢s de 30 a?os. Est¨¢ muy bien este revisionismo hist¨®rico, sobre todo para comprobar cu¨¢nto ha cambiado la concepci¨®n esc¨¦nica en las ¨²ltimas d¨¦cadas. El dise?o de Visconti es de gran corporeidad; juega con los grandes vol¨²menes, las diagonales y las perspectivas en profundidad. Exige largas pausas para los cambios de escena (la representaci¨®n termin¨® pasada la una y media de la noche) y recrea el ambiente de ¨¦poca rom¨¢ntico, pero no logra evitar la sensaci¨®n de arqueolog¨ªa. A un espectador le recordaba Locura de amor y Juan de Ordu?a en algunos momentos. Lo comparto.Ros Marb¨¢ explica muy bien en el programa de mano las claves de su aproximaci¨®n a Don Carlo. Elige la versi¨®n en cuatro actos, remodelada y revisada por Verdi, "porque en ella se alcanzan perfectamente los objetivos dram¨¢ticos y musicales que se hab¨ªa propuesto el compositor", y selecciona varias cartas de Verdi sobre esta ¨®pera en las que el autor insiste en que "se tenga mucho cuidado en los momentos delicados y que se interpreten de forma que los piani sean de verdad tales y que los tempi sean vivos pero desprovistos de convulsiones violentas, excepto en aquellos momentos en que la situaci¨®n dram¨¢tica lo requiera". El director catal¨¢n lo aplic¨® al pie de la letra y as¨ª consigui¨® un redondo, extraordinario, musical¨ªsimo primer cuadro del acto tercero. No es poco. Su atenci¨®n al detalle, a la claridad de planos (la escena de la plaza de Atocha, por ejemplo), no impidi¨® alguna ca¨ªda de tensi¨®n, especialmente en los dos primeros actos, con una orquesta apagada y unos cantantes no siempre a tono con las exigencias de esta genial partitura.
Don Carlo, de Verdi
Int¨¦rpretes: C¨¦sar Hern¨¢ndez, Paolo Coni, Carlo Colombara, Sylvie Valayre, Luchiana D"Intino. Escenograf¨ªa: Luchino Visconti. Direcci¨®n musical: Ros Marb¨¢. Teatro de la Maestranza. Sevilla. 11 de diciembre.
Los cantantes, ?ay! El primer cuadro de la ¨®pera fue pat¨¦tico. El tenor C¨¦sar Hern¨¢ndez y el bar¨ªtono Paolo Coni eran una caricatura triste del canto verdiano hoy. Importa menos el gallo del primero en Io la vidi que su borrosa l¨ªnea musical; en cuanto a Coni, su canto plano transmit¨ªa un aburrimiento que Ros fue incapaz de disimular desde el foso. Kotscherga fue sustituido por J. Matxain como Gran Inquisidor: pas¨® sin pena ni gloria, totalmente bajo m¨ªnimos. En la correcci¨®n m¨¢s justita se desenvolvieron Carlo Colombara como Felipe II y Sylvie Valayre como Isabel de Valois. Hasta sus brillantes arias del tercer y cuarto acto pasaron inadvertidas.
En este desierto vocal surgi¨® como un espejismo Luciana D"Intino. En la canci¨®n sarracena del segundo cuadro ya hab¨ªa levantado la temperatura de la sala, pero fue en el O Don Fatale donde se hizo evidente el milagro. Verdi se reencarn¨® en la mezzosoprano, en su mordiente, en su fraseo, en su temperamento, en su expresi¨®n. Su Princesa de ?boli estuvo en conjunto a mucha distancia por arriba de su reciente Amneris en el Real. Fue, sin ning¨²n tipo de reservas, sensacional. Y, claro, el p¨²blico enloqueci¨® porque tiene instinto y sabe lo que quiere. La monoton¨ªa dejaba paso al gran arte oper¨ªstico. El torero Manolo V¨¢zquez, en la sala, seguro que comprend¨ªa mejor que nadie estas oscilaciones.
La representaci¨®n, en cualquier caso, result¨® entretenida a pesar de los altibajos. Cada d¨ªa uno comprende mejor el fervor que suscita una media ver¨®nica de Curro entre los aficionados taurinos. La media ver¨®nica oper¨ªstica en Don Carlo la puso Luciana D"Intino.
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