Una dignidad inapelable
JULIO A. M??EZ
Olvidemos, aunque nos cueste, la enormidad de la creaci¨®n literaria de Jos¨¦ Saramago, tal vez el escritor m¨¢s ruborosamente shakespeareano de la literatura de ahora mismo. Desde?emos la circunstancia -es de esperar que transitoria- de que esa Esperanza Aguirre que hace de ministra de Cultura bajo el bigote arrocero de Josemari (o del Paquito el chocolatero que cumple funciones parecidas al servicio de la mirada bovina de Eduardo Zaplana, casi que da lo mismo) sea capaz de confundir al escritor con Sara Baras, si es que no toma tambi¨¦n a la bailarina por una Sara Montiel cualquiera en lo que tiene que ver con su arte. Dejemos de una vez todas esas tonter¨ªas de rastrillo navide?o para saludar como merece el ejemplo de inapelable dignidad que el escritor portugu¨¦s refugiado en Lanzarote ha urdido como estrategia de respuesta ante la afrenta del Nobel que le han dado. Las parcas im¨¢genes de la telecosa son evidencia de una veracidad que escapa a las tecnolog¨ªas de aluvi¨®n. Una boca severa que todav¨ªa alberga la esperanza, una calva de patricio sabio, unas gafas de miope con solera y ese gesto altivo de quien, sin ser corto de estatura, asiente en los hombros erguidos una cabeza ligeramente inclinada hacia atr¨¢s, como la del que espera que cualquier acontecimiento se disfrace de desastre y que tanto tiene que ver con su origen de pobreza. Qu¨¦ quieren que les diga, a m¨ª el Saramago lector de su discurso de aceptaci¨®n nobelera rodeado de estatuas m¨¢s o menos suecas me recordaba a esa espl¨¦ndida Marta Reyero que informa desde Canal Plus con sus palabras, mientras opina sobre la marcha con el sutil juego de sus cejas, aunque ser¨ªa acaso m¨¢s preciso sugerir que o viceversa. Eso es un Nobel, y no Camilo Jos¨¦ Cela. Por lo dem¨¢s, no consta que el escritor portugu¨¦s se haya apresurado a adquirir un BMW como demostraci¨®n de la bondad de su escritura ni de ninguna otra cosa. Han abundado, en cambio, las demostraciones m¨¢s diversas en NaTzaret durante la ¨²ltima semana, m¨¢s bien penosas todas ellas, exceptuando la tranquila dignidad de Carmen Vila. Sendero a lo largo de un camino que no lleva a ning¨²n sitio, tan cerca del tr¨¢fico de contenedores y tan lejos de la alcald¨ªa, es un barrio al que, por quitarle, le han birlado hasta la playa para sustituirla por tapias. No todos los gitanos son gitanos, aunque algunos se empe?en en fomentar el estereotipo xen¨®fobo que de ellos tienen los payos, pero hay que destacar la gitaner¨ªa de Rita Barber¨¢ al hacer pasar por prudencia la cobarde decisi¨®n de escaquearse del lugar de autos para graznar a toro pasado que se est¨¢ haciendo pol¨ªtica de unos hechos luctuosos. Pol¨ªtica es condenar el barrio a la perpetuaci¨®n de sus miserables condiciones de vida, organizar declaraciones de responsabilidades y deberes llevados de esa picaresca que junta a Dario Fo con Gil Albors, a Rodr¨ªguez Magda con Marisa Berenson o a la recia Do?a Rita con la chinesca sutilidad de Umberto Eco en el marco incomparable de La Lonja, lo mismo que inaugurar un tramo de autov¨ªa y organizar la de dios es cristo como si se hubiera culminado la construcci¨®n de las pir¨¢mides de Egipto. Pol¨ªtica es tambi¨¦n la decisi¨®n de Ana Noguera de presentarse a candidata a ser escuchada por el mundillo cultural valenciano, convenientemente fragmentado por sectores, cuando los asistentes van a demandar exactamente lo mismo -unos, en vano, otros no tanto- que a las autoridades decisorias ahora mismo en este asunto. A la candidata, que se parece a Ana Torrent en su aspecto de animosa adolescente desconcertada, no parece faltarle la buena voluntad, aunque no baste con esa disposici¨®n de ¨¢nimo para comprender cabalmente los problemas, teniendo en cuenta que se la juega muchas veces con una aut¨¦ntica proliferaci¨®n de fieras. Tambi¨¦n, para qu¨¦ vamos a enga?arnos, los efectos indeseados de la aritm¨¦tica electoral sepultan a veces las mejores intenciones, y ah¨ª est¨¢ el brillante recuerdo de Ricard P¨¦rez Casado, oscurecido por las zancadillas de otros a Clementina R¨®denas, para certificar que la cultura, incluso la sencillamente c¨ªvica, acaba siendo la convidada de piedra ante las turbulencias pol¨ªticas de las coaliciones de gobierno. Nada asegura que cualquier nuevo Manuel del Hierro o un Ferm¨ªn Artagoitia renacido no echen mano de las argucias de rigor para cortar por lo sano. De la muestra antol¨®gica de Pedro Jota Ram¨ªrez en el IVAM hablaremos otro d¨ªa.
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