Los excluidos del sistema
Un equipo de 11 profesores impulsa en Natzaret un proyecto educativo multicultural para ni?os marginales
"Lo que nosotros pens¨¢bamos que era un colegio de paso, que se podr¨ªa cerrar en unos a?os, se ha convertido en un proyecto educativo que dura ya 20 a?os. Y no se puede cerrar por una sencilla raz¨®n: porque desgraciadamente sigue habiendo clientela", resume el profesor Jes¨²s Salinas, que cumple casi 19 a?os al frente un proyecto pedag¨®gico afincado en la interculturalidad y destinado a aquellos ni?os y ni?as procedentes de las chabolas y los asentamientos de las barriadas suburbanas de Valencia. A las nueve de la ma?ana, una de las primeras actividades cotidianas a la llegada a clase consiste, en muchos casos, en paliar el hambre f¨ªsica y el sue?o de los cr¨ªos con un vaso de leche, un bocata y un yogurt. "Hay ni?os que llegan sin haber cenado ni dormido, bien por problemas familiares o porque se han pasado la noche recogiendo chatarra o cart¨®n con sus padres", as¨ª que, precisa Salinas, "aqu¨ª las barreras pedag¨®gicas se rompen d¨ªa a d¨ªa. Lo que se intenta es que todos los recursos del centro y todo el personal est¨¦ disponible, flexibilizando la realidad que tenemos". El colegio p¨²blico Juan Manuel Montoya, en el barrio de Natzaret, no es una escuela al uso. A¨²n siendo un Centro de Acci¨®n Educativa Singular (CAES), es distinto al resto de centros similares, que tambi¨¦n est¨¢n en barrios de acci¨®n preferente (por los altos ¨ªndices de gente en paro y de minor¨ªas ¨¦tnicas). "En los otros centros de acci¨®n singular", precisa Salinas, "la situaci¨®n es mucho m¨¢s normalizada que aqu¨ª porque tienen una matr¨ªcula fija, unos alumnos fijos, que viven en unas casas fijas". El Juan Manuel Montoya tiene el cartel de "matr¨ªcula abierta" todo el a?o. Con una capacidad para albergar a 130 ni?os, desde los 4 a?os a los 14, en este momento el centro tiene un promedio de entre 80 y 90 ni?os escolarizados, en su mayor¨ªa gitanos, pero se niega a aparecer ante los ojos de la sociedad como "una reserva india" o "un gueto". "Es cierto que hay muchos gitanos, pero lo que en realidad une a todos estos ni?os es el grado de desamparo social y la marginalidad", matiza Salinas. Cuando se llega a una situaci¨®n l¨ªmite, por debajo de la marginalidad, precisa, "no se sabe ya lo que es uno: lo que es uno es marginal. A esos niveles el 90% de la cultura se ha perdido". A esas edades, y en un ambiente de fuerte desestructuraci¨®n social, los ni?os son los que se encargan de marcar sus diferencias: "Contra m¨¢s marginal es una familia, un barrio o lo que sea, m¨¢s marcan sus diferencias. Y la prueba est¨¢ en que hay muchos m¨¢s problemas de conflictividad entre los pobres que entre los ricos". ?Dif¨ªcil limar las diferencias? "S¨ª. Es muy dif¨ªcil. Si alguien quiere comprobar de verdad si tiene vocaci¨®n de maestro s¨®lo tiene que pasar por esta escuela una semana y lo descubre enseguida". Por contra, lo que se recibe a cambio de tanta entrega emocional, intelectual y vocacional es poqu¨ªsimo. "Los retos en este centro son impresionantes. Y lo que se recibe a cambio es..., aqu¨ª la motivaci¨®n de que al final los ni?os vayan a la universidad o sean presidentes de la naci¨®n es imposible", cuenta Salinas. "En 20 a?os que llevamos en este proyecto, hemos tenido miles de alumnos, pero ninguno ha llegado a la universidad: la mayor¨ªa de ellos han pasado por la c¨¢rcel de Picassent", a?ade. Si alguna conclusi¨®n se puede sacar tras dos d¨¦cadas de trabajo sin temor a equivocarse -reflexiona Jes¨²s Salinas- es que cuando el sistema de bienestar social no funciona, cuando no se resuelve el problema en una familia, al cabo de una generaci¨®n ¨¦ste se ha multiplicado y se extiende a siete u ocho familias m¨¢s que, a su vez, generan 30 o 40 hijos. "No voy a dar nombres y apellidos, pero conozco familias que siguen en la misma situaci¨®n perif¨¦rica y marginal desde hace 20 a?os". El Tercer Mundo existe "Y es que el Tercer Mundo existe en el Estado espa?ol. Todas estas familias est¨¢n en Mochol¨ª, Benet¨²sser, Alfafar, en el r¨ªo, aqu¨ª delante, en la huerta. Nosotros tambi¨¦n tenemos un Tercer Mundo, y un cuarto y un quinto". En opini¨®n de Salinas, la ense?anza tiene muchas cosas que cambiar, pero mientras no cambie la sociedad, la escuela no puede cambiar: "La escuela no es el pa¨ªs de las mil maravillas. Podr¨¢ haber maestros con sensibilidad, pero el sistema educativo, que es un sistema social, reproduce lo que la sociedad quiere y piensa. Hasta que la sociedad no admita a los gitanos, la escuela no puede admitirlos bien". Hoy por hoy, los ni?os y ni?as del Juan Manuel Montoya, siguen siendo los excluidos del sistema socioecon¨®mico y del sistema educativo normalizado. Son los sin techo.
Cuadros del Camar¨®n
Despu¨¦s de una jornada escolar con sus debidas asignaturas troncales, la hora del comedor y los talleres vespertinos es lo que m¨¢s les gusta a los ni?os y ni?as del Juan Manuel Montoya. "Todos se quedan a comer. Para nosotros es una parte m¨¢s del proyecto educativo, ya no s¨®lo porque se alimenten de una manera ordenada durante toda la semana, sino sencillamente porque aprenden una serie de cosas que no aprender¨¢n en otro lado: a saber lo que es un plato de caliente. Muchos han descubierto el papel higi¨¦nico en la escuela", comenta Salinas. Tampoco, prosigue, se puede plantear un horario lectivo normal, porque llegan con unas necesidades vitales muy fuertes. As¨ª que, una vez atendidas, las necesidades acad¨¦micas, los talleres cumplen una funci¨®n clave en el proyecto educativo, consistentes en no obligarles a hacer cualquier cosa y en respetar sus ritmos. "Si un cr¨ªo quiere hacer jaulas para palomos porque es lo que necesita, yo hago jaulas para palomos. Si otro lo que quiere es enmarcar un cuadro del Camar¨®n, pues enmarcamos millones de cuadros del Camar¨®n". Se busca ante todo respetar la cultura de cada ni?o para, a partir de sus propias motivaciones, formarlo. "Eso es lo que hay que saber hacer sobre esas motivaciones, porque traen una violencia inmensa, no por ser gitanos, sino porque la situaci¨®n de depredaci¨®n social en la que viven genera una violencia, que no se la dejan colgada al entrar en la escuela".
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