Sagrada familia
Las fiestas navide?as son familiares, una espuma de manteles, abrazos, nostalgias, dinero invertido en el altar cuantificable de los afectos y buen¨ªsimos deseos para el a?o, para el siglo, para el milenio, para toda, toda la vida. Los dulces de Navidad se deshacen en un momento, pero tienen el sabor empalagoso y familiar de las cosas de toda la vida. Son una vertiente azucarada del veneno, la incomodidad en forma de villancico, el rencor de la experiencia a modo de harina pastelera. Las fiestas hogare?as se acercan a Granada bajo la brutalidad de un rey mago que decidi¨® quemar viva a su mujer. El juicio ha servido para recordar la crueldad de alguien que no compartir¨¢ los polvorones con sus hijos, de un ser que fue degrad¨¢ndose en los sabores del mal orgullo, la mezquindad y el desprecio. El odio y el amor son dos atributos de la cercan¨ªa. Quiz¨¢ por eso el juicio ha servido tambi¨¦n para recordar a una mujer que se prest¨® al juego de la telebasura, convirtiendo su vida en espect¨¢culo de consumo. Nadie merece morir, nadie merece ser quemado por salir en la televisi¨®n hablando mal de su marido, pero hay programas que arden con la indignidad rojiza del fuego melodram¨¢tico. Cada vez que un padre decide acabar con una madre, los hijos sufren l¨®gicamente dos desgracias: la tragedia materna y el dolor de ver al padre convertido en un asesino. Los hijos de esta brutalidad granadina han preferido quedarse con una sola desgracia, asistiendo al juicio con el insulto en la boca. Nadie visitar¨¢ en la c¨¢rcel a este asesino. Llamando cobarde a su padre por no atreverse a o¨ªr en persona la sentencia, los hijos escucharon con gusto los a?os de c¨¢rcel y la millonaria indemnizaci¨®n a la que tienen derecho. Feliz Navidad para todos. Sadam Husein lleva a?os imponiendo una dictadura familiar en Irak. Familia por familia, los devaneos ad¨²lteros de Clinton han desembocado en la rabieta de un bombardeo sobre Bagdad, y los ciudadanos del mundo asistimos al extra?o proceso que va desde las ambiciones de una golfa hasta las llamas de una nueva Guerra en el Golfo. Las bombas caen del cielo como las palabras familiares en un mantel, como las opiniones de un hermano, como los insultos que surgen del recuerdo para estallar en la fuente ingobernable de los polvorines y los polvorones. Tony Blair, la nueva cara del socialismo europeo, que llor¨® mucho en el entierro de Lady Di, apareci¨® sin una l¨¢grima en los ojos para justificar el fuego sobre el cuerpo de un pa¨ªs, las llamaradas como soluci¨®n purificadora, el terrorismo internacional convertido en justicia por los privilegios familiares de los poderosos. La ideolog¨ªa de Blair se parece a un pino quemado con adornos navide?os, a las guirnaldas rosas en las salas de espera de los hospitales. Rafael Alberti cumple 96 a?os en familia. Nos queda la compa?¨ªa de sus poemas siempre juveniles, el recuerdo de los versos en perpetua actualidad, la fuerza de aquel lirismo arrebatado, insatisfecho con el mundo y con la poes¨ªa. El 1 de enero de 1930 escribi¨® su Eleg¨ªa c¨ªvica contra las armaduras de los reyes y las ingles de los poderosos: "Vuelvo a cagarme por ¨²ltima vez en todos vuestros muertos". Feliz cumplea?os, Rafael.
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