Compromiso
En mi juventud se hablaba mucho de eso. Del compromiso. Era una de esas palabras claves que conforman la geograf¨ªa moral de una ¨¦poca, el paisaje de las ideas. Para ser joven, para estar vivo, para ser decente, hab¨ªa que comprometerse con la causa. Y la causa era el izquierdismo, la contracultura, la revoluci¨®n. La lucha contra el poder y contra el sistema. Todo muy rimbombante, desde luego.S¨ª, ya s¨¦ que por entonces se cometieron infinitos errores. Como, por ejemplo, convertir el compromiso en una mera adscripci¨®n tribal, es decir, en arrimarse ciegamente a un grupo de la misma manera que el hincha se arrima a su equipo de f¨²tbol: ¨¦stos son los m¨ªos y, hagan lo que hagan, son siempre los buenos. Todav¨ªa hay una parte de la izquierda, la m¨¢s mustia y dogm¨¢tica, que se comporta as¨ª.
Pero por otra parte hab¨ªa una verdad sustancial en el compromiso, una verdad que ya no est¨¢ de moda y de la que nadie habla, y que consiste en la coherencia p¨²blica a la hora de asumir tus responsabilidades y tus ideas. Porque los humanos somos seres sociales, y nuestras decisiones cotidianas (y decidimos cien veces, cada d¨ªa, sin apenas darnos cuenta de que lo hacemos) influyen en la organizaci¨®n de nuestro entorno. O lo que es lo mismo: procura comprometerte conscientemente, porque no comprometerte tambi¨¦n te compromete. ?O acaso los alemanes que permanecieron pasivos ante el holocausto son inocentes? Tomemos a Lord Hoffmann, cuyo voto contra Pinochet ha sido recusado porque colabora con Amnist¨ªa Internacional. De acuerdo, pero entonces yo quiero recusar a todos esos jueces favorables al dictador que no colaboran con organizaciones solidarias. ?No les parece sospechosa y altamente sectaria esa ausencia de compromiso p¨²blico? ?No les resulta en verdad ideologizada? La neutralidad no existe, y estas pantomimas son una verg¨¹enza.
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