Clinton, su circunstancia y nosotros
Dos im¨¢genes de la televisi¨®n en los ¨²ltimos d¨ªas, por orden de aparici¨®n. En la primera, del mi¨¦rcoles 16, aparece, durante la reuni¨®n del Consejo de Seguridad de la ONU, el responsable de la comisi¨®n especial de Naciones Unidas, Richard Butler, autor del informe que ha utilizado Bill Clinton, presidente en proceso de destituci¨®n de Estados Unidos, para atacar Irak. Est¨¢ reclinado hacia atr¨¢s, muestra la barriga y masca un chicle, y mientras est¨¢ mascando su chicle y el Consejo discute sobre la situaci¨®n, Clinton, por su cuenta, ha apretado el bot¨®n. Al ataque. La otra imagen es del viernes 18, y en ella aparece un grupo de ni?os de diez a?os como m¨¢ximo en Bel¨¦n apaleados ferozmente por la polic¨ªa israel¨ª mientras realizaban su intifada en protesta por los bombardeos a Irak. La cr¨®nica de los ataques de estos d¨ªas es en rigor la cr¨®nica de una locura anunciada por lo menos en el pasado mes de marzo, s¨®lo evitada por los esfuerzos de Kofi Annan que culminaron con un acuerdo in extremis en Bagdad con Sadam Husein. Sin embargo, en agosto pasado, Clinton ya dio una pista de hasta d¨®nde estaba dispuesto a llegar, al ordenar el ataque de misiles a presuntas bases de terroristas en Sud¨¢n y Afganist¨¢n, un d¨ªa antes de que Monica Lewinsky hiciera su segunda y ¨²ltima declaraci¨®n ante el gran jurado sobre sus relaciones con el presidente. En los grandes peri¨®dicos norteamericanos aparecieron poco despu¨¦s, en septiembre, historias bien fundadas en el sentido de que Clinton carec¨ªa de serias informaciones para realizar dichos ataques. Milt Bearden, ex jefe de la misi¨®n de la CIA en la zona, ha declarado su disposici¨®n a explicar p¨²blicamente que no exist¨ªan m¨¢s que conjeturas y datos de segunda mano. Pero Clinton prefiri¨® atacar, y preparar de ese modo a la opini¨®n p¨²blica para lo que finalmente iba a acontecer.Las circunstancias de Clinton, psicol¨®gicas y pol¨ªticas, son las que explican gran parte, aunque no todo de lo que ocurre estos d¨ªas. Como resultado del a?o de Monica, y aun cuando los republicanos hayan cedido terreno en las elecciones legislativas del pasado mes de noviembre, castigados por la inquisici¨®n que desataron bajo el liderazgo del fiscal Kenneth Starr, lo cierto es que Clinton, pol¨ªticamente hablando, tras haber abandonado su programa electoral durante el primer mandato, est¨¢ ahora atado de pies y manos para actuar en el tiempo que le queda, suponiendo, lo que ya es mucho, que quisiera hacer algo en su pa¨ªs y que llegue a terminar los dos a?os que le restan.
La parcela de poder que el mismo Clinton confiesa que le ha quedado es la de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, y ello en un mundo en el que te¨®ricamente ya no deber¨ªa haber guerras, y en el que Estados Unidos no tiene enemigo digno de tal nombre. Es parad¨®jico que un hombre que se ha escaqueado a la hora de hacer el servicio militar, como qued¨® acreditado en la campa?a de las elecciones norteamericanas de 1992, sea ahora, con la energ¨ªa propia del converso, quien no encuentre otro terreno para hacer pol¨ªtica que el de enviar los misiles y los B-52 a Irak. Si la guerra es, como dec¨ªa aqu¨¦l, la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios, lo que en 1991, con el personaje de George Bush, fue una tragedia, hoy, con Clinton como estrella es una farsa.
El ataque a Sud¨¢n y Afganist¨¢n inici¨® la partida de p¨®quer en agosto. Hace apenas diez d¨ªas que Clinton dio la orden a sus bombarderos para despegar y poco despu¨¦s, en lo que sus asesores exhiben como prueba de su capacidad reflexiva, decidi¨® dar marcha atr¨¢s. Y ahora, el informe Butler sobre la posici¨®n iraqu¨ª, seg¨²n The Washington Post, fue recibido con alborozo en la Casa Blanca, porque, entre otras cosas, funcionarios de la Administraci¨®n de Clinton "ayudaron" a confeccionarlo. "Fuentes de Nueva York y Washington han se?alado que los asesores de Clinton han desempe?ado un papel directo en la elaboraci¨®n del texto de Butler durante muy intensas conversaciones con ¨¦l en el despacho, bien seguro, de la delegaci¨®n de Estados Unidos ante la ONU", ha escrito el pasado mi¨¦rcoles 16 el citado peri¨®dico.
Sadam Husein ha estado desarrollando, seg¨²n las evidencias, armas qu¨ªmicas y bacteriol¨®gicas durante estos a?os. No es menos cierto que el dictador de Bagdad viol¨® las resoluciones de la ONU al negar el acceso de los inspectores a verificar el armamento. Pero estos hechos, por aberrantes que sean, no se hubieran resuelto en marzo pasado con los bombardeos ni se resolver¨¢n ahora, mientras que, por el contrario, las vidas humanas que se ahorraron entonces han comenzado ahora, solamente comenzado, a segarse. No se trata de tener piedad con el dictador, sino de ver que, para Clinton, Sadam Husein es un pimpamp¨²m perfecto para mostrarnos que todav¨ªa sigue siendo el presidente de los Estados Unidos de Am¨¦rica. Triste, pero no menos cierto.
Hay una frase que los viejos pol¨ªticos irlandeses aplican a gente como Clinton, una expresi¨®n al mismo tiempo muy espa?ola, y que en el a?o de Monica se vio en Washington cada d¨ªa. En Irlanda se dice que cuando una persona embarca a alguien en una historia y luego no le advierte de que ha decidio cambiar de tercio suele dejar a sus amigos "con el culo asomando por de la ventana". Madeleine Albright, secretaria de Estado, cuya participaci¨®n es fren¨¦tica estos d¨ªas durante los ataques a Irak, y Donna Shalala, secretaria de Salud P¨²blica, pusieron la mano en el fuego asegurando que Clinton no ment¨ªa sobre la Lewinsky cuando lo neg¨® todo. Clinton les dej¨® con el culo al aire.
Ni la infidelidad de Clinton -no en lo que se refiere a su compa?era de org¨ªas, sino su natural apego a la mentira- ni la manipulaci¨®n de la pol¨ªtica exterior son un secreto para los ciudadanos norteamericanos. El pasado 18 de febrero de 1998, en la Universidad de Ohio, cuando Clinton hab¨ªa negado bajo juramento su relaci¨®n con Monica Lewinsky, la secretaria Albright, el secretario de Defensa William Cohen y el consejero nacional de Seguridad Sandy Berger preparaban a la opini¨®n p¨²blica. Para ello, mantuvieron un di¨¢logo ante las c¨¢maras de televisi¨®n con estudiantes y p¨²blico en general en un programa de televisi¨®n. Un estudiante dijo: "La Administraci¨®n norteamericana tiene la fuerza y los medios para atacar al Estado de Irak, pero ?tiene el derecho moral de atacar a la naci¨®n de Irak?". Otro: "La Administraci¨®n argumenta que Irak amenaza a sus vecinos, pero ninguno de sus vecinos parece sentirse amenazado. Si nadie nos est¨¢ pidiendo ayuda, ?c¨®mo puede, se?ora Albright, justificar una agresi¨®n de EEUU en la regi¨®n?". Un tercero dijo: "Habida cuenta de que no tenemos seguridad sobre los lugares donde est¨¢n almacenadas las armas, ?c¨®mo podemos dirigir un bombardeo directo sobre ellos?". Y otro participante, pregunt¨®: "?Por qu¨¦ bombardear Irak cuando otros pa¨ªses han cometido violaciones, como es el caso de Turqu¨ªa, que ha arrasado a los kurdos, o Arabia Saud¨ª, que tortura disidentes por razones religiosas o pol¨ªticas?".
El problema es sencillo. Sadam Husein es, a los ojos fr¨ªvolos de Clinton, un blanco de bajo coste, es un dictador amortizado. Pero es falso que Clinton ataque a Sadam Husein. Con anterioridad, George Bush demostr¨®, en la guerra del Golfo, que el dictador iraqu¨ª era un instrumento de reserva que, debilitado, pod¨ªa ser de inter¨¦s para aplastar a los kurdos. Lo que est¨¢ haciendo Clinton no es dar su merecido a un dictador, sino destruir una naci¨®n y miles de vidas humanas que la pueblan.
Tras hablar de Clinton y su circunstancia, s¨®lo cabe hablar de nosotros mismos. Porque, como suelen decir los escritores al presentar sus libros, la obra del presidente de EEUU no ser¨ªa posible sin la colaboraci¨®n, por activa o por pasiva, de las principales naciones del mundo y la indiferencia de cada uno de nosotros, que s¨®lo reaccionamos cuando nos enfrentamos con los "excesos" de la Administraci¨®n de Clinton y tememos que tambi¨¦n nos dejen con el culo al aire, algo que suele ocurrir cuando Clinton se pasa de la raya. No advertimos que para poder hacerlo ha necesitado la colaboraci¨®n, activa o pasiva, de todos aquellos que podemos hacer algo; no advertimos que, en suma, le hemos dejado llegar hasta esa raya con miles de excusas que no son m¨¢s que coartadas intelectuales, y que traspasarla supone un peque?o paso. Hay que escuchar las palabras de una bella reportera nacida en Oriente Pr¨®ximo. Tras los primeros misiles, informaba, las autoridades iraqu¨ªes llevaron a los periodistas "a ver edificios civiles da?ados y gente en los hospitales". Y a continuaci¨®n, como lo cort¨¦s no quita lo valiente, a?adi¨®: "Claro, a las autoridades iraqu¨ªes les interesa mostrar que hay da?os civiles y p¨¦rdida de vidas humanas. Hay que recordar que estamos informando desde Irak. Soy Christiane Amanpour, informando en vivo desde Bagdad". El medio es, en efecto, el mensaje. Cuando un presidente con tanta representaci¨®n y poder internacional ha perdido el juicio, uno piensa: algo habr¨¢ que hacer. Deber¨ªa destitu¨ªrsele por lo que ha hecho en las ¨²ltimas horas y lo que parece estar urdiendo. No por sus vicios privados con Monica Lewinsky en el despacho de la Casa Blanca, sino por sus vicios p¨²blicos, cuyas consecuencias pagan con sus vidas los iraqu¨ªes, lo que a su vez ha unido combativamente a toda una regi¨®n en protesta. Se deber¨ªa as¨ª respetar a las Naciones Unidas para que lidien, con arreglo a la ley, con el dictador de Irak.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.