Los villancicos acallaron la alerta
ENVIADO ESPECIALLas sirenas de alarma volvieron a sonar la pasada Nochebuena en Bagdad. La se?al, avisando a la poblaci¨®n de un inminente bombardeo, se escuch¨® perfectamente en todas las calles y barrios de la ciudad, pero fue imperceptible en el interior de la catedral de San Jos¨¦, donde la alerta qued¨® apagada por los c¨¢nticos de centenares de fieles que participaban a esa hora en la misa de medianoche. `
"Pod¨¦is iros en paz", invit¨® con voz potente el nuncio de Su Santidad Giussepe de Lazaroto, al finalizar el acto, revestido con traje de gran ceremonial, tiara incluida, dirigi¨¦ndose a sus feligreses, que desde hac¨ªa dos horas abarrotaban un templo en el que se mezclaba el calor de la calefacci¨®n, el olor de perfumes caros y el aroma de incienso.
Los fieles abandonaron as¨ª la iglesia con absoluta tranquilidad sin darse cuenta de que en el exterior gravitaba una amenaza de bombardeo. La muchedumbre continu¨® caminando alegremente por las calles tratando de localizar sus coches de lujo. Desde fuera daba la sensaci¨®n de que aquellos creyentes, con traje de gala y aparatosas joyas de oro, se sent¨ªan protegidos por su propia fe y poco les importaba el peligro de las bombas.
"?Uf!, ha sido una falsa alarma", exclamaron esos mismos fieles cristianos minutos m¨¢s tarde, cuando, una vez en sus casas, pudieron o¨ªr el t¨ªpico estruendo de las sirenas que anuncia el fin de la alerta. En aquella ocasi¨®n hab¨ªa sido una amenaza que no se puso en pr¨¢ctica.
La noche de Navidad qued¨® as¨ª marcada por ese incidente y por el comunicado del nuncio de Su Santidad, quien hizo un en¨¦rgico llamamiento a la comunidad internacional para que se solidarizase con Irak y ayudara a buscar el camino de la paz y el di¨¢logo, poniendo fin a los ataques y a ocho a?os de embargo que "golpean a todo un pueblo".
El mensaje de paz de Giussepe de Lazaroto dif¨ªcilmente llegar¨¢ a las comunidades internacionales o har¨¢ cambiar la actitud de sus feligreses, que continuar¨¢n viviendo angustiados por el temor de nuevos bombardeos y explosiones, similares a los vividos durante la pasada semana, en la que durante cuatro d¨ªas norteamericanos y brit¨¢nicos lanzaron cientos de misiles y bombas sobre el pa¨ªs.
El comunicado de paz y consuelo de De Lazaroto, representante de una comunidad cristiana de cerca de medio mill¨®n de personas, tampoco se oir¨¢ en la calle, donde se encuentran los 22 millones restantes de habitantes, de religi¨®n musulmana. Toda la poblaci¨®n, cristianos y musulmanes, est¨¢n sumidos en la desesperanza, la miseria y el miedo.
Todos sufren un embargo que tres miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, China, Rusia y Francia, quieren atenuar, a cambio de alguna concesi¨®n iraqu¨ª, mientras EE UU y el Reino Unido pretenden mantenerlo. El r¨¦gimen baazista iraqu¨ª no est¨¢ dispuesto a ceder un ¨¢pice. Ayer lo reiter¨® Al Qadissiya, el m¨¢s oficialista de los diarios oficiales: "No aceptaremos ninguna alternativa al levantamiento del embargo". "Irak rechaza cualquier maniobra de diversi¨®n, cualquiera que sea su origen, que consiste en mantener el embargo".
Otro rotativo, Babel, que dirige Udai Sadam, el hijo del presidente, abunda en el mismo sentido: "Nuestro pueblo, que sigue curando sus heridas despu¨¦s de la agresi¨®n imperialista y sionista, s¨®lo aceptar¨¢ el levantamiento del embargo". Bagdad no espera nada de las gestiones de Mosc¨², Pek¨ªn o Par¨ªs.
Ahmed, de 32 a?os, que yace en una cama del hospital Yarmok, no se enterar¨¢ nunca de las palabras de esperanza del nuncio. Este obrero sin cualificaci¨®n, padre de tres hijos, vecino del suburbio de Nuevo Bagdad, al oeste de la capital, muy cerca del inc¨®lume Nuevo Ministerio de Defensa y de la sede destrozada de los servicios secretos, se encuentra herido en las piernas como consecuencia del ataque norteamericano.
"Fue durante la tercera noche. Estaba con unos amigos charlando tranquilamente en la calle. Entonces vimos una enorme bola de fuego blanca venir hacia nosotros. Son¨® como un gran estruendo, y entonces me sent¨ª elevarme por los aires. Cuando volv¨ª al suelo not¨¦ que las piernas no me aguantaban. Ahora s¨¦ que las tengo rotas. Los m¨¦dicos dicen que he tenido suerte y que no tardar¨¦ mucho en curarme", afirma desde el fondo del lecho, rodeado de familiares y amigos, mientras alguien levanta las s¨¢banas y pone al descubierto dos piernas blanquecinas, torturadas por dos enormes tornillos de acero.
Ahmed se ha convertido en un h¨¦roe de este suburbio deshilvanado, Nuevo Bagdad, donde las huellas de los bombardeos son casi invisibles. Nadie en este barrio recuerda, cuando los forasteros preguntan a sus habitantes, d¨®nde cayeron los misiles, o m¨¢s a¨²n, si durante las cuatro noches que duraron los ataques los aviones llegaron a disparar contra un objetivo cercano.
Es como si en el suburbio se hubiera dictado desde lo alto una ley del silencio que prohibiera explicar a los extranjeros, diplom¨¢ticos o periodistas, cualquier incidente relacionado con esta guerra. ?Ser¨¢ para no dar pistas sobre posibles objetivos militares en esa barriada?
Ahmed es, en virtud de estas mismas ¨®rdenes, una v¨ªctima real de un ataque "inexistente". Pero Nuevo Bagdad no es una excepci¨®n. El mismo herm¨¦tico silencio se palpa mucho m¨¢s lejos, en el lado opuesto de la capital, en Abu Ghreeb, a 30 kil¨®metros del centro de la ciudad, al pie de la antigua carretera que conduce hacia Amm¨¢n, donde residen un buen n¨²mero de heridos atendidos tambi¨¦n en el hospital Yarmok. "Hemos pasado mucho miedo", afirman los vecinos m¨¢s locuaces mientras se detienen por unos instantes en el lindero de ese enorme palmeral que se pierde en el infinito. Les cuesta hablar. Con prevenci¨®n y desconfianza parecen se?alar a un grupo de soldados que con casco de acero calado hasta los ojos cavan en las cercan¨ªas una profunda zanja que m¨¢s bien tiene el aspecto de trinchera.
Abu Ghreeb es un enclave estrat¨¦gico. Es la ciudad de los mil cuarteles, y a su vez tiene el dudoso honor de albergar en su t¨¦rmino municipal la mayor prisi¨®n del pa¨ªs, en la que conviven los delincuentes comunes, los pol¨ªticos y los reclusos militares. Los accesos a esta c¨¢rcel est¨¢n escrupulosamente custodiados, casi tanto como los que conducen a los cuarteles de la Guardia Republicana, la ¨¦lite del Ej¨¦rcito de Sadam Husein, compuesta por casi 100.000 soldados.
No hay huellas visibles de ataques en Abu Ghreeb, salvo un misterioso cuartel, pr¨¢cticamente machacado por las bombas, que se alinea junto a los dem¨¢s, que, curiosamente, quedaron indemnes. Es la l¨®gica de los blancos minuciosamente escogidos, lo que hace m¨¢s dif¨ªcil localizar los da?os, sobre todo si se tiene en cuenta que el Gobierno iraqu¨ª hace todo lo posible por esconderlos.
Hoy es d¨ªa de mercado en Abu Ghreeb. Los campesinos caminan deprisa temiendo perder los mejores clientes de la jornada, en su mayor¨ªa vecinos de la capital a los que no les importa desplazarse unos cuantos kil¨®metros si con ello consiguen comprar a mejor precio naranjas, patatas o coliflores, que en el centro de la ciudad son inasequibles.
Vida cara
Son los s¨ªntomas de que la vida en Bagdad se ha convertido en "insoportablemente cara", y donde el precio de los alimentos se ha disparado despu¨¦s de los ataques y tras la interrupci¨®n del suministro de ayuda humanitaria. El litro de aceite se ha multiplicado por seis, y la bombona de butano ha pasado de 250 dinares a 1.500, pr¨¢cticamente inaccesible para un salario medio de 5.000 dinares, que es lo que acostumbra a cobrar un profesional bien situado, por ejemplo, un inform¨¢tico."Lo peor es que esto pasa en pleno Ramad¨¢n, cuando la poblaci¨®n acostumbra a gastar m¨¢s en alimentos y trata de proporcionar alg¨²n lujo a la familia", asegura compungido un aprendiz de boxeador, antiguo hombre de negocios, que ha aprendido a vivir a salto de mata trabajando en cualquier cosa. Como todos en Irak.
Las huellas de los ataques son m¨¢s palpables en el sur, en las cercan¨ªas de Basora, donde fue bombardeada la refiner¨ªa y el puerto petrolero, o en el norte. Camino de Mosul han sido vistos decenas de camiones militares quemados.
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